Venezuela

El eje bolivariano se tambalea

La Razón
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Impenitente bocazas, el presidente Maduro insultó de nuevo a Rajoy dos días antes de las elecciones venezolanas. En su demagogia crónica debió de pensar ilusamente que eso de decir que Rajoy se chinchara y que el presidente español se iba a disolver o derretir le iba a aportar votos. No ha sido ciertamente así. El votante venezolano, el oficinista, el tendero, el carpintero y sus respetivas familias, bastante tenían con hacer cola para tratar de conseguir huevos, baterías de coche, harina con que hacer el plato diario de los venezolanos, los antibióticos, las vacunas... Los gratuitos vituperios a la colonial madre patria o a sus dirigentes ya no funcionan.

A Maduro se le paró el reloj y no se ha dado cuenta del todo. No se ha enterado de que por mucho que el imperialismo yanqui y el avieso Rajoy se alegren de sus desdichas, las verdaderas razones del derrumbe de la economía y de la sociedad venezolanas son la deficiente y sectaria política económica del gobierno chavista, la ineficacia de sus instituciones y la caída del precio del petróleo. De esto y de que Venezuela siga dependiendo, después de tres lustros de chavismo, exclusivamente del petróleo, como hace cincuenta años, no tienen la menor culpa ni Obama, ni la CIA, ni el PP. El gran país caribeño ha alcanzado todo un récord con Maduro, faltan las cosas más elementales y simultáneamente tiene una de las mayores inflaciones del mundo. Es, pues, Maduro el que corre un cierto peligro de disolverse aunque siga bravucón. Ha acatado el resultado electoral, no contaba con muchas opciones dado el baño que ha sufrido, pero sigue profiriendo eslóganes incongruentes dado que nadie cuestiona la legitimidad de los resultados: «Mientras exista el capitalismo y el imperialismo, la lucha seguirá». ¿ Que relación hay entre eso y el que una buena parte de su pueblo, hastiada, le haya vuelto la espalda?

En varias partes de Iberoamérica, las cosas se mueven ahora en dirección contraria a la verborrea populista de Maduro. En Argentina, al desplazar a la Kirchner, Macri anuncia que va a pedir al Mercosur la salida de Venezuela por violentar el gobierno de Caracas las prácticas democráticas. Doña Cristina en sus últimas fechas en el poder no se lo pone fácil al presidente electo: hace nombramientos en puestos esenciales –Gobernador del Banco Central, Embajador en Cuba– y hasta indica que no acepta que la ceremonia de traspaso de poderes se celebre en la Casa Rosada. En una escena de posible película del descomunal Darín, el artesano que ha hecho el bastón presidencial manifiesta que si los mandatarios no se ponen de acuerdo lo depositará ante la Virgen de Luján. Macri va a empezar su mandato maniatado por las trabas de la presidenta saliente. En Ecuador, Correa está tranquilo de momento, aunque el rector Carlos Arraetegui manifiesta con olfato que aunque el cambio caraqueño es una cosa ajena a Quito, tendrá repercusiones. La oposición ecuatoriana, excitada, piafa ahora por tener una candidatura única que oponer al presidente. En Bolivia, Evo Morales, aunque con considerable control legislativo, también cavila: una encuesta muestra que un 54% de los bolivianos no son partidarios de las reformas que han de votarse en febrero y que permitirían a Morales presentarse a una nueva reelección. Curándose en salud, Evo manda un aviso a navegantes: «Hay que reflexionar sobre cómo deben defenderse las revoluciones democráticas» (la suya y la de Maduro, las demás parece que no son democráticas).

Más motivo de preocupación debe representar el giro venezolano para Cuba. La economía de la isla sigue sin despegar a pesar del deshielo con EE UU. La cantidad de cubanos que han abandonado Cuba o que desean hacerlo no disminuye. Como los que huyen por mar son devueltos por EE UU por los acuerdos existentes con La Habana, hay miles que esperan en México, Costa Rica y Ecuador, porque desde allí tienen posibilidades de entrar (política de «pies mojados, no, pies secos, es posible») en la denostada pero apetecible Yanquilandia. Una supervisión de las ayudas al exterior de Maduro y de sus ventas subvencionadas de petróleo a ciertos países, fundamentalmente a Cuba, conducirá a una reducción que hará pupa en la muy necesitada Habana. Raúl Castro ha dado cálidas palabras de apoyo a la batalla dada por Maduro, pero ha sido respetuoso con el desenlace. En Brasil, el democrático gigante y eterno país del futuro en el continente, hay asimismo agitación. Su presidenta, la señora Rousseff, corre el peligro de ser inhabilitada, la corrupción de varias entidades ligadas al poder es disparatada y parece difícil que ni ella ni su predecesor, el casi canonizado Lula, la ignoraran por completo. Curiosamente, a pesar del peligro de desestabilización con el derrumbe de la cúpula, bastantes medios financieros brasileños ven con esperanza la posible salida de Rousseff.

Es conocido que el todopoderoso Reagan, uno de los presidentes más populares de la historia de EE UU y el hombre que influyó decisivamente en la explosión de la URSS y en la recuperación de la libertad de polacos, húngaros y checos, no firmaba un tratado importante ni se montaba a un avión hasta que la astróloga favorita de su mujer indicaba desde California que los astros en la fecha en cuestión eran favorables y se podía seguir adelante. Para asombro de propios y extraños, le fue bien. Maduro fijó las elecciones del domingo 17 años más tarde, día a día, del acceso al poder de Chávez. En este caso, su astrólogo o su estratega han fallado.