San Sebastián
ETA encargó a un técnico de «Gara» un nuevo sistema de encriptación
MADRID-ETA encargó a un informático del diario «Gara», Arkaitz Landaberea Torremocha, la investigación de «nuevas alternativas de programas de encriptación para cifrar y encriptar documentación», según la declaración realizada por este individuo a la Guardia Civil tras ser detenido. Pertenecía al «comando legal de información Urruti», desarticulado por la Guardia Civil en San Sebastián, y se encuentra en prisión al igual que su compañero, Julen Echaniz García. Tras el arresto de estos individuos, se supo que era Arkaitz Landaberea el que había realizado el manual de uso del sistema de encriptación PGP (Pretty Good Privacy), que es el que utilizan los cabecillas y los «comandos», para cifrar las comunicaciones internas. Sin embargo, según se deduce del contenido de los textos que se utilizan para la formación de nuevos pistoleros, ETA considera que el PGP no es del todo fiable y apunta a que «no es del todo imposible que una tercera persona intercepte la contraseña pública cuando la mandamos». Doble clave Este sistema se basa en la existencia de una doble clave. Una es «pública», que la conocen todos los que envían correos o tienen acceso al ordenador en cuestión; y otra «privada», que forma parte del programa y que sólo conoce el que está autorizado para entrar en determinados archivos. Al parecer, la tecnología para «romper» estas encriptaciones ha progresado bastante en los últimos años. Por ello, en el manual de formación de los pistoleros se proponían una serie de mejoras. Landaberea, según se deduce de su propia declaración a la Benemérita, era uno de los que había recibido el encargo de investigar nuevos sistemas para que los archivos informáticos guardados en ordenadores y pen drive (dispositivos de almacenamiento) resultaran indescifrables para las Fuerzas de Seguridad del Estado. El informático de «Gara», periódico en el que ETA publica sus comunicados, era el encargado de desencriptar los pen drive que el «comando Urruti» recogía en un «buzón» en Francia (un tarro de cristal enterrado en un punto convenido del monte). En estos dispositivos estaban las informaciones que debían comprobar para que otras células de la banda pudieran atentar contra estos objetivos. Ignacio Uría, asesinado en Azpeitia el pasado 3 de diciembre, y su hermano figuraban en una de las notas recibidas, pero Echaniz y Landaberea no llegaron a realizar las vigilancias.
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