Guerra de los Balcanes
Cicatrizar la herida abierta
El papel significativo del general Ratko Mladic en la guerra bosnia difícilmente puede exagerarse. Siempre será «el carnicero de Bosnia». Mladic fue parte integral de la campaña criminal desde octubre de 1991 hasta el 30 de noviembre de 1995. Su papel fue el de un brutal y ansioso verdugo. Su objetivo, la eliminación permanente de los musulmanes bosnios y los croatas del territorio reclamado por los serbo-bosnios en Bosnia-Herzegovina.
La sentencia se basa en dos aspectos fundamentales. El primero, las pruebas arrolladoras que acompañaron a los cargos presentados por la acusación. Documentos y órdenes directas dadas por Mladic y la estructura de mando del Ejército serbo-bosnio que claramente apuntan al intento de cometer genocidio. El segundo es el hecho de que varios de sus subordinados ya han sido hallados culpables de genocidios y crímenes de guerra. Incluso el general Radislav Krstic acusó a Mladic y a otros cinco oficiales del Ejército de ordenar la matanza de civiles en Srebrenica.
Muchos serbios ven en Mladic un héroe, un patriota y un guerrero que defendió su nación y su fe contra las «oscuras fuerzas del islam», los croatas católicos y los «capitalistas depredadores occidentales». Ellos ven en el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia (TPIY) un «tribunal político» creado para «castigar a los serbios» y ninguna montaña de evidencias podrá cambiar su opinión y hacerles dudar de su comandante preferido.
Entre los optimistas pensamos que más pronto que tarde Serbia reconocerá su parte en la ruptura de Yugoslavia en general y en la protección de otro criminal de guerra en particular. El resto del mundo que ve e interpreta los últimos acontecimientos en los Balcanes a través de pruebas y lecciones históricas, aun así, sabe que algunas cosas nunca ocurrirán. Aquellos que estudiamos la disolución yugoslava, sin embargo, pensamos en Mladic como uno de los más infames criminales de guerra europeos tras la II Guerra Mundial. La sentencia de Mladic no impulsará la causa de la reconciliación en la región, asumiendo que ese proceso ya haya comenzado. Esto es, en parte, porque el TPIY no se diseñó como instrumento de reconciliación. Para los serbo-bosnios, croatas y musulmanes, los recuerdos de la guerra, la comprensión de la culpa y la responsabilidad por las matanzas son tres soliloquios que sólo se encuentran en la sala del TPIY.
Creo que esta condena y el veredicto aportarán algo de cicatrización a las víctimas y satisfarán su búsqueda de justicia, al menos en alguna medida. Aun así, desafortunadamente las sombras de Mladic y otros criminales de guerra de los años 90 continuarán marcando los límites externos del espacio ex yugoslavo. Mladic seguirá siendo una fuerza poderosa tanto en el imaginario nacional serbio como en el sentimiento colectivo de victimismo de los musulmanes bosnios y los croatas.
*Profesor de Historia Europea y de los Balcanes en la Universidad de Alberta
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