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Martín Montañez el descuartizador
Bajo una impecable fachada de joven estudiante gaditano de Medicina se escondía un criminal que asesinó y descuartizó en 13 piezas a su mejor amigo y simuló que había sido secuestrado para comenzar a cobrar un jugoso rescate.
Un estudiante de Medicina de Cádiz, de 22 años, se llevó a su mejor amigo, Javier Suárez Samaniego, a un apartamento que tenía alquilado supuestamente para realizar una prueba de audiometría, que requería que el otro cerrara los ojos y se pusiera los cascos para escuchar a Beethoven a todo plan. Cuando estaba sumido en este trance, José Juan Martín Montañez, hijo de un policía, le golpeó con la pata de una cama rellena de arena hasta reducirlo y posteriormente lo trasladó al cuarto de baño, donde le clavó un cuchillo en el corazón.Su plan era extorsionar al padre de su amigo, José Luis Suárez Cantero, haciéndole pensar que el hijo había sido secuestrado y que tenía que depositar doce millones en la Caja de Ahorros, en imposiciones semanales de 500.000 pesetas, en una cuenta que le facilitaba en la carta del chantaje. Ya en ese momento, el llamado «descuartizador de Cádiz» había despedazado a su amigo en trece piezas y lo había transportado en diversos viajes dentro de una mochila al hombro hasta la Punta de San Felipe, cruzando toda la ciudad.José Juan fue capturado cuando intentaba cobrar sacando dinero del cajero poco a poco, procedimiento que por entonces estuvo de moda. Había reservado para el final un detalle macabro: las manos de su compañero las tenía amputadas dentro de un tarro, para en caso de que se negaran a pagar el rescate, enviarle a la familia un dedo con cada nueva misiva llena de exigencias. Cuando le preguntaron por qué había hecho pedazos el cuerpo quiso dar una respuesta racional: «Se me ocurrió tirarlo por el váter. Estúpido, pero se me ocurre. Tirarlo por la ventana y decir que se ha caído, que me lo he encontrado, pero claro, yo vivo allí. Se me ocurre comérmelo. Lo que sea. Hasta que decido llevármelo al cuarto de baño…».José Juan es frío, planificador, ambicioso. Ha nacido en una familia modesta, con su padre policía, y añora el bienestar y el poderío económico de su amigo, hijo de arquitecto. Para uno de los psiquiatras que le examina, tiene un trastorno de la personalidad narcisista. Le domina, además cierto, afán de protagonismo. Pero, sobre todo, le gusta el dinero. Planea comprarse un piso de lujo y colecciona folletos con coches de gama alta.La sentencia le impuso 36 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía. La instrucción empezó a estar clara cuando confesó lo que había hecho: los policías buscaban a un secuestrador, pero dieron con un criminal. Quería cursar estudios de varias carreras a la vez, pero los resultados eran más bien escasos, mediocres. Todo parecía una gran fachada para los delitos que había planeado. Entre otras cosas aprendió a falsificar documentos de identidad y con ellos abrir cuentas en entidades bancarias que empleaba para el correo negro.
Cuarenta cuchilladasSe las daba de templado, maquinador y osado. No obstante, cuando regresó al apartamento con el cadáver de su amigo en la bañera, después de descansar en su casa familiar donde nada sabían de sus trapicheos, al entrar en el cuarto de baño pensó que la víctima estaba todavía con vida y perdió los nervios. Fue hacia el cuerpo y lo acuchilló repetidamente, treinta o cuarenta veces. En realidad el cadáver había sufrido un espasmo, pero él había perdido el dominio. Después de contarlo, preguntó: ¿Cuánto me va caer por esto?
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