Irán

Trump declara la guerra a los «amigos» de Teherán

«Cualquiera que haga negocios con Irán no los hará con EE UU», advirtió. Los sectores automovilístico, financiero y los vuelos comerciales, los más afectados

Ciudadanos iraníes compran en los negocios del Gran Bazar de Teherán, ayer / Efe
Ciudadanos iraníes compran en los negocios del Gran Bazar de Teherán, ayer / Efelarazon

«Cualquiera que haga negocios con Irán no los hará con EE UU», advirtió. Los sectores automovilístico, financiero y los vuelos comerciales, los más afectados.

Donald Trump ha sido fiel a su doctrina y su Gobierno ha impuesto una batería de sanciones económicas contra Irán. La primera ráfaga afecta, entre otros, a sectores tan sensibles como el automovilístico, las transacciones financieras y los vuelos comerciales. Casi inmediatamente la alemana Damlier, fabricante de Mercedes-Benz, anunciaba la suspensión de todas sus actividades en el país persa. «Son, en cualquier caso, muy limitadas», señaló la empresa, y tal y como explicaron ayer los analistas, ahí, la brutal diferencia de tamaño entre el mercado estadounidense y el iraní, pivota la estrategia del Gobierno de EE UU.

Y es sólo el principio. En otoño llegarán las sanciones contra las importaciones duras, las destinadas a la línea de flotación de la economía de Irán, desplegadas contra la venta de hidrocarburos, principal fuente de divisas del país, y contra su ya maltrecha banca.

En un tuit fulminante, el presidente Trump confirmó que se trata de «las sanciones más duras jamás impuestas, y en noviembre subirán a otro nivel». No acaba aquí la retórica explosiva de la Casa Blanca. Faltaban las amenazas. Contra sus socios europeos, dependientes del petróleo y el gas iraníes, por más que el mensaje deba de leerse entre líneas. «Cualquiera que haga negocios con Irán no hará negocios con los EE UU», dijo Trump, para luego concluir que está «¡pidiendo paz mundial, nada menos!».

Pero la cascada de ataques verbales e intimidaciones no debiera de sorprender a nadie. Hace apenas dos meses, cuando la Administración Trump adelantó la ruta a seguir respecto a Irán, ya avizoró las sanciones a terceros. Washington no admitiría ningún tipo de subterfugio. En caso de duda basta con remitirse a las actuaciones estadounidenses respecto a las importaciones de acero y aluminio y, por supuesto, a la sucesión de aranceles y a los tambores de guerra comercial con China. El régimen de los ayatolás, por su parte, tenía que aceptar que el acuerdo multilateral, afanosamente negociado por la Casa Blanca de Obama, la UE, Rusia y China, era papel mojado. Más le valía renegociar con EE UU los términos de un nuevo acuerdo.

Lo pronosticó el ex director de la CIA, Mike Pompeo, secretario de Estado, que en una multitudinaria rueda de prensa amenazó sin miramientos con destruir Irán al tiempo que advertía a quien aspire a discutir las sanciones. «El régimen iraní debe saber que este es solo el principio. El aguijón de las sanciones será doloroso si el régimen no cambia el curso del camino, inaceptable e improductivo, que ha elegido, si no se reincorpora a la liga de las naciones». «De hecho», añadió, «estas serán las sanciones más duras de la historia cuando estén completas».

Ni que decir tiene, «si Irán reinicia su programa nuclear, se traducirá en unos problemas mucho más graves de los que nunca haya sufrido».

En declaraciones a la televisión estatal de Irán, el presidente Hasan Rohani, explicó que su Gobierno está dispuesto a negociar sin condiciones previas. Le va mucho en el envite a un hombre moderado para los estándares de la teocracia persa. Pero la Casa Blanca no se mostró particularmente impresionada. Así, y delante de las cámaras de CNN, el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, tachó de mera «propaganda» las palabras de Rohani, al tiempo que añadía que «si los iraníes realmente están dispuestos a venir y hablar de todos sus comportamientos malignos en la región y en el resto del mundo, encontrarán al presidente dispuesto a hacerlo».

Es el momento de mover ficha. Si Irán no reacciona pronto se arriesga a multiplicar el creciente malestar en el seno de una sociedad perennemente maltratada. Con la inflación al galope y el paro en cifras de dos dígitos, las enésimas sanciones comerciales podrían dar alas a la oposición. Una alternativa consistiría en plegarse a las condiciones de Washington, que de momento no han sido explicadas, y sentarse a negociar. Algo así como una reedición de lo sucedido con Corea del Norte. Un encuentro largamente publicitado, con sus imprescindibles dosis de misterio, que proporcione inmediatos réditos electorales. La otra posibilidad pasa por ignorar las advertencias de la Casa Blanca e, incluso, por reiniciar su programa nuclear. Una apuesta de resultados impredecibles y que ninguno de los actores desea.

«Irán se enfrenta a una elección: o cambia su comportamiento amenazante y desestabilizador y se reintegra en la economía global, o continúa por un camino de aislamiento económico», advirtió el presidente Trump.