Balón de Oro

La penúltima vida de Anelka

La penúltima vida de Anelka
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Anelka ha muerto varias veces. Y varias veces ha resucitado. Sin cambiar de nombre, cada vez aparece como un personaje diferente. Regresó de Estambul, donde jugó en el Fenerbahçe, convertido al islam. Se hizo un hombre de provecho en el Bolton y lo fichó el Chelsea convertido en un gordito goleador al estilo de Ronaldo. «Si me apetece una hamburguesa, me la como y no me siento culpable. Creo que es todo una cuestión de cabeza. Ni me siento culpable ni me siento pesado», reconoce el delantero francés.

 

Y algo de razón debe de tener. Porque lleva 16 goles en la Liga, sólo uno menos que Cristiano Ronaldo, y podrían ser más si sus entrenadores no se sintieran en la obligación de elegir entre él y Drogba. Scolari prefería a Nicolas y con él consiguió la mayoría de sus goles esta temporada. Hiddink da más oportunidades a Drogba. Pero cada vez que se atreven a juntarlos, demuestran que no son incompatibles.

 

Con el paso de los años, Anelka ha aprendido a integrarse en los grupos. Ya no es aquel futbolista distante que prefería quedarse con los amigos jugando a la «play» que ir a recoger el premio como jugador revelación de la temporada cuando jugaba en el Arsenal. O el que se fue a quejar a Del Bosque de que sus compañeros en el Real Madrid no le pasaban la pelota. Un día se presentó en el despacho del actual seleccionador español con un vídeo que, según él, «demostraba» el boicot al que le sometía el resto de jugadores.

 

Aquel jugador por el que Lorenzo Sanz pagó 5.000 millones de pesetas ahora es un veterano con una cuenta pendiente. El año pa- sado falló el penalti que pudo dar la Copa de Europa al Chelsea. Hoy tiene otra oportunidad para volver a jugar la final. Y para ganarse un puesto en el equipo del año próximo. Abramovich lo ha puesto en venta por 17 millones.