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El sueño de los muertos

La Razón
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A nuestros mayores les parecía imposible todo lo que leían en las novelas de Julio Verne, «bestseller» absoluto de la época con su ciencia ficción de andar por casa, y años más tarde veían poner el pie en la luna a un astronauta americano como una realidad palpable, narrada por Jesús Hermida (¡vaya suerte, como periodista, que te toque algo así de histórico y de trascendente!). Hoy se nos dice que sería posible recuperar a un Neanderthal, antepasado nuestro, más feo, pero antepasado al fin y a la postre: menos mal que la raza ha mejorado; al tigre de Tasmania o al alce irlandés que desapareció hace 7.700 años. Aunque nos choque, si se vieron realizadas las divagaciones futuristas de Verne, es posible que nuestros nietos vean hecha realidad Parque Jurásico, ya que se ha podido conseguir el ADN y la secuencia del genoma completo de una serie de animales extinguidos hace unos cuantos miles de años. Ahora bien, ¿sería bueno que se arriesgaran a semejante experimento? Está claro que es un proyecto a varios años vista, pero no es menos cierto que con la naturaleza es peligroso jugar, pues se puede volver contra uno, y aunque forma parte de la evolución lógica de la ciencia, se correría el riesgo de que el resultado fuera indeseado, es decir, que se produjera una extraña y obligada involución al recuperar especies del pasado. Entiendo que para un científico sería un reto apasionante, pero jugar a ser Dios tiene sus peligros, y profanar el sueño de los muertos, más todavía.