Inmigración

Obligados a abandonar el tren

Inmigrantes en las vías de la estación de Budapeste
Inmigrantes en las vías de la estación de Budapestelarazon

La Policía húngara reabrió ayer la estación de Keleti, pero detuvo a los refugiados que tomaron el primer convoy. Ahora, otros miles se niegan a emprender viaje y esperan.

Rfat es un profesor de literatura árabe de 27 años, originario de la ciudad de Idlib, en Siria. Su casa fue destruida en un bombardeo y viaja con sus dos hermanos, dos primos, sus respectivas mujeres y un sobrino. Lleva cinco días acampado en la estación de Keleti, en Budapest. Se dirige con todo su grupo a Ámsterdam, donde espera buscar trabajo. Sólo desea que vuelvan a salir los trenesn y lo lleven hasta Austria para seguir su camino. Pero tiene reticencias. Los inmigrantes que cogieron un tren por la mañana acabaron detenidos a las afueras del campo de Biscke y enviados a un campo de refugiados para ser registrados, sin llegar a su destino. Por ese motivo, Rfat y sus familiares no confían en que puedan llegar a Austria aunque se abra el tráfico. «De cualquier modo, llegaremos, usaremos otro transporte pero no nos quedaremos en Hungría», asegura a LA RAZÓN. Conoce los peligros de aventurarse por su cuenta y afirma que el Gobierno húngaro está fomentando el mercado de las mafias al no abrir la estación de Keleti.

Desde hace semanas, en las estaciones de trenes de Budapest se han ido habilitando zonas de tránsito para que los refugiados descansen y cubran sus necesidades básicas de agua, electricidad e higiene. Hace semanas que los campos están llenos y las áreas de paso empezaron a colapsarse la semana pasada. El pasado lunes se suspendió el servicio internacional ferroviario desde Budapest, lo que generó una situación insostenible que provocó forcejeos entre refugiados que intentaban subirse al tren para salir de la capital húngara. El panorama sigue siendo desolador. Los alrededores de la estación de Keleti están a rebosar de inmigrantes que se acomodan como pueden, con carpas improvisadas para aplacar el sol y con sus propias tiendas de campaña.

Folya Mohamed, una refugiada procedente de la ciudad siria de Alepo, afirma que no le extraña lo que ha ocurrido con la retención del tren y la posterior detención de los pasajeros. Ayer mismo su marido fue golpeado y detenido al final de la línea tres del metro de Budapest: «Ocho policías nos rodearon y querían detenernos para tomarnos las huellas dactilares», dice. Así es como los refugiados activan el proceso de solicitud de asilo en Hungría. Folya y su marido tenían la documentación encima y ya habían sido registrados por duplicado. En los forcejeos, Folya resultó herida y su marido agredió a un agente con su consecuente detención. Ahora no saben cuándo abandonarán la estación porque no conocen el paradero de su esposo. Viajan a Suecia con sus hijos, que sufren las heridas de las armas químicas usadas en Siria. La familia procuró tratamiento médico en Turquía, pero ante la imposibilidad de conseguirlo decidió viajar a Europa con la esperanza de poder curar a su hija pequeña en la capital sueca.

Las autoridades han argumentado que cumplen con las regulaciones del Tratado de Schengen para no autorizar a nadie a cruzar la frontera sin el correspondiente visado, pero no han ofrecido ningún comunicado aclarando la lamentable situación de la estación de la capital húngara. La apertura de la terminal coincidió con la visita a Bruselas del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, para solicitar ayuda sobre la inminente crisis que suponen los más de 150.000 refugiados llegados al país. En las últimas horas, la estación ha estado fuertemente protegida por grupos de policías. Las ONG y voluntarios espontáneos se acercan a la plaza de la estación para entregar ropa, comida, cuidados médicos y entretener a los niños creando zonas de recreo totalmente improvisadas. Nadie sabe cuánto tiempo se alargará esta situación insostenible.