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El «milagro chileno» no da votos

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Cuando el ex presidente norteamericano Bill Clinton visitó Chile por primera vez, no dudó en definirlo como la «perla del continente», un elogio que utilizó posteriormente el FMI para referirse al país. Sin embargo, las encuestas, que vaticinan la vuelta de Michelle Bachelet con una holgada victoria en las elecciones de este domingo, demuestran que los chilenos demandan grandes cambios sociales. Que la derecha haga aguas no es ni mucho menos culpa del saliente Sebastián Piñera. El presidente encabezó el primer gobierno de derechas, tras más de veinte años de Concertación, con medidas que bien podrían catalogarse de progresistas. Durante su gestión se crearon más de 800.000 puestos de trabajo, llegando casi al pleno empleo. Además se acortaron sustancialmente las listas de espera en los hospitales y se ampliaron las becas para los estudiantes. En materia de derechos humanos, el mandatario cerró el Penal Cordillera, considerado como un penal del lujo para militares procesados por delitos de lesa humanidad.

«El problema es que todas estas cifras son eso, cifras que quedan espectaculares durante la campaña pero que no solucionan los problemas de fondo. Por ejemplo, Piñera ha alivianado las listas de espera trasladando pacientes a los hospitales privados, con el beneficio que esto supone para las clínicas privadas, pero no ha mejorado la Sanidad», asegura Felipe Briceño, analista de la Universidad de Chile.

El «Milagro de Chile» es una expresión acuñada por el economista estadounidense Milton Friedman para describir las reformas de liberalización económica que experimentó el país durante el régimen militar, hace 40 años. La frase pretende evocar un paralelismo con el milagro alemán y su extraordinaria recuperación económica después de la Segunda Guerra Mundial.

Este sistema ha permitido un mayor desarrollo económico del continente, aumentar y generalizar la calidad de vida de la población y reducir de forma importante la pobreza. Sin embargo, se mantiene aún una importante brecha económica entre personas de alto y bajo nivel adquisitivo. La más alta por detrás de Brasil. «Si el deterioro descomunal de la distribución de los ingresos es la única terapia para domesticar los precios, la herencia para las generaciones futuras es más que paupérrima (en materia de inseguridad y violencia). Chile es el país más capitalista de Latinoamérica», afirma Julieta Gho, observadora del Movimiento Marca tu Voto, que promueve una reforma de la Constitución de Pinochet.

La derecha chilena ha gobernado en los últimos años, pero sin menospreciar ni destruir lo que hizo la izquierda en 20 años de gobierno, el cual siguió el modelo económico estructurado por los «Chicago Boys» y el antiguo régimen. Esta madurez ha permitido a Chile crecer, desarrollarse y volverse una de las naciones latinoamericanas más pujantes. La candidata Evelyn Matthei, con un 17% en intención de voto, según las encuestas, prometió seguir con las exitosas medidas del actual Gobierno, e incluso generar 600.000 nuevos puestos de trabajo. Pero los movimientos sociales cada vez se hacen más fuertes y su rival, la socialista Michelle Bachelet, abraza el discurso de la transformación. Aunque genera muchas dudas. Ella gobernó cuatro años sin grandes cambios estructurales, pero ahora toca temas como la legalización del matrimonio homosexual o el aborto terapéutico y promete que en los primeros 100 días de gobierno enviará sendos proyectos al Congreso, a sabiendas de que seguramente los vetará. También habla de educación gratuita a los seis años, pero las organizaciones sociales no tendrán tanta paciencia y es probable que durante el primer año de gobierno ya se enfrente a duras protestas, la misma medicina que probó Piñera en 2011.