Bruselas

El «síndrome» Brexit tumba a Reino Unido en el diván

La calma tras el pacto con Bruselas apenas ha durado unas horas. Mientras los «tories» euroescépticos se reservan el derecho de endurecerlo tras las elecciones, europeístas y escoceses insisten en seguir en el mercado único.

Un manifestante antibrexit con las banderas británica y europea el viernes en Westminster
Un manifestante antibrexit con las banderas británica y europea el viernes en Westminsterlarazon

La calma tras el pacto con Bruselas apenas ha durado unas horas. Mientras los «tories» euroescépticos se reservan el derecho de endurecerlo tras las elecciones, europeístas y escoceses insisten en seguir en el mercado único.

El acuerdo alcanzado este viernes en las negociaciones del Brexit aportó algo de oxígeno a la primera ministra británica, Theresa May, quien, tras perder la mayoría absoluta en las elecciones generales de junio, estaba más cuestionada que nunca. Varios de los «tories» que hicieron campaña por la salida del bloque, como el ministro de Exteriores, Boris Johnson, felicitaron a la «premier» por haber logrado pactar un texto que permite ahora comenzar a hablar de las futuras relaciones comerciales.

Sin embargo, la felicidad sólo ha reinado unas horas en Downing Street porque una misiva publicada ayer en «The Daily Telegraph» por el ministro de Medio Ambiente, Michael Gove, evidencia las profundas grietas del gabinete que pueden poner ahora en peligro el acuerdo final de salida. Gove –importante político de la campaña a favor del Brexit y en su día postulante para el liderazgo del Partido Conservador– advierte de que si a los británicos «no les gusta el acuerdo» al que se llegue con Bruselas, pueden pedir que el próximo Gobierno lo cambie. Los próximos comicios generales están previstos para 2022, tres años después de la fecha fijada para la salida –29 de marzo de 2019–, pero pueden ser adelantados por la primera ministra o si, por alguna razón, se produce una caída del Ejecutivo.

Aunque el acuerdo alcanzado el viernes entre Londres y Bruselas permite pasar a la segunda fase de las negociaciones sobre el Brexit, los «tories» más euroescépticos consideran que se han realizado demasiadas concesiones y que las promesas respecto a la frontera de Irlanda del Norte dejan ahora poco margen de maniobra para distanciarse del mercado común. Asimismo, no comparten el papel que tendrá el Tribunal de Justicia Europeo, que seguirá siendo el árbitro final de la interpretación del derecho comunitario durante un periodo de ocho años.

En este sentido, Gove hacía hincapié en su artículo en que «nada está acordado hasta que todo esté acordado» al final de proceso. «Para las próximas elecciones, la ley comunitaria y cualquier nuevo tratado con la UE dejará de tener primacía o efecto directo en la legislación de Reino Unido», afirma el ministro. «Si al pueblo británico no le gusta el acuerdo que hemos negociado con la UE, se permitirá que sea puesto en entredicho por un futuro Gobierno», añade el titular de Medio Ambiente.

El propio ministro de Economía, Philip Hammond, reconocía esta semana que había divisiones en el Gobierno y que aún no se ha consensuado qué relación se quiere tener con el bloque tras el histórico divorcio. En este sentido, la reunión de gabinete que se celebrará el próximo 19 de diciembre –el último, antes del receso de dos semanas por Navidad– será clave. Los asesores de May insisten en que no se tiene la intención de resolver la visión exacta de un acuerdo final. Cada ministro propondrá su plan. No obstante, la postura de la «premier» para garantizar un fuerte acceso al mercado único puede encender los ánimos de los llamados «brexiters», en especial los del titular de Exteriores, Boris Johnson, quien, a lo largo de toda esta semana ha reiterado que el acuerdo final de salida debe ser «coherente con la idea de recuperar el control».

Aparte de la división en las filas «tories», May tiene que lidiar también con la presión que representa el Partido Democrático Unionista (DUP), el que el lunes a última hora dinamitó su intento de llegar a un pacto con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Los unionistas no quieren que Irlanda del Norte tenga un estatus especial que le diferencie del resto de Reino Unido. Si para evitar que haya frontera dura con la República de Irlanda –la única terrestre que existirá con la UE tras el divorcio– la provincia se queda en el mercado único y la unión aduanera, temen que pueda ser el paso previo para una unificación eventual de la isla. En este sentido, hasta que May no garantizó que Irlanda del Norte tendrá la misma regulación que el resto del país, el DUP no dio luz verde para poder cerrar el pacto. Durante todo el proceso del Brexit, la líder «tory», aparte del apoyo de su partido, necesita también el respaldo de los diez diputados norirlandeses, que son al fin y al cabo los que sustentan su supervivencia política tras perder la mayoría absoluta.

La líder del DUP, Arlene Foster, se congratulaba que de May hubiera incluido «seis cambios sustanciales» en el texto del viernes. «Nos agrada ver esos cambios porque significa que no existe una línea en el mar de Irlanda e implica que todo Reino Unido va a abandonar la Unión Europea y el mercado común europeo», aseveró. Con todo, advertía de que aún «queda más trabajo por hacer para mejorar el documento». «Específicamente, es necesario más trabajo en torno a las áreas de cooperación donde sería necesario tener un alineamiento de las reglas y estándares», manifestó la líder unionista, que avisaba no obstante de que su apoyo al acuerdo final dependerá de su contenido.

Por su parte, el Gobierno de Dublín celebró lo que consideró su victoria diplomática para mantener abierta la frontera con la provincia británica. Con un discurso triunfalista, el primer ministro irlandés, el democristiano Leo Varadkar, aseguró que el acuerdo sobre la primera fase cumplía con «todas» las demandas planteadas por su Ejecutivo, cuya firmeza respecto a la cuestión de la frontera ha tensado las relaciones con Londres.

La ministra principal de Escocia, la nacionalista Nicola Sturgeon, no quiere desaprovechar la ocasión para barrer para casa y defiende que «lo sensato» sería ahora optar por permanecer todo Reino Unido en el mercado único y la unión aduanera. «El paso a la fase dos de las conversaciones es bueno, aunque el diablo está en los detalles y las cosas ahora se ponen realmente duras», aseguró en Twitter, donde recalcó que «cualquier arreglo especial para Irlanda del Norte debe estar disponible también para las otras naciones de Reino Unido».

Fuentes de Whitehall –donde se encuentran todos los ministerios– aseguraron que, aunque en la cumbre europea de los próximos días 14 y 15 se logre hablar finalmente de relaciones comerciales, la debilidad de May y la división de su Gobierno es tal que algunos dudan que se pueda llegar a un acuerdo final de salida. «Todo el mundo sabe que la segunda fase va a ser mucho, mucho más difícil que las conversaciones mantenidas hasta ahora», aseguró a «The Times» una fuente anónima con papel principal en la negociación del Brexit.