Elecciones en EEUU 2020
Una Cámara de Representantes menos azul pero con mayoría demócrata
El partido de Joe Biden sufre para mantener el control de esta cámara y pierde la esperanza de recuperar el Senado
Mientras caían los últimos votos para el Senado y los demócratas veían encogerse sus posibilidades de retomar la Cámara Alta, EE UU abandonaba de forma oficial el Acuerdo de París. Para quién no encuentre la relación conviene recordar que incluso si Joe Biden era proclamado presidente tendría muy complicado revertir las medidas desreguladoras tomadas por Donald Trump. Para regresar a París, igual que para volver a poner en pie las trabas impuestas contra las industrias de los combustibles fósiles, o para sacar adelante a sus nominados para el Tribunal Supremo, la Casa Blanca, el ejecutivo, necesita del legislativo. De ahí que la batalla por las cámaras sea crucial. Los republicanos no sólo habían logrado mantenerse con vida en algunas de las jurisdicciones aparentemente más disputadas, no sólo han logrado que mascarones de proa como Mitch McConnell o Lindsay Graham revaliden sus puestos, sino que han arañado victorias menos previsibles.
McConnell, el hombre decisivo en estos últimos cuatro años, el jefe de la mayoría republicana en el Congreso, capaz de ignorar las diferencias con el presidente para remar en pos de los objetivos comunes, arquitecto de los nombramientos de magistrados, tanto en el Supremo como en las cortes federales, seguía en el momento de escribir estas líneas sin confirmar la resonante victoria de los suyos. «No sé si voy a ser el coordinador defensivo o el coordinador ofensivo», exclamó, en obvia referencia a que dependiendo de lo que suceda con la Casa Blanca podrá seguir ejerciendo como brazo ejecutor desde el legislativo o como contrapeso que bloquee muchas de las iniciativas de un presidente demócrata. «Los republicanos desafiaron las probabilidades y nuestro partido ha crecido esta noche», comentó, «En varios distritos de todo el país los estadounidenses rechazaron el socialismo y votaron por la libertad. Nancy Pelosi: te han avisado».
El caso de Graham, por otro lado, resulta sintomático: candidato a las primarias republicanas en 2015, el veterano senador, uno de los grandes apóstoles del intervencionismo estadounidense en el extranjero, acabó transformado en uno de los más fieles aliados de Trump. El mismo al que había tachado de poco menos que letal para el sistema y populista peligroso. Pero la política hace compañeros de cama y micrófono y teje alianzas entre supuestos enemigos. Como presidente del Comité Judicial del Senado, Graham ha sido un hombre importante en el proceso de nominación y el nombramiento de la nueva juez del Supremo, Amy Coney Barrett. Cualquier otra diferencia encoge a la vista de los logros comunes. Y de nada han servido los intentos demócratas por derribarlo, con un contendiente, Jaime Harrison, que llegaba a la carrera por el senado con el bolsillo lleno de donaciones. En un debate que demuestra bien la inteligencia política del primero y la bisoñez de algunos demócratas, Graham, debatiendo sobre el racismo, comentó, «¿Creo que nuestros policías son sistemáticamente racistas? No. ¿Creo que Carolina del Sur es un estado racista? No. Déjame decirte por qué. Para los jóvenes, los jóvenes de color, los jóvenes inmigrantes, este es un gran estado, pero una cosa que puedo decir sin ninguna duda es que puedes ser afroamericano e ir al Senado. Sólo tienes que compartir nuestros valores. Si eres joven, afroamericano o inmigrante, puedes ir a cualquier parte de este estado, solo necesitas ser conservador, no liberal». Y esa fue la clave en Carolina del Sur. Y más allá: a las victorias en Montana, Texas, Iowa, Kansas, Carolina del Sur, los republicanos añadieron los triunfos en circunscripciones como Alabama, donde donde el demócrata Doug Jones perdió frente a Tommy Tuberville, y que han servido para enjuagar la única victoria resonante de los demócratas, la del ex gobernador John Hickenlooper sobre Cory Gardner en Colorado. Pero los demócratas necesitaban momentos similares. Y no acababan de llegar, a pesar de que sólo ponían en juego dos escaños realmente disputados, frente a no menos de doce que los republicanos temían perder.
En cuanto al Congreso, en manos de demócratas y presidido por Nancy Pelosi, todo apunta a que seguirá igual. Pero con las ventajas azules reducidas en lugares que parecían cerrados a cualquier discusión. «En general, tuvimos unas elecciones mejores de lo que la mayoría de la gente pensaba», ha concedido McConnell, y sabe de lo que habla. A los demócratas parece quedarles el (imprescindible) consuelo del Congreso, la cámara donde desde hace años cosechan sus mejores resultados. Pero ni siquiera ahí lograron la resonante victoria que algunos pronosticaban y que en 2018 hizo creer que el azul sería inexpugnable.
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