Estados Unidos

Trump exige desmantelar «el 15-M de Seattle»

El ala radical del Black Lives Matter crea una zona sin Policía Desde hace cinco días los agentes han abandonado la comisaria de CapitolHill, que ha quedado bajo el control de los manifestantes

Una pintada callejera de un artista americano en la llamada «Zona autónoma de Capitolhill» en Seattle
Una pintada callejera de un artista americano en la llamada «Zona autónoma de Capitolhill» en SeattleJASMYNE KEIMIG - THE STRANGERJASMYNE KEIMIG via REUTERS

Hace cinco días ya que el departamento de Policía de Seattle, en el Estado de Washington, abandonó su comisaría del distrito Este y de que los activistas, aglutinados por organizaciones como Black Lives Matter, establecieron un espacio aproximadamente libre de policía. El experimento, la llamada «Zona Autónoma de Capitol Hill», que ocupa varias manzanas, tiene algo de paraíso hippie, de 15-M, con gotas de opulencia hipster.

Desde luego abre un debate a nivel nacional. Uno al que no puede ser ajeno el presidente, Donald Trump. Así, en Twitter, ha escrito que «El alcalde de Seattle ha dicho, sobre la toma de control de su ciudad por los anarquistas, “es el verano de amor”. Estos demócratas liberales no tienen ni idea. Los terroristas queman y saquean nuestras ciudades, y piensan que es maravilloso, incluso las muertes. ¡La situación en Seattle debe terminar ahora mismo!».

Antes escribió que «los demócratas radicales de izquierda: Primero intentan quitarte las armas. ¡Después tratan de llevarse tu Policía!». También tuvo palabras para el gobernador del estado, Jay Inslee, al que acusó de ser un radical de izquierdas y al que avisó de que si no retoma la ciudad AHORA lo hará él. «Esto no es un juego. Estos feos anarquistas deben ser detenidos INMEDIATAMENTE. ¡MUÉVETE RÁPIDO!».

Jenny Durkan, alcalde de Seattle, respondió en una conferencia de prensa que «No necesitamos que nadie, incluido el presidente, siembre más divisiones, desconfianza y desinformación. Aunque el presidente no clarificó de qué habla cuando amenaza con tomar la ciudad, Durkan interpretó que podría la Casa Blanca podría desplegar el Ejército. Para Durkan, «La amenaza de invadir Seattle, dividiendo en incitando a la violencia, no solo es inoportuna, sería ilegal».

Desde luego la situación en capitol Hill podría recordar la legendaria peripecia Hamsterdam, fruto de la imaginación de George Pelecanos y David Simon en The wire. En aquel episodio de la serie de HBO el mayor Howard «Bunny» Colvin, veterano del departamento, declaraba libre de Policía una zona acotada en West Baltimore. Colvin, un policía veterano y honesto, se juega así su carrera, desesperado por la evidencia de que ninguna de las soluciones ensayadas habían reducir ni un ápice las tasas de violencia y crimen en el barrio.

Ni que decir tiene que Hamsterdam muerde el polvo y que, en el caso de Capitol Hill, no estamos ante una barriada destruida por décadas de asesinatos, robos a mano armada, prostitución, paro endémico, menudeo de narcóticos a gran escala, drogodependencias y violencia doméstica. Antes al contrario el barrio de Seattle es uno de los epicentros de la cultura hipster de la ciudad. Una zona de gran peso cultural, bastión LGBT, hasta el punto de que recibe el sobrenombre de Gayborhood, repleta de bares, cafés, librerías, galerías y restaurantes, y que cualquier aficionado al rock and roll reconoce como uno de los territorios sagrados del nacimiento del grunge.

Transformada en otro capítulo del serial de las guerras culturales, la cuestión policial alimenta una espiral polémica que poco a poco parece alejarse de los objetivos iniciales. Las protestas, masivas, han dejado también su estela de violencia y muertos. Menos que en otras ocasiones similares en la historia reciente americana. Pero suficientes como para que arrecie la polémica respecto al papel que deben jugar las fuerzas de seguridad y/o a las reivindicaciones de un activismo por momentos desorientado.

Los manifestantes, sin una organización y unas reivindicaciones claras, van desde aquellos que hacen suyas las conclusiones más sensatas de no pocos científicos sociales a quienes parecen empeñados en subvertir el orden constitucional. En un tuit poco amigable con la Casa Blanca, Inslee, gobernador de Seattle, ha respondido a Trump que «un hombre que es totalmente incapaz de gobernar debe mantenerse fuera de Washington. Deje de tuitear»

Tampoco fue mucho mejor cuando le dijo «Haz que estemos seguros. Vuelve a tu búnker». En realidad tampoco que el ensayo social de Seattle tenga recorrido más allá de servir para apaciguar los ánimos o canalizar las protestas. Tiene mucho de aquel Occupy Wall Street, con las tiendas de campaña a las puertas de la bolsa neoyorquina, incluso del 15-M español.

Pero resulta altamente dudoso que la policía de Seattle o de ninguna otra ciudad de Estados Unidos sean sustituidas por partidas de activistas autoorganizadas en comunas. Otra cosa es que las ciudades logren renegociar los convenios colectivos con los cuerpos policiales locales, que los parlamentos estatales pasen leyes más coercitivas respecto al uso de la fuerza y que logre abrirse paso la demanda de desmilitarización de la policía.