Rescate a Grecia
«Alemania lo que pretende es esclavizar a los griegos»
La presión de Berlín sobre Tsipras transforma la decepción de los helenos en apoyo renovado a su primer ministro.
La interminable saga de las negociaciones crea nerviosismo entre muchos griegos. Las últimas exigencias de Berlín por aplicar nuevas reformas de austeridad calaron hondo en una sociedad que se siente herida. Entre los más mayores, la postura de Alemania es «irresponsable». Primero, «porque ponen en riesgo el destino de la Unión Europea», y, segundo, «porque en la Segunda Guerra Mundial el resto de países europeos perdonaron parte de la deuda a través del Acuerdo de Londres en 1953 y ellos deberían hacer lo mismo». En una cafetería del centro de Atenas, Maria Milona, de 74 años, también cuenta a LA RAZÓN lo mismo con perfecto acento inglés: «Cuando Alemania nos invadió, mi familia tuvo que irse a Reino Unido. Ellos destrozaron nuestro país y les perdonamos. Deberían hacer lo mismo, pero no tienen memoria histórica». Para ella, la decisión de que Grecia abandone la moneda única estaba tomada «desde hace mucho tiempo» y todo esto es «simplemente un teatro».
Para los más jóvenes «Alemania sólo pretende esclavizar a los griegos», como señala Dimitris Kondoris, quien apunta además que la intención es «comprar nuestras propiedades, nuestra tierra y también las islas», en referencia a los rumores de que el ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, había pedido privatizaciones por valor de 50.000 millones de euros durante cinco años fuera del euro para luego permitir su reingreso. La figura de Schäuble ha sustituido a la de Merkel como «el demonio de Grecia» por la austeridad. Así se pudo ver en algunos carteles por el «no» para el referéndum con el rostro del dirigente alemán donde se leía «Cinco años chupándote la sangre».
Cada vez que los acreedores dan otra vuelta de tuerca en las negociaciones, sin embargo, la figura de Alexis Tsipras se refuerza. Al inicio de esta semana, cuando Atenas se rindió ante las exigencias de los prestamistas, imperó la decepción con el Gobierno izquierdista. Pero ahora muchos acusan de nuevo a los socios de «pisotear a Grecia» y creen que «realmente Tsipras hace lo máximo que puede», como indica Irini Papadakis. Para esta mujer de 49 años, «lo mejor es seguir en el euro», como desea alrededor del 80% de la población. La sociedad griega está anestesiada después de cinco años de crisis. No obstante, tal y como opina Yorgos Patsilas, «la gente ya no puede aguantar más austeridad». Por ese motivo, la salida del euro «tampoco sería tan traumática». El joven justifica, algo displicente, que «igual que en Europa están preparados para evitar el contagio, nosotros también para soportar las consecuencias», y pone como ejemplo la «inmensa» paciencia que han tenido los griegos para aguantar dos semanas de «corralito».
Una muestra de esa estoica calma de la población se ha podido observar en la ausencia de incidentes en los cajeros, así como en las manifestaciones. Ayer el partido anti-capitalista Andarsya y un grupo de anarquistas se concentraron en la plaza Syntagma, frente al Parlamento. La primera reclamación es que «el Gobierno no ha respetado la voluntad popular» tras el referéndum, como apunta Kostas Fouseikis, de 38 años. Hasta ahora la mayoría de protestas desde la llegada al poder de Syriza han sido contra «las imposiciones de los acreedores». Esta vez, Kostas subraya que «Alemania no es el problema», sino «el Gobierno griego por obedecer órdenes». Más claro, y también más alto, lo dice Yorgos Papakigas, arquitecto de 29 años en paro: «Tsipras es un traidor y un mentiroso».
Tan sólo un 18 por ciento de los griegos apuestan por abandonar la moneda única. Algunos de ellos, los participantes en la manifestación de ayer. Para Eliana Nikolopoulou, estudiante, «la gente no se moviliza tanto como entre 2010 y 2012 (cuando se firmaron los anteriores memorándums), porque tienen miedo a las consecuencias de salir del euro». De momento, han sorteado esa opción, una semana más, aunque quizá con un poco más de austeridad. La gran incógnita será ver dónde está el límite de los griegos ante esa presión y con un sistema bancario en ruinas que podría acabar con los ahorros de toda su vida.
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