Entrevista

Fawzia Koofi: “Si no detenemos a los talibanes, puede haber otro 11-S”

La exvicepresidenta del Parlamento afgano cree que el mundo ha abandonado a las mujeres de su país, que ya no pueden ni ir a la Universidad

Fawzia Koofi recogió la semana pasada en Madrid el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española
Fawzia Koofi recogió la semana pasada en Madrid el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía EspañolaLa RazónAlberto Carrasco

La biografía de Fawzia Koofi (Badajshán, 1975) corre pareja a la historia de su país. Cuando nació, su madre, que esperaba un varón para destacar entre las otras seis esposas, la dejó al sol a ver si lograba librarse de ella. Fawzia salió adelante y convirtió la supervivencia en su rutina. También se empeñó en estudiar y acabó yendo a la Universidad, donde se licenció en Ciencias Políticas. Fue la primera mujer vicepresidenta de la Asamblea Nacional y aspiró a liderar su país, un paso adelante que le valió un atentado en 2010. La vuelta de los talibanes en agosto de 2020 la obligó a exiliarse en Reino Unido, desde donde continúa su militancia y donde vive con sus dos hijas, a las que también ha criado sola. La semana pasada recogió en Madrid el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española.

-Los talibanes acaban de prohibir a las mujeres estudiar en la Universidad y trabajar en ONGs. ¿Esperaba que llegaran tan lejos?

-Me he quedado en shock, pero no te puedo decir que me haya sorprendido. No es la primera vez que los talibanes arrebatan derechos fundamentales a las mujeres. Ya lo hicieron la primera vez que estuvieron en el poder. Ahora han cambiado de estrategia; primero se presentaron como moderados y luego han ido haciendo lo de siempre. Es devastador observar cómo lo que pasa en Afganistán no sucede en ningún lugar del mundo. Solo nos ocurre a nosotras. ¿Cómo es posible, en pleno siglo XXI?

-¿En algún momento creyó que habían cambiado?

-Esto es lo que son, lo que siempre han sido. Fue una postura ingenua creer que habían cambiado. En mi caso los conozco bien porque fui una de las cinco mujeres involucradas en las negociaciones pasadas con ellos. Aunque nunca los creí, sí quise darles una oportunidad para ver si eran capaces de hacer algo distinto en un Afganistán que ya no es el mismo. Las generaciones más jóvenes han se criado con Internet, con redes sociales. Pensaba que, quizá, con la presión de los nuevos afganos y de los medios de comunicación... Desgraciadamente, no ha sido el caso. El problema fundamental es que si les quitas esa ideología contra las mujeres no queda nada. Es todo lo que son, es su bandera. Si no suprimen a las mujeres, las nuevas generaciones no les apoyarán. Así se mantienen en el poder.

-¿Cuándo salió usted del país?

-A principios de septiembre. Aguanté unas semanas en Kabul después de que tomaran el poder. Los talibanes hacían guardia en la puerta de mi casa, me pusieron en arresto domiciliario. No tenía ninguna movilidad ni capacidad de cambiar nada, así que me fui con mis dos hijas de 24 y 23 años.

-¿Tiene la sensación de que el mundo las ha olvidado?

-El mundo ahora está centrado en Ucrania. Además, el flujo de las noticias va tan rápido que un titular tapa al anterior y es muy fácil distraerse. Aun así, el mundo se ha olvidado de las mujeres afganas. Y creo que es peligroso porque puede ser que ocurra otro 11-S y el problema traspase nuestras fronteras. Si la comunidad internacional continúa dando dinero a los talibán y reconociendo su poder, se van a hacer fuertes y se quedarán más tiempo. Eso animará a otros grupos radicales a hacer lo mismo y la seguridad internacional se verá amenazada. Les mandan dinero sin parar, cada semana les llegan 14 millones de dólares. Es dinero de la ONU que pasa por el Banco Central del régimen.

-¿Las mujeres afganas siguen saliendo a la calle?

--Lo hacen, pero en grupos pequeños porque tienen mucho miedo. Muchas de esas mujeres activistas, la mayoría colegas mías, acaban en la cárcel. Una de ellas ha estado ocho semanas en prisión, la acaban de liberar hace solo dos días. Las detienen, las torturan. Una amiga me contaba cómo por la noche escuchaba los gritos de dolor de las otras mujeres. Las mujeres están aterrorizadas por los talibanes son brutales con ellas. En Afganistán si has estado entre rejas tu imagen pública se ve muy deteriorada.

Esta misma mañana los talibanes han ido a mi casa y han arrestado a un compañero que me la estaba cuidando. Le han vendado los ojos, le han esposado y se lo han llevado. Así, sin mediar palabra. Eran cuatro talibanes vestidos con uniformes negros, seguramente del Servicio Secreto. No sabemos dónde se lo han llevado ni de qué se le acusa, otra conducta muy frecuente. Este es el panorama.

-¿Ve posible que en su país ocurra algo parecido a lo que sucede en Irán con el movimiento de protesta femenino?

-Espero que algo así ocurra en algún momento y que nos ayuden nuestros hermanos, padres, maridos, los hombres de Afganistán. Me sorprende mucho que ellos no actúen al ver lo que les ocurre a las niñas y mujeres de su familia, a las que prohíben hacer todo. Ellos también tienen miedo, lo sé, los talibanes siguen yendo a las casas y matan a la gente. Al menos esta semana ha habido protestas de estudiantes varones por lo que le están haciendo a sus compañeras. Se han negado a examinarse sin ellas.

-¿Qué le queda a la mujer afgana?

-Nada. Es como si a todas las hubieran puesto bajo arresto domiciliario.

-Si le hubiera dicho hace cinco años lo que iba a pasar, ¿me habría creído?

-Nadie en el mundo pensaba que los talibanes regresarían. Yo aún no me lo creo.

-¿A quién culpa?

-A la comunidad internacional.

-¿Qué se debería hacer?

-Se deben hablar con ellos exclusivamente bajo ciertas condiciones. Además, hay que seguir de cerca a la elite talibán, tanto dentro como fuera del país. Hay que imponerles la prohibición de viajar. Los países musulmanes tienen que asegurarse de que los talibanes no se arroguen la representación mundial del Islam, que es lo que están haciendo ahora.

-¿Qué es lo que más echa de meno de su país?

-A la gente, a mi gente. Había un colegio justo enfrente de mi casa y me encantaba ver a las niñas con el pañuelo blanco salir de la escuela a mediodía, cuando yo llegaba de trabajar.

-¿Qué les diría a las mujeres de su país si pudieran leer estas líneas?

-Ellas ya han hecho historia al haberse opuesto a los talibanes. Ellas serán el agente del cambio. Esto no puede durar para siempre, un Gobierno con políticas excluyentes no se sostiene. Tenemos que seguir dando la batalla por nuestra gente porque sin lucha no hay cambio posible.