Política

Crisis política en Italia

El pecado original del nuevo Gobierno

La Razón
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Seguramente Matteo Renzi tiene razón en una cosa: desde el viernes, secretario del Partido Democrático (PD) se lo juega todo. El elemento que se añade es que con él se juega buena parte del futuro próximo de Italia. Y, si se quiere completar el cuadro, se podría decir que también se juega un papel importante del futuro del Partido Democrático, que, después de consumar una reunión de la junta con una voracidad casi bulímica, fue capaz de volver a dar la impresión de un aparato pendenciero y minado por luchas personales que inevitablemente le relegan a un papel eternamente inacabado.Una imagen que no se corresponde en absoluto con la realidad y no hace justicia a un partido donde las voces son plurales y legítimamente en igualdad de condiciones, como no sucede en otras formaciones políticas. No obstante, lo que queda patente, a ojos del italiano y de los observadores foráneos, es la consumación de una nueva crisis de Gobierno con motivaciones y rituales que saben a rancio. Renzi arriesga todo también por esto mismo, porque ha asumido la tarea de trazar una línea y abrir una nueva etapa, para el país y para la misma izquierda, que siempre ha sido un poco alérgica a las leyes y a los compromisos de la comunicación y a los líderes demasiado líderes. Las oposiciones han pedido una «parlamentarización» de la crisis y por tanto una moción de confianza, algo que, en cambio, no sucedió cuando Berlusconi puso fin a su última experiencia en el palacio Chigi. En cambio, Napolitano realizó las consultas, con el fin de lanzar un nuevo ejecutivo en breve plazo. La voluntad del Presidente de la República es, de hecho, la de reducir al mínimo este período de crisis guiada, que poco encaja en la identidad parlamentaria dibujada por la Constitución, del mismo modo que encaja mal una ley electoral que parece hecha a posta para garantizar la ingobernabilidad del país. Con Renzi llega el momento en que Italia entera debe pasar página, después de veinte años de poca utilidad, al menos en cuanto a la modernización institucional y económica. Tendrá que jugar sobre las reformas estructurales, esa «revolución liberal» que no ha sido realizada por el centroderecha; y sobre las reformas institucionales. Renzi deberá hacerlo con la misma mayoría parlamentaria en la derecha de Angelino Alfano juega un papel clave.

La incógnita principal es si puede un Gobierno implementar un programa tan ambicioso y transversal. Y, cómo se comportará el PD frente a una revolución copernicana que implica a su propia identidad y su forma de enfrentarse a los electores. Hasta ahora, los términos y condiciones de esta crisis todavía parecen atados al pasado: el Gobierno de Renzi, si nace, lo hará, con una especie de pecado original. Durante su vida tendrá que demostrar si sabe cómo redimirse.

Los «lobos» de la izquierda

- Dario Franceschini, ministro para las relaciones con el Parlamento, era uno de los escuderos del «Gobierno de servicio» que proclamó Letta pero ha terminado «sirviendo» a Renzi. Ha sido la puñaldada más dolorosa.

- Stefano Fassina, vice ministro de Economía, estaba considerado como uno de los lettistas más fieles. Eran habituales sus alertas sobre Renzi hasta esta semana, que cambió de chaqueta.

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