La amenaza yihadista
De licenciado en Derecho a las cuevas de Al Shabab
Tras graduarse con la máxima nota en Nairobi, se alistó en la red somalí en 2013.
Se enteró cuando un grupo de policías llamaron a su puerta ayer domingo; había denunciado la desaparición de su hijo en 2013, tras sospechar que se había trasladado a Somalia para unirse presuntamente a la organización terrorista de Al Shabab. Fue ahí, en la puerta de su casa donde le informaron de que su, hijo estaba involucrado en la masacre a la Universidad de Garissa y que se encontraba entre los integristas abatidos por las Fuerzas de Seguridad.
Su vástago, Abdirahim Abdullahi, de 28 años, era uno de los verdugos de las 148 personas que fueron asesinadas en el ataque terrorista más mortífero de la historia del pequeño país africano, la mayoría de ellos, cristianos. Abdullahi, keniano de origen somalí, se había licenciado en Derecho en la prestigiosa Universidad de Nairobi en 2013. Educado en la escuela local de Wamy, fue ahí donde estudió secundaria, hasta ingresar a la universidad en 2007. Tras graduarse con la máxima nota, trabajó durante dos meses en una oficina bancaria de Nairobi. Es a partir de ese momento, al abandonar su prometedor empleo en la capital keniana cuando su familia perdió todo el contacto con él. Su padre es el alcalde de uno de los distritos de la región de Mandera, en la frontera con Somalia y Etiopía.
Las autoridades ayer no salían de su asombro. Abdullahi, que fue descrito como «un chico joven que tenía un futuro brillante como jurista» por el portavoz del Ministerio de Interior de Kenia, Mwenda Njoka, eligió sumarse a la guerra santa de Al Shabab. Las sospechas de la radicalización del joven abogado empezaron en su segundo año de universidad, cuando su padre denunció ante las autoridades locales la posibilidad de que su hijo estuviera en un grupo terrorista. Uno de sus ex compañeros aseguró ayer que era un joven «crítico con sus padres», pero como muchos otros y que «nunca le hubiera visto capaz de hacer algo como lo que ocurrió en el campus» de Garissa. El investigador sobre extremismo de la Universidad de Harvard, Shashank Joshi, aseguró a LA RAZÓN que los jóvenes representan el núcleo duro de los grupos terroristas como Al Shabab. «Nuestra juventud es especialmente sensible a la radicalización de los grupos extremistas, es más idealista y un blanco fácil para los radicales de cualquier organización terrorista» explica Joshi, que considera que existe un cambio de tendencia, con respecto al pasado pues, como ilustra este caso, los terroristas «proceden de familias con buena posición social» para el analista «en este caso el extremismo tiene el mismo patrón en África como en Europa».
Las organizaciones yihadistas han tomado como ejemplo de reclutamiento al Estado Islámico y están canalizado sus esfuerzos entre los más jóvenes. «Durante la época de Bin Laden, era muy difícil ver a jóvenes con estudios universitarios entre sus filas», asegura Joshi para precisar que «era impensable que dejaran sus vidas cómodas para unirse a un grupo radical». Para el investigador de Harvard hoy ocurre lo contrario y es en este sector social «donde la comunidad internacional debe concentrar esfuerzos».
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