Elecciones en Grecia
Colisión o acuerdo
De poco sirven las críticas a un sistema económico selvático, como hace poco denunciaba el Papa, si la comunidad internacional no adopta medidas contundentes para evitar los abusos. Los dirigentes políticos están, en muchos casos, maniatados por los poderes económicos. En este sentido, no está de más recordar el libro escrito hace más de 50 años por Daniel Bell, «End of ideology» (El fin de la ideología, en español), cuyas ideas pueden seguir aplicándose hoy. En el caso de Grecia, tras el reciente triunfo de Syriza, parece que se pretende seguir el proceso contrario, la subyugación de la economía a la ideología, es decir, en este caso la aplicación de un pensamiento de izquierda radical que sirva para mejorar las condiciones de los más desfavorecidos, y para ello se reclama un cambio de estrategia en la política económica de la UE. El dilema es saber si para lograr el bien común de los ciudadanos deben prevalecer los criterios políticos sobre los económicos o viceversa. Pero una cosa debe quedar clara: que los intereses políticos no deben dañar la economía ni los intereses económicos pueden perjudicar la cultura de un país. Lo difícil es conjugar ambos casos. Tsipras parece que pretende conseguir sacar al país del atolladero a toda costa, pactando como ha hecho con un ala de la derecha. Pero un político experimentado debe saber que los cambios no tienen que ser drásticos ni realizarse de manera rápida, porque se puede encontrar con escollos difíciles de esquivar como son los poderes fácticos, que, aunque no hayan ganado elecciones, pueden poner tantas trabas que den al traste con ideales altruistas.
Grecia, como tantos otros países, se vio afectada por la crisis de 2008. Tras ocultar durante años su enorme deuda pública, se ha impuesto la necesidad de equilibrar su presupuesto. El problema surge cuando, acosada por la UE, se ve obligada a ejercitar políticas de austeridad, es decir recortes del gasto público. La renuncia a la austeridad, como pretende Tsipras, o, dicho de otro modo, el fomento de la inversión pública, podrían facilitar la salida de la crisis, pero estas medidas, si no van acompañadas de una restructuración social profunda y un cambio en la mentalidad en las economías domésticas, podrían fracasar.
En cuanto a los riesgos que Grecia pueda ocasionar a la economía europea en el momento actual, no parece que el mundo de las finanzas se haya inquietado mucho. La UE tiene problemas mucho más graves que resolver como la armonización fiscal para salvaguardar su competitividad. En las bolsas europeas, por ejemplo, se han producido medidas simplemente correctoras que no parecen estar muy influidas por las declaraciones del primer ministro griego.
Para adivinar el futuro de Grecia, no parece que sea necesario recurrir a la pitonisa de Delfos. Tras la tempestad ha de llegar la calma, es cuestión de pactar.
*Profesora de Economía y Finanzas de la Universidad Europea
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