Internacional

Traedme a los agitadores, amenazad a los críticos

El poder, los príncipes, sus machacas, lugartenientes y verdugos, estarán siempre encantados de fulminar a los moscones

El director de una funeraria traslada un cadáver de una residencia de ancianos en Brooklyn
El director de una funeraria traslada un cadáver de una residencia de ancianos en BrooklynJohn MinchilloAgencia AP

Nos lo advirtieron los escritores de The wire. Al poder no le gustan los tocapelotas. No le agradan los insurrectos. No empatiza con los subordinados que se insubordinan. El poder, los príncipes, sus machacas, lugartenientes y verdugos, estarán siempre encantados de fulminar a los moscones, a los valientes, a los rebeldes, a los que ignoran la cadena de mando, a los que eligieron obedecer su conciencia, incluso a riesgo de perder su trabajo y quién sabe qué más, antes que amoldarse al confortable vaivén de quienes mecen la cuna y pagan los sueldos.

Cercados por la pandemia se multiplican los casos enojosos, de valientes apisonados por los guardianes de la ortodoxia, los ejemplos de ruina moral, los rebaños de cobardes, mientras rastreamos con lupa y agradecemos en pie los consoladores modelos de entereza, gallardía, coraje y temple. Entre los héroes, lejos de la pirotecnia del teatro, pequeñitos, enormes, fieramente humanos, destaca José Antonio Nieto González, responsable del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Policía Nacional, destituido a tres meses de su jubilación por, uh, dar salida a un memorándum donde alertaba del monstruo.

Nieto González, por cierto, liberó partidas presupuestarias para comprar mascarillas y guantes con los que proteger a nuestros policías mientras el gobierno y mariachis S.A. entretenían las tardes explicandonos que la pandemia no estaba ni siquiera controlada porque no había pandemia, ni riesgo. Y si quieres ir a fútbol o manifestarte con varios miles contra la alerta machista y antifascista y aserejé (inciso: ¿qué fue de ellas? ¿Qué se hizo de las múltiples alertas antifascistas que tanto alimentaron las tertulias?) pues tú mismo, a colocarte (de virus) y al loro (¡y al lobo!).

¿Cómo no iban a cepillarse al agente Nieto González si la vicepresidente predicaba que todas las mujeres debían de acudir a las manifestaciones del 8-M, que les iba la vida en ello y blablablá? En EE UU, entre tanto, han liquidado al comandante del portaaviones USS Theodore Roosevelt, Brett Crozier, enfermo de coronavirus. Lo despidieron por escribir un informe en el que alertaba de la situación en su buque, después de que el documento acabase en manos de la prensa. Fue destituido entre los aplausos de sus marineros y las palabras, que lo venera soeces del secretario de la Marina de EE UU, Thomas Modly, que lo acusa de traidor. Sus superiores temen que la carta del militar, héroe de guerra, as de la aviación, desnude la gestión de un gobierno infame, de perfil en los primeros y cruciales días de la crisis.

Cuando todavía podíamos levantar parachoques y diques. Cuando el rumor de la ola antecedía a su impacto y la tragedia de China e Italia permitía suponer la clase de monstruo que venía. Pero Donald Trump, Pedro Sánchez y Boris Johnson, por citar a tres de las más destacadas acémilas que sufrimos, no nacieron para comandar. Son criaturas hijas de la propaganda. Expertos en azuzar babosas guerras culturales. Campeones del simulacro. Emperadores del fracaso y el fraude. El puesto les viene grande. Al llegar la hora fatal su mejor maniobra, su gran espectáculo, pasaba por ajusticiar a los jilgueros que cometieron la osadía de alertar por la presencia del grisú. Igual, al fin, que el gobierno chino, que fulminó al pobre oftalmólogo de 34 años que denunció en diciembre la existencia del nuevo virus.

A Li Wenliang, que finalmente pereció por la enfermedad, le dijeron que era antipatriota vestir el traje de Pepito Grillo y que a los insurgentes con causa les espera el ostracismo, el silencio, el oprobio y la degradación. El poder, por naturaleza, prefiere los aplausos, las genuflexiones, los ovejos que aceptan el pienso oficial y los cautivos, desarmados, dispuestos a cualquier monería para congraciarse y hacer reír al patrón, al que tanto queremos y que taaanto nos quiere. A quién puede sorprenderle que el gobierno sugiera que la policía debería de controlar las redes sociales a la busca y captura de réprobos y pérfidos agitadores.

O que Unidas Podemos pida a la fiscalía que investigue teóricas organizaciones criminales dedicadas a la elaboración de bulos contra la intachable, impecable gestión del gobierno. Más sorprendente resulta que el PSOE alente a la delación de escritores en redes con la excusa de perseguir las fake news. Yo, en fin, solo puedo garantizar que yo (y otros muchos mejores que yo) no hemos de callar «por más que con el dedo,/ ya tocando la boca o ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo». Las patadas en la boca estimulan la urgencia por escribir. A la promesa de la mordaza responderemos con una peineta digna de Jimmy McNulty amenazado con el destierro en los muelles. Se va a callar Rita.