Crisis migratoria en Europa

El aluvión de refugiados pone a prueba Schengen

Austria envía al Ejército a su frontera y Hungría cierra sus puertas, mientras Eslovaquia y República Checa se suman a Alemania y refuerzan los controles

A LA INTEMPERIE. Varios refugiados, ayer, en la frontera entre Austria y Hungría, cerca de Heliligenkreuz, ayer
A LA INTEMPERIE. Varios refugiados, ayer, en la frontera entre Austria y Hungría, cerca de Heliligenkreuz, ayerlarazon

Alemania dio un giro inesperado en su política migratoria al anunciar el domingo que restablecería los controles provisionales de su frontera con Austria. Esta medida, que rompe de facto el acuerdo de libre circulación de Schengen, se adoptó para «contener la enorme afluencia de refugiados» que llegan a territorio germano, según palabras del titular del Interior, Thomas de Maizière. El país, considerado hasta ayer un modelo de solidaridad europea para muchos, se detuvo a escuchar las súplicas de Múnich, el principal punto de entrada al país, que se confesó «desbordado» con 63.000 llegadas en las últimas dos semanas. Sólo unas horas después de este anuncio, Berlín desplegó 2.100 agentes de Policía en su paso fronterizo que exigen la identificación de quienes quieran entrar al país. Sin la documentación y el visado, no podrán pisar suelo alemán. Sin embargo, los refugiados aptos para solicitar el derecho de asilo en el país podrán registrarse de inmediato y comenzar el trámite habitual como peticionarios.

Berlín puntualizó, no obstante, que los «refugiados continuarán viniendo» y que se acogerá al número de asilados previsto. Un número que, atendiendo a las estimaciones del vicecanciller Sigmar Gabriel, podría sobrepasar el pronóstico de 800.000 solicitantes anunciado en agosto, y llegar al millón para 2015. Alemania comenzó a ser visto como un oasis de bienestar para la mayoría de los migrantes que buscan establecerse en un lugar seguro, especialmente tras anunciar que no reenviaría a los refugiados sirios al país de la Unión Europea (UE) por el que habían entrado. Esta medida fue mirada escépticamente por algunos Gobiernos, incluido el de su país vecino, Austria. «Se les dio esperanzas a los migrantes», declaró la ministra del Interior austriaca, Johanna Mikl-Leitner, en una acusación encubierta a Berlín.

Ahora, sin embargo, el país que dirige Ángela Merkel reconoce estar «a los límites de su capacidad». Los campamentos de emergencia están llenos y muchos migrantes deben dormir en la calle a bajas temperaturas. Los servicios ferroviarios procedentes de Austria no funcionan con normalidad por retrasos en los controles. Hubo embotellamientos de hasta 20 kilómetros en las autopistas A8 y A10 y las hileras de personas esperando en los pasos fronterizos del sur de Alemania se extendían ayer a lo largo de seis kilómetros.

Angela Merkel ha podido decidir echar el freno de mano en la libre acogida de migrantes por varios motivos. Entre ellos, para conseguir suavizar las tensiones que se han formado dentro de su propio Gobierno, especialmente desde que su decisión de apertura de fronteras fuera tachada como «un error» por parte de la CSU, el ala bávara de su partido (CDU). Además, son varios los países europeos que rechazan la demanda insistente de Merkel de establecer un sistema más justo en el reparto de refugiados. Este control fronterizo podría servir para ejercer presión sobre sus socios de la UE. La nueva decisión traerá, sin embargo, crispación y conflictos en las fronteras.

Miles de personas se encuentran ya bloqueadas en las regiones fronterizas, y no sólo en las alemanas, pues Austria no ha tardado en seguir los mismos pasos. «Vamos a proceder como Alemania, ya que los controles provisionales en las fronteras están autorizados en el marco de Schengen», anunció la ministra de Interior austriaca. La república alpina va a utilizar al Ejército en esta tarea de controles fronterizos, con un cuerpo de hasta 2.200 soldados. Otros países que se sumaron al cierre de puertas fueron Eslovaquia y República Checa.

Al mismo tiempo, llegar a Hungría no va a resultar sencillo a partir de ahora. Un día antes de ponerse en marcha la nueva legislación que criminalizará a quienes intenten franquear la valla «anti-inmigración» de 175 kilómetros con la frontera serbia, Röszke, el principal punto de paso, ya fue ayer totalmente hermetizado. Una quincena de policías evitaron la entrada de los refugiados, quienes rompían a llorar al comprobar que no podían continuar su viaje. El domingo, la Policía húngara interceptó a más de 5.800 personas en su frontera, un nuevo récord que se explica por la presión de los migrantes al saber que, dos días después, la frontera sería infranqueable. Mientras, llegan más agentes y se multiplican los vehículos militares en la zona. El Gobierno de Obán destinará 4.300 soldados a vigilar el conflictivo punto.