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Coronavirus

El coronavirus mata a 80 ex combatientes de EE UU en una residencia

La falta de personal permitió que «el virus se propagara como un incendio», ha relatado una enfermera que trabaja en el centro

FILE - In this March 31, 2020, file photo, an ambulance is parked outside of the Soldiers' Home in Holyoke, Mass. Nearly 70 residents have died from the coronavirus at the central Massachusetts home for aging veterans, as state and federal officials try to figure out what went wrong in the deadliest outbreak at a long-term care facility in the U.S. (Hoang 'Leon' Nguyen/The Republican via AP, File)
FILE - In this March 31, 2020, file photo, an ambulance is parked outside of the Soldiers' Home in Holyoke, Mass. Nearly 70 residents have died from the coronavirus at the central Massachusetts home for aging veterans, as state and federal officials try to figure out what went wrong in the deadliest outbreak at a long-term care facility in the U.S. (Hoang 'Leon' Nguyen/The Republican via AP, File)Hoang 'Leon' NguyenAP

Los veteranos son uno de los colectivos más reverenciados en la mitología estadounidense. Pero al igual que otros colectivos especialmente frágiles, han sufrido como pocos el embate del coronavirus. El caso más tremebundo ha tenido lugar en Massachusetts, donde al menos 80 ex combatientes, todos ellos ancianos, han fallecido en una residencia para mayores, la Casa de los Soldados de Holyoke, enfermos de Covid-19.

Por si fuera poco un número similar ha dado positivo, igual que decenas de empleados. De 230 residentes, según el «Boston Globe», ha pasado a menos de 100. No existe registro de otro brote tan letal en ninguna otra residencia de ancianos de EE UU. Todo esto en un país que ya ha superado la dramática cifra del millón de casos confirmados (1.023.304) y los 59.692 muertos. Entrevistado por el Globe, Edward Lapointe, familiar de uno de los infectados, comentó que «la situación ha sido horrible» y que la gente ingresada «nunca tuvo la menor oportunidad».

Según la cadena Fox, poco sospechosa de querer minar la reputación del gobierno, los números de Holyoke son tan brutales que ha muerto uno de cada tres ancianos. Todavía hoy, después de que las autoridades hayan reaccionado con toda una batería de medidas, se estima que hay un fallecimiento cada dos días. Nadie logra explicar cómo una situación tan dramática pudo producirse, pero mientras se investiga el director de la residencia, Bennett Walsh, ha sido apartado del cargo y el cruce de acusaciones entre él y las autoridades locales está siendo sonado.

Unos y otros se culpan de improvisación y hablan de negligencia, de no haber informado a tiempo, de no colaborar para desatascar la situación, de no haber solicitado el material necesario o de no habérselo proporcionado a unos trabajadores completamente desasistidos. Walsh sostiene que informó al gobierno local desde el primer momento, que pidió ayuda en forma de pertrechos profilácticos y tests, mientras que sus críticos explican que la residencia, en un situación económica delicada, arrastraba problemas de contabilidad que habrían provocado que una permanente carestía de personal.

Desbordados, los profesionales entraban y salían de las zonas supuestamente aisladas, eran incapaces de cumplir con los protocolos de la cuarentena y traían consigo los virus que acabarían con la vida de unos residentes que en numerosas ocasiones superaban los 90 años de edad. Según le ha contado al Globe la enfermera Joan Miller, los problemas de personal permitieron que «el virus se propagara como un incendio». «Debido a que la dotación de personal era muy escasa», añadió, «los trabajadores de una unidad se mudaban constantemente a otros para ayudar, y traían sus gérmenes con ellos».

Massachusetts suma ya 58.302 casos, y de total de muertes registradas, 3.153, no menos de 1.700 han tenido lugar en residencias de ancianos. El gobernador del Estado, el republicano Charlie Baker, continúa sopesando el cómo y el cuándo de la reapertura, pero avisa de que los números del descenso de hospitalizaciones, los datos de positivos, ingresos en unidades de cuidados intensivos y fallecimientos, aunque mejores que hace días, todavía no certifican una tendencia a la baja.

Y mientras tanto otros estados, como Texas y Nueva Jersey, avanzan a distintos ritmos en la desescalada. Phil Murphy, gobernador de Nueva Jersey, informaba que planea reabrir los parques estatales durante el fin de semana. Nueva Jersey es, después de Nueva York, uno de los estados más golpeados por la epidemia, con 114.000 positivos y 6.442 muertos.

Texas, que de momento, y en relación a su 29,9 millones de habitantes, no ha salido tan mal parada (25.297 casos confirmados y 663 muertes), y el gobernador, Gregg Abbot, decretará hoy jueves el fin de la orden de permanecer en casa; el viernes reabrirán los negocios, aunque sujetos a restricciones: así los restaurantes y los teatros no podrán admitir más que a un 25% de su aforo.

Abbot ha subrayado la necesidad de que los texanos sigan las directrices de los expertos sanitarios, «comprometidos con el distanciamiento» y confiando «en los médicos y los datos para proporcionarnos las estrategias más seguras a fin de restaurar los medios de vida» de los habitantes del estado.

La oposición, por su parte, ha tachado la medida de precipitada, de ir a ciegas y de dejarse vencer por las presiones, obviamente dramáticas mientras la economía sigue ahogada. Tal y como se han encargado de recordar numerosos medios, las cifras de muertos por coronavirus en EE.UU. ya superan las bajas sufridas durante la guerra de Vietnam, que arrojó un saldo de 58.220 muertos.