Micky Molina
Lydia Bosch prohíbe que sus hijos acudan a las bodas de oro de sus aún suegros
Ala actriz deben parecerle frustantes las medidas provisionales previas a la demanda de divorcio. No dejan títere con cabeza, sientan jurisprudencia, aunque falte la vista definitiva, y rebajan las exigencias que reclamaba Lydia Bosch para decir adiós a su hasta ahora modélico matrimonio con Alberto Martín. Aportó una hija a la unión, nacida fruto de su relación con Micky Molina, tuvieron gemelos, y el, por lo visto, presunto acosador contribuyó a la gran familia con otros dos niños de una relación anterior.Ella pidió el oro y el moro, pero el juez, Brague Camazano, ha adoptado unas medidas interinas que, sin duda, afectarán al optimismo de Lydia: no admiten la orden de alejamiento de su todavía esposo, rebaja a 7.500 euros mensuales la contribución económica y desecha los 23.000 que solicitó. Con esta medida, ambos colaboraban en los gastos domésticos, que deben de ser enormes, ya que tienen cinco empleados de hogar. Las vacaciones íntegras de Semana Santa las disfrutará el padre con sus niños, mientras que las estivales, cuyo primer ciclo se inicia pasado mañana, tendrán dos turnos. Y aquí viene la intransigencia poco pacificadora de la antaño pareja artística de Emilio Aragón: mañana miércoles, y así será a partir de ahora, le corresponden los niños al padre, igual que los fines de semana alternos. Como el jueves se marchan de vacaciones –parece que a Ibiza–, Alberto pretendía que sus hijos pasaran la noche del miércoles al jueves con él, un deseo que Lydia ha frustrado. Igual que la inminente celebración de las bodas de oro de sus suegros, que festejan el 26 de agosto y de cuyos preparativos disfrutó hasta diciembre. La intérprete se niega a que sus hijos concurran a la conmemoración familiar. Una ausencia que será dolorosa al dañar con malas intenciones tal efeméride. Los padres de Alberto Martín los adoran y no tenerlos a su lado supone un golpe bajo y un nuevo motivo de enfrentamiento. Lo más llamativo de las medidas provisionales es que no afectan sólo al dinero. Aunque la actriz continuará en el domicilio familiar «con los hijos menores hasta que la casa se venda», sorprende que el juez ponga en entredicho «la credibilidad de la menor, porque presenta una serie de conflictos emocionales con desconfianza general, y en particular hacia el sexo masculino, emociones extremas que necesitan de tratamiento terapéutico». «Ni un beso»Y, encima, añade que «cuando unos padres tramitan una separación, el 50 por ciento de los casos que se denuncian por acoso son falsos». También hace hincapié en cómo puede denunciar lo que corresponde al juicio penal cuando la niña, de 17 años, después de relatar los supuestos abusos sexuales de su padrastro, le echa en cara el afecto hacia sus hermanos y «a mí no me da ni un puñetero beso, ni un abrazo, ni un cariño», dice. Es sorprendente la reacción para un divorcio que es de folletín.
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