Testigo directo
Desde Jerson: «Por cada acto de rebelión, matarán a diez civiles»
Los vecinos de la primera gran ciudad tomada por los rusos sufren las amenazas de los soldados
Mykola tiene 56 años y el pasado 9 de febrero fue operado a corazón abierto. Todo salió bien aunque le recomendaron reposo, curas diarias porque tiene el esternón cosido con grapas y analíticas para controlar infecciones. Pero justo 15 días después de que salvara su vida temió perderla de nuevo; esta vez, por el bombardeo ruso en su ciudad, Jersón. Aunque fue la noche del jueves cuando Igor Kolijayev, el alcalde de esta localidad de unos 300.000 habitantes –situada al sur de Ucrania a orillas del mar Negro y junto al río Dníper–, confirmó que las tropas rusas habían tomado el edificio de la alcaldía, sus vecinos llevaban ya una semana viviendo en sótanos y escuchando detonaciones. Los últimos tres días nadie salía a la calle.
Lo cuenta Yana, la hija de Mykola: «Ni a médicos ni a nada». Ella tiene 37 años y aunque lleva desde los 19 en España –primero en Coruña; ahora en Móstoles– su sentimiento es el mismo que el de miles de ucranianos estos días: impotencia y miedo cada vez que suena el WhatsApp o angustia cuando tardan en responder.
“Se hacían pasar por los nuestros”
En el sótano de la casa de Yana están encerrados sus padres, Mykola y Svitlana, con su abuela, de edad muy avanzada. Comen latas y conservas que hicieron durante el verano y Svitlana se encarga de hacerle las curas a su marido con el material antiséptico que le queda. Ella intenta dormitar todo lo posible para soportar el horror de la guerra, que ya hace mella en todos. «Los días antes de tomar mi ciudad se pasearon por mi calle con megáfonos haciéndose pasar por soldados del ejército ucraniano para que la gente saliera de sus casas pero era mentira. Les utilizan como escudo humano y ya han advertido: por cada acto de rebelión, matarán a diez civiles. Hacen barbaridades contra la población».
La humillación al pueblo de Jerson por parte de las tropas rusas alcanza límites atroces. Yana, como todos sus familiares, está convencida que de ésta ya no levantan cabeza. «Desde el pasado jueves, cuando bombardearon el aeropuerto de mi ciudad, no han parado de volar sitios civiles: mi escuela, un centro comercial... Ya me dirás qué tiene eso de interés militar».
Su abuela ya fue refugiada de guerra
Precisamente en ese centro comercial tenía la madre de Yana su negocio: una tienda de ropa que ya no existe. «Si el país llega a recuperarse de esto, ellos no lo van a ver», asegura Yana en referencia a sus padres y, sobre todo, a su abuela, que es una superviviente de la Segunda Guerra Mundial. «Vivía cerca de Polonia; ella era una niña pero sabe lo que es tener que irse con lo puesto en un carro con un caballo y, ahora ¿otra vez?».
Al parecer, el Kremlin planea establecer en esta ciudad tan estratégica por su proximidad con Crimea y el puerto de Odesa una administración militar para controlar su avance hacia el centro.
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