Seúl
El control implacable de los medios al servicio de los Kim
"Me enviaron a un campo de trabajo por escribir con una errata el nombre del líder", relata Chang Hae-seong, un veterano periodista norcoreano en el exilio que revela a Efe la férrea censura de los medios de comunicación en el país más hermético del planeta.
Este testigo de excepción detalla que el líder en persona y sus asesores "ofrecen instrucciones detalladas sobre el tipo de programas a emitir"en la televisión norcoreana (KCTV) y "supervisan los contenidos propuestos por los periodistas"en un sistema de propaganda en el que nada queda al azar.
Los contenidos mediáticos "están sometidos a tres filtros de censura: interna, estatal y a posteriori", explica Chang, quien trabajó veinte años en la KCTV (1976-1996), durante un encuentro con un reducido grupo de corresponsales extranjeros en Seúl.
Los medios de Corea del Norte incluyen la televisión y la radio estatales, el periódico Rodong y la agencia de noticias KCNA, todos ellos controlados meticulosamente por el Gobierno.
En el caso de la televisión, los norcoreanos de a pie tienen a su disposición un canal generalista, otro "educativo"y un tercero llamado Mansudae TV en el que se emiten contenidos extranjeros, generalmente de entretenimiento, que el régimen selecciona y corta a su antojo.
"Cuando llegué a Seúl descubrí que aquellos dibujos del gato y el ratón no eran norcoreanos, sino de EEUU, y se llamaban Tom y Jerry", afirma con seriedad Chang, tras explicar que Pyongyang recopila y emite contenidos extranjeros sin consultar sobre posibles derechos de autor.
Los informadores en Corea del Norte gozan de un elevado estatus social, explica, y por ello, quien desea alcanzar uno de los aproximadamente 800 puestos de periodista en la KCTV ha de cumplir dos requisitos básicos: ostentar un brillante expediente académico y pertenecer a una familia bien considerada.
Chang Hae-seong se graduó con méritos en la prestigiosa universidad Kim Il-sung y su abuelo fue un destacado militar que murió en combate en la Guerra de Corea (1950-53), lo que le facilitó el acceso a la televisión norcoreana y, con ello, una vida relativamente cómoda.
Sin embargo, la fe ciega en el Estado y en la familia Kim que inculcan a todos los norcoreanos comenzó a desvanecerse en el caso de Chang.
Los periodistas, expone, "teníamos acceso a la información sobre lo que pasaba fuera, pero había que falsearla"para, entre otras cosas, ocultar los progresos económicos en otros países mientras Corea del Norte permanecía en crisis constante desde los años 90.
Chang asegura haber sentido "vergüenza"cuando reclutaba a grupos de niños y adultos para "ensayar hasta 7 y 8 veces los llantos y consignas de fidelidad al líder"que luego se emitían en la KCTV como si fueran manifestaciones espontáneas.
Otro ejemplo del extremo absurdo que impera en la televisión norcoreana: "me enviaron a un campo de trabajo durante tres meses por escribir con una errata en un documento rutinario el nombre de Kim Il-sung", fundador de Corea del Norte en 1948 y líder del país hasta su muerte en 1994.
En todo caso, matiza que él "estaba bien considerado en la KCTV"y por eso el campo de trabajo fue "como unas vacaciones pagadas"en las que incluso podía beber alcohol en sus ratos libres y charlar con los campesinos a los que ayudaba en sus tareas agrícolas.
El periodista cometió su mayor error en 1996, cuando en una conversación informal sobre historia comentó a un compañero que no fue EEUU sino Corea del Norte quien inició la Guerra de Corea y que el entonces líder Kim Jong-il nació en Rusia y no en el "sagrado"monte Paektu como indican los libros norcoreanos.
Acusado de realizar una declaración contra el Estado, cayó en desgracia y, utilizando sus contactos, logró cruzar con su familia el río Tumen para llegar desde territorio chino hasta Hong Kong y finalmente a Corea del Sur, donde colaboró con los servicios de inteligencia y hoy preside el Centro de Escritores Norcoreanos en el Exilio.
Chang, que presenta estos días su libro "Río Tumen"en Seúl, cree firmemente que muchos de sus excompañeros "son conscientes de que Corea del Norte ya no es socialista sino una monarquía feudal", pero el régimen del miedo impuesto por la familia Kim mantiene sus bocas herméticamente cerradas.
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