Política

Venezuela sin Chávez

El chavismo se enfrenta a una turbulenta transición

Los limitados apoyos de Maduro auguran un proceso complicado

Chávez, durante la comparecencia en la que designó sucesor a Maduro el 8 de diciembre
Chávez, durante la comparecencia en la que designó sucesor a Maduro el 8 de diciembrelarazon

El grave y previsible deterioro de la salud de un Chávez recién reelegido no promete una transición tranquila. Si no toma posesión el 10 de enero, lo normal sería que el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, asumiera la presidencia de la República y convocara enseguida elecciones. Pero si, como ha sugerido el mismo Cabello, se aplaza la investidura del presidente, se ahondaría una incertidumbre jurídica que podría dar pie a cualquier situación de inestabilidad o violencia.

Es posible que Nicolás Maduro, ungido por Chávez, pudiera consolidar la coalición de militares y políticos y conquistar la presidencia. Pero una vez en el poder se vería enfrentado a duras pruebas.

De inmediato se vería obligado a tomar medidas altamente impopulares para tratar de resolver los graves problemas económicos, de gobernabilidad y de seguridad que aquejan al país.

Además, tendría que enfrentarse al proyecto en curso de sustituir la descentralización y algunos mecanismos de la democracia representativa por el Estado Comunal. No sería fácil. Los gobernadores, diputados y alcaldes elegidos, incluso muchos chavistas, podrían no estar dispuestos a sacrificar recursos y funciones de sus cargos para dar paso a unas comunas con portavoces designados, que deben lealtad no a la Constitución, sino al presidente de turno y a su proyecto político. Y los electores de Maduro no serían tan tolerantes con él como lo han sido a lo largo de los años con Chávez, el irremplazable líder del proceso bolivariano.

Sabiéndose gravemente enfermo, el presidente Chávez le habría podido ahorrar sobresaltos a la transición venezolana designando como sucesor a su canciller antes de las elecciones de octubre. Con su respaldo, muy probablemente Maduro sería ahora presidente. Pero sólo a medianoche del 8 de diciembre designó al entonces canciller como su eventual reemplazo. Y ahora, ante el avance implacable de la enfermedad, el porvenir del país es cada vez más turbulento e incierto.

El triunfo del chavismo en las elecciones regionales parecería sugerir otra cosa. Con alguna razón, la conquista de 20 de las 23 gobernaciones y de 22 de los 23 consejos legislativos fue calificada como una «victoria perfecta» por el jefe de campaña. En once Estados el partido de gobierno obtuvo un triunfo holgado, con más de 60% de votos. En el resto, el resultado fue más bien apretado. Entre los elegidos predominan once antiguos militares que han acompañado a Chávez en todas las batallas. Cuatro de ellos derrotaron los bastiones de la oposición enl Zulia, Táchira, Carabobo y Nueva Esparta. Pero el chavismo no logró vencer a sus ex militantes de Lara y Amazonas, ni al jefe opositor en Miranda.

El triunfo ya no fue resultado directo de Chávez, pero sí de su incipiente leyenda. En efecto, a pesar de su ausencia pública, la imagen de Chávez copó la última semana. La dirigencia de su partido llamó con insistencia a unir la oración, la movilización y el voto para ganar la batalla electoral y salvar la vida del mandatario.Nicolás Maduro le rogó al pueblo no fallarle a Chávez porque «él nunca nos ha fallado». Y aunque no lograron doblegar la abstención electoral, sí movilizaron al tercio del país que sigue siendo fiel al comandante. A ese triunfo hay que sumar el debilitamiento de la oposición venezolana, que perdió el 40% de los votos de octubre, rompiendo así su tendencia al crecimiento, y quedó confinada a las grandes ciudades.

Si llegaran a celebrarse pronto nuevas elecciones, el triunfo de Henrique Capriles en Miranda le ahorraría el forcejeo por la candidatura, pero su campaña partiría con una oposición desmoralizada. Algunos líderes opositores cuestionan que Capriles se convierta en la única voz que les represente, así que éste se vería enfrentado no sólo a Maduro sino al poderoso mito de Chávez.