Reino Unido

Cuidar el Parlamento

El sistema Westminster establece la soberanía y supremacía del Parlamento, en una compleja estructura de Constitución no escrita, conformada entre otras por convenciones constitucionales parlamentarias.

Cuidar el Parlamento
Cuidar el Parlamentolarazon

El sistema Westminster establece la soberanía y supremacía del Parlamento, en una compleja estructura de Constitución no escrita, conformada entre otras por convenciones constitucionales parlamentarias.

El sistema parlamentario del Reino Unido se ha basado durante siglos en el principio incontestable de que el Parlamento todo lo puede. El sistema Westminster establece la soberanía y supremacía del Parlamento, en una compleja estructura de Constitución no escrita, conformada entre otras por convenciones constitucionales parlamentarias.

La petición del primer ministro Boris Johnson a la reina de suspensión de la actividad parlamentaria, ha obligado a ésta a ejercer una de sus prerrogativas reales. Es cierto que lo ha hecho a petición del premier, pero también lo es que Johnson ha sido elegido en las primarias internas de su partido sin que hasta ahora haya tenido ningún contraste con las urnas.

El conflicto constitucional de alto voltaje está servido y durante un tiempo serán muchas sus derivadas institucionales y políticas. Entre otras cosas porque la maniobra de Johnson persigue hurtar al Parlamento de actividad ordinaria en los trascendentales momentos previos al límite del Brexit el 31 de octubre. El cierre del Parlamento tiene su propio significado en el Reino Unido, por las peculiaridades del sistema británico, diferentes al que podría tener en los modelos parlamentarios continentales, pero sin duda hay un hilo conductor preocupante en el tratamiento que se está dando a muchos Parlamentos, que son uno de los pilares de las democracias. En unos tiempos de zozobra institucional, fragmentación política y populismo a raudales, los Parlamentos deberían ser una especie a preservar, no porque estén en peligro de extinción, sino porque están siendo permanente zarandeados o utilizados por los intereses partidistas de unos u otros.

De ello hemos tenido un ejemplo cercano en España. Hace tan sólo unos meses, Cataluña ha tenido un parlamento al ralentí, con una actividad bajo mínimos, sometida a la disputa encarnizada entre las dos fuerzas políticas que, paradójicamente, conforman el gobierno de esa Comunidad.

En general la inestabilidad institucional, como consecuencia entre otras de la fragmentación política y los comportamientos populistas, está siendo un auténtico stress test para las instituciones y los sistemas constitucionales. De ese examen de fortaleza institucional en tiempos de crisis política no se libran los parlamentos. A sus comisiones, plenos y procedimientos se traslada en demasiadas ocasiones el fragor de batallas que deterioran y desgastan la vida parlamentaria. El uso interesado que se está haciendo de los parlamentos no es bueno para la salud democrática de los países. Los parlamentos como asambleas legislativas, de exigencia de responsabilidades, deberían ser respetados, casi venerados, como fortalezas de la democracia. Todos y cada uno de sus miembros tienen una enorme responsabilidad para con la ciudadanía y con el propio sistema democrático. Pero sin duda, son los gobiernos, por su posición y relación con los parlamentos, los que más pueden hacer por preservar y respetar las funciones y naturaleza de las cámaras. Porque respetar al Parlamento y cuidarle es cuidar la propia democracia.