Transición en EE UU

Deslegitimar lo legítimo

Carolyn Dudek, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Hofstra, analiza el nuevo período de transición política en Estados Unidos

Un seguidor del presidente saliente Donald Trump sostiene una bandera frente al Tribunal Supremo en Washington, DC
Un seguidor del presidente saliente Donald Trump sostiene una bandera frente al Tribunal Supremo en Washington, DCMICHAEL REYNOLDSEFE

Antes de que se celebrasen las elecciones presidenciales en Estados Unidos este 2020, el presidente Donald Trump comenzó a impugnar la legitimidad de las mismas sembrando ciertas dudas. Habló de juego sucio, incluso antes de que se emitiera el primer voto. A medida que la pandemia se agravaba, a los ciudadanos se les dio la posibilidad de votar por correo, una opción que generalmente se reserva para cuando alguien no puede votar físicamente.

El equipo de campaña de Trump aprovechó la gran cantidad de votos que se emitieron por correo como caballo de Troya para afirmar que las elecciones fueron fraudulentas, especialmente porque la mayoría de esos sufragios fueron emitidos en favor de Biden. Los votantes del demócrata son aquellos que usan mascarillas y siguen las recomendaciones del gran número de expertos que no quieren poner sus vidas en riesgo.

Después de que Biden resultara ganador en los comicios de noviembre, el equipo de Trump emprendió un frenesí mediático y legal en los tribunales buscando justicia, pero no se equivoquen...las elecciones presidenciales fueron “las más seguras en la historia” de EE UU, según los expertos. No se descubrió ningún tipo de fraude: el estado de Georgia realizó un recuento extra y Biden volvió a salir como vencedor, y otras reclamaciones fueron desestimadas por falta de pruebas.

El abogado de Trump, Rudy Giuliani, que estuvo de gira sin parar de hablar hasta que terminó contagiado por la covid, alegó que se produjo un fraude masivo en las elecciones que requería de acciones legales. Trump y las afirmaciones de su equipo de campaña sobre el posible fraude generaron cierta desconfianza al intentar deslegitimar lo legítimo. En plena era de redes sociales con teorías de la conspiración como las de Q-Anon enloqueciendo, tales afirmaciones falsas ponen en peligro la democracia y socavan el corazón de las democracias: las elecciones.

Uno puede asumir quela creencia en el fraude electoral es algo propio de las minorías, pero una reciente encuesta de PBS / NPR mostró que el 61% de los votantes confía en los resultados de las elecciones. Sin embargo, entre los republicanos se trata solo un 24%. De hecho, el fiscal general republicano de Texas, Ken Paxton, apeló al Tribunal Supremo para invalidar los resultados de las elecciones en cuatro estados de campo de batalla que ganó Biden, con otros 16 fiscales generales estatales republicanos que se unieron a la demanda, y 106 miembros republicanos adicionales de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Expertos académicos de todo el país señalaron que estos casos no son meritorios, y el historial en los tribunales hasta ahora respalda dicha afirmación. Sin pruebas, ¿cómo se puede considerar cierto algo?

Estas afirmaciones atípicas e infundadas no solo arrojan dudas donde no debería de haber, sino también la duda puede contener ramificaciones verídicas, pues los líderes de cada estado piden requisitos de identificación de votantes y limitan el voto por correo. Entre las medidas se encuentra un código para limitar el acceso a los votantes en áreas más pobres y en zonas con gente de color. Este tipo de afirmaciones no tratan únicamente de deslegitimar las elecciones de este 2020, sino también en intentar formar a quién acudar a votar en los próximos años.