Feria de Bilbao
Luque revoluciona Madrid
- Las Ventas (Madrid). 20ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de la ganadería de Parladé, y dos de La Laguna, (2º y 4º) , manejables en general y bajos de casta. Casi lleno en los tendidos.- Uceda Leal, de blanco y oro, cuatro pinchazos, media (silencio); pinchazo, estocada (silencio).- El Fandi, de grana y oro, pinchazo, casi entera, descabello (silencio); estocada baja (silencio).- Daniel Luque, de frambuesa y oro, media tendida, pinchazo, aviso, estocada, tres descabellos (saludos); estocada trasera, aviso, dos descabellos (oreja).
Ya era un canto a la emoción ponerse en el medio del ruedo, mientras las banderas de la Monumental ondeaban fuerte. Un carajo le importó a Luque, eso y que el toro hubiera tenido una lidia destartalada. Brindó a la Infanta Doña Elena, que presidía la Corrida de la Prensa, y enfiló todos los pasos hacia el éxito. Era el tercero de la tarde, vendaval en Madrid y un chaval plantado con la muleta en la derecha mientras el toro acudía a la velocidad del AVE. El vértigo llegó hasta las andanadas. Ligó y templó los derechazos mientras el manejable toro iba perdiendo fuelle. Cuando pareció que los cimientos de la faena se tambaleaban, se reinventó Luque. Tiró entonces de personalidad, resucitó las almas a fuerza de coraje. Taladró los pies en el suelo y a placer se pasó al toro, uno por la derecha, se cambiaba la mano por detrás y el siguiente al natural. Así una y otra vez, ni uno vulgar y todos bañados en temple. Hilaba el de Gerena cuatro, cinco y el de pecho sin rectificar ni una coma. Plantado en el ruedo, dueño y señor. En figura. Compuesto el cuerpo, armada la cintura y encadenadas las ideas. Un todo sentido y repleto de armonía que hizo crujir Madrid por dentro. Se metió en el corazón de la plaza hasta que la espada deshizo el hechizo. Tenía Luque la temporada resuelta si encuentra en el toro el hoyo de mantequilla.La tarde era suya, y que aspira a figura es un hecho. Lo tiene todo. La revolución fue gorda. Su actitud impecable. Sobrado de valor, de solvencia ante un sexto que era un toro mastodóntico. No se acababa el astado por ningún lado. Alto, altísimo, ancho, con alzada y kilos, que pasaba los 600. Se hartó de toro Luque, lejos de atragantarse, desgranó cada embestida. Medias arrancadas al ratito de empezar. ¡Qué más daba! La otra mitad la puso el torero. Hubo pases de pecho, de pitón a rabo, y mucho más. Trincheras de las buenas y miraditas fieras que dejan entrever los quilates del valor. Sereno y quieto a rabiar. Hizo y deshizo como le vino en gana con el animal y se lo dejó llegar a milímetros del cuerpo, a la altura del pecho dos pitones como dagas. En ese límite insospechado, tan cerca del terrible infierno, se le veía disfrutar. Luque sacó más del toro, lo lució, lo vistió de galones y tenía a la plaza en un silencio expectante cuando se perfiló en la suerte suprema. Entró la espada, pero una cuarta atrás y hubo de descabellar. Con todo, premio. Trofeo escaso para relatar la tarde que Daniel Luque dio ayer en Madrid. Suavidad extrema imprimió Uceda ante el cuarto, soso a rabiar. Sacó el madrileño el toreo pulseado, de mano baja y robó algunos paisajes aislados de gran calidad. Al primero le hizo deslavazada faena. Poco tenía el Parladé que expresar de emoción y limitó la labor con el viento acechando como espada de Damocles. Y justo con eso, con los aceros, se enrevesó Uceda en un extraño cruce de caminos. Rarísimo en él, capaz de condecorar cualquier trasteo a golpe de cañonazo.El Fandi rara vez se asomó al balcón para banderillear. Con el remiendo de La Laguna, rebrincado pero que pasaba, anduvo en el mismo aire que con el bueno de Parladé que hizo quinto, voluntad vacía de lucimiento. Daniel Luque lo eclipsó todo, mérito suyo.
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