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En fin, la crónica del primero de mayo se quedó, como de costumbre, en noticia de operación salida de puente, la sangre no corrió en el río y el hablar de la huelga general sigue pareciendo una propuesta de folleto de vacaciones mientras el proletariado coge las pancartas como quien se va de romería. Luego llega el día 2 para que las autoridades, que se han mostrado tan afrancesadas esta semana, haciendo lo imposible por retratarse con los Bruni, vuelvan a conmemorar nuestra resistencia contra los gabachos, como si todavía nos escociese la milonga de la libertad, igualdad y fraternidad, con ganas de darle vivas a las cadenas. Con la celebración institucional de antiguas algaradas parece que se intenta revivir la tradición rebelde, irredenta y revoltosa de una ciudad como Madrid, que sucesivos gobiernos tratan de domesticar y poner en vereda sin éxito. En estas, ¿qué tenemos para dar guerra en un 2 de Mayo florido y desértico en el que despertar la tensión adormilada? Esperanza Aguirre le da la medalla de oro de la Comunidad a Alaska, haciendo de la cantante una Manolita Malasaña maquillada de extremos. Y también tenemos al Real Madrid, que podría entonar el himno de «Yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré», para lanzarse a la batalla contra las maneras imperiales del Barça, en un partido donde se impone el cantar de gesta, pues hay fechas que todavía invitan a hazañas heroicas. Con dramáticas sombras de aguafuerte de Goya.
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