Detroit
Motown 50 años de poder negro
MADRID- Finales de la década de los 50. Elvis Presley arrasaba y se convertía en el gran ídolo de América. El «rock and roll» era el sonido de la juventud, con estrellas del tamaño de Buddy Holly, Bill Haley, Richie Valens y demás. Todos eran blancos y los negros les acusaban de usurpar un sonido original que había patentado Chuck Berry en su primeriza época de Chess. Para entonces, Estados Unidos continuaba siendo un país profundamente retrógrado en cuestiones raciales. Pero en el «gueto» comenzaba a forjarse una música pasional, aferrada a las calles, a la marginalidad. Sí, era la «música negra», muy distinta a la que sonaba entonces en las emisoras comerciales del país. Detroit, una ciudad eminentemente trabajadora asociada a la cultura del motor, fue el escenario propicio para que a Berry Gordy se le ocurriera la idea de fundar un sello que sirviera de testimonio para reflejar otro tipo de música. Los Beatles, siempre atentos El 12 de enero de 1959 nació la Motown y su primer «single» de éxito sería «Money (That¿s what I want)», de Barrett Strong, que cuatro años más tarde cantarían los Beatles. Ahí comienza la historia de una compañía singular, de un sonido que crecería con los impulsos de los cambios sociales, artísticos y culturales de una América que se transformaba a velocidad de vértigo. El «sonido Motown» fue la banda sonora en las calles negras de EE UU y hoy aquellas canciones siguen sonando fascinantes. Los pasos de Motown fueron tan tranquilos como seguros. Cada «single» mejoraba el anterior. En 1960, los Miracles de Smokey Robinson ocuparon el primer puesto de las listas de «rythm & blues» con la deliciosa «Shop around». Y en 1961 llegaría el primer número uno en las listas de «pop», con el «Please Mr. Postman» de las Marvelettes, otra canción que más tarde harían los Beatles, siempre atentos a cada sonido diferente que llegaba a sus oídos. A lo largo de toda la década de los 60, Motown consiguió colocar 110 canciones dentro del «top-10» de las listas. Los ejecutivos mostraban una vista espectacular para descubrir nuevos talentos y no tardaron en contratar a iluminados como Stevie Wonder, Marvin Gaye, Smokey Robinson o los Jackson 5, artistas que se revelarían como imprescindibles en la historia del pop. «Tenemos el sonido de la América joven», proclamaba la compañía. Motown dio con la tecla y reivindicó la importancia del escritor de canciones, comenzando con el trío formado por Holland-Dozier-Holland. Descubrían una voz, escribían una canción, trabajaban los arreglos y ya tenían un éxito. Además, los discos se vendían muy bien, y no sólo entre los jóvenes negros. Los muchachos blancos también se sentían fascinados por esas grandes melodías, por la osadía de sus letras, por las virtudes vocales de sus intérpretes, por las colosales orquestaciones, por esos ritmos tan salvajes¿ Por la canción auténtica. Y la radio escupía esas maravillas: «My girl», de los Temptations; «Uptight», de Stevie Wonder; «You can¿t hurry love», de las Supremes; «Ain¿t no mountain high enough», de Marvin Gaye y Tammi Rerrell; «I want you back», de Jackson 5; «War», de Edwin Starr... El sello Stax tenía un sonido más «sureño» que la Motown, más crudo. La rivalidad de ambas compañías formó una competencia tan brutal como fructífera. Ese sonido entregaba calidad y recogía billetes. A comienzos de la siguiente década, la guerra de Vietnam estaba en pleno apogeo y Motown supo adaptar algunos postulados de la «canción protesta» a su realidad. Y nada mejor que un disco llamado «What¿s goin¿ on», de Marvin Gaye, para servir como banda sonora de aquella época, con sus textos explícitos sobre la corrupción política, la falta de oportunidades, las drogas, el asesinato o hasta la protección del medio ambiente. Un álbum que todavía hoy sigue siendo casi inalcanzable, perfecta sintonía del «black power». La industria de la música estaba cambiando y los productores comenzaban a tener un enorme peso en el negocio. Demasiado, según se demostró después. Motown, ya convertida en una máquina de hacer dinero, decidió abandonar Detroit para trasladarse a Los Ángeles, el lugar en el que había que estar si se querían hacer montañas de dinero. Para muchos, el traslado significó el comienzo de la decadencia del sello. Pero los éxitos seguían llegando y la compañía renovaba su catálogo con artistas como Lionel Richie, The Commodores o Diana Ross, en solitario. Éxitos en los 80 Motown siguió coleccionando éxitos durante la década de los 80, especialmente con dos «bombazos»: «We are the world», en plena era de la lucha contra el hambre, y «Say you say me», de Lionel Richie. También obtuvo una gran repercusión la canción «Just to see her», que le valió un Grammy a Smokey Robinson. Fue el último éxito de Motown con Berry Gordy al frente del sello. El magnate vendería en 1988 la compañía a MCA por 61 millones de dólares. No fue un gran negocio: MCA vendería la compañía en 1993 a Polygram por 325 millones. En las últimas dos décadas, la compañía ha seguido renovando su catálogo con intérpretes como Queen Latifah, Erykah Badu o Nelly. Pero los años dorados ya habían quedado muy atrás.
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