Sociedad

«El terremoto ha ido directo al corazón de esta tierra»

Mientras los supervivientes intentan afrontar la realidad y las pérdidas de sus seres queridos, en el epicentro del seísmo comienza a oler a descomposición.

Blandino y Giulia posan frente a la casa que siempre soñaron tener y que compraron por fin en 2007 tras trabajar en Alemania. Ahora nadie puede acercarse al edificio, por riesgo de derrumbe: «No podemos coger ni siquiera nuestros libros preferidos»
Blandino y Giulia posan frente a la casa que siempre soñaron tener y que compraron por fin en 2007 tras trabajar en Alemania. Ahora nadie puede acercarse al edificio, por riesgo de derrumbe: «No podemos coger ni siquiera nuestros libros preferidos»larazon

Mientras los supervivientes intentan afrontar la realidad y las pérdidas de sus seres queridos, en el epicentro del seísmo comienza a oler a descomposición.

Alrededor de las 04:55 horas se percibe un cierto mareo, y quien está despierto, por el motivo que sea, lo ha notado. Es la enésima réplica del terremoto, de 6 grados de magnitud, que hace unos días destruyó el pueblo de Amatrice, hoy reducido a escombros al igual que Accumoli (Lazio) y Arquata del Tronto (Le Marche). Aquí las réplicas están a la orden del día. Y ésta es de 4 en la escala de Richter.

A partir del amanecer, los ocho grados de temperatura nocturnos van aumentando progresivamente. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se ponen en marcha para otra larguísima jornada, protagonizada por el movimiento constante de bomberos, policías, militares y miembros de la Protección Civil italiana.

Patrizia Brandi, romana de 57 años, ha perdido a su madre, María Petrucci, de 85, bajo los escombros del Hotel Roma: «Sinceramente, no entiendo la enorme cantidad de autoridades italianas aquí presentes, al fin y al cabo para ayudar a unas 400 o 500 personas en total afectadas por el seísmo», explica. No le falta razón, aunque Patrizia no quiere generar ninguna polémica. Lo cierto es que en contextos como el que se presencia en Amatrice, da la sensación de que el Estado italiano quiere en esta ocasión mandar un mensaje de cercanía –físico y cuantitativo– en favor de la población sufridora de un seísmo tan devastador.

El fatal destino de María

La historia de Maria, la anciana madre de Patrizia, es pura fatalidad: «Vendimos la casa que teníamos aquí en el pueblo el año pasado. Ya casi no veníamos, y a mi madre le costaba mucho trabajo desplazarse. Este año, sin embargo, me pidió si la podíamos dejar unos días en el Hotel Roma, para que disfrutara de Amatrice en estos últimos días de agosto». Detiene un segundo el relato resistiéndose a las lágrimas: «Esto tiene que ser el destino», dice. Su marido, Piero, tiene el aspecto de ser más resistente y es el apoyo moral más grande de Patrizia: «Tenemos que desahogarnos, no quedarnos todo dentro». Y añade: «Esto termina siendo algo posible gracias a la generosa entrega de los psicólogos de emergencia –voluntarios, que nos ayudan a ver la realidad, de la forma correcta, para que podamos afrontarla lo mejor posible. No sé cómo lo hacen».

Kristian Talamonti es uno de esos psicólogos voluntarios de la Protección Civil italiana: «Nuestra función principal es proteger psicológicamente a las personas que deben reconocer los cuerpos de sus familiares, la fase más crítica en absoluto». El experto detalla que hay todo tipo de reacciones: «Desde aquellos que se derrumban enseguida, hasta aquellos que tardan varios días o semanas. Pero es muy importante pasar por esa fase de derrumbamiento que, de no ser afrontada, puede acarrear problemas con el paso del tiempo. El objetivo final es que los afectados vuelvan a la normalidad lo más pronto posible, y de la mejor manera». Cuando habla con LA RAZÓN, lleva prácticamente un turno continuado de tres días: «Ahora damos paso a otros equipos. También nosotros tendremos que meditar sobre nuestra propia ayuda aquí, que no deja de ser impactante».

El campo de acogida instalado por Protección Civil pegado al centro de Amatrice consta de 300 plazas: «250 para las personas que se han quedado sin hogar, y otras 50 para los voluntarios que trabajan aquí», explica Andrea Cardoni, responsable de coordinación. «Aquí se puede dormir, desayunar, ducharse, comer y cenar. Incluso teniendo en cuenta las diferentes alergias y costumbres culturales y religiosas» de cada uno de ellos.

Marisa es una guardabosque procedente de la provincia de Frosinone, en la región de Lazio: «Esta mañana temprano tuve muchísimo miedo tras sentir la réplica [de las 04:55]», admite frente al asilo de ancianos de Amatrice, hoy semidestruido. «La réplica provocó otros derrumbes menores. Con el pasar de las horas, esta mañana notamos un olor muy desagradable», explica aludiendo a la posibilidad de más cadáveres en un avanzado estado de descomposición bajo los escombros del asilo Padre Minozzi. Marisa resalta la gran colaboración internacional: «Aquí ha habido voluntarios procedentes de todo el mundo. Es algo realmente extraordinario». Pero no puede evitar el sentir algo de tristeza: «El terremoto ha ido directo al corazón de esta tierra. La reconstrucción del pueblo podría completarse en unos 7 o 8 años, pero un terremoto así no se olvidará jamás».

Son impactantes y estremecedoras las palabras de desolación de Don Stefano, párroco de una localidad cercana a Amatrice: «Es muy difícil en este momento dar una explicación a quienes están sufriendo por todo esto», confiesa el religioso. «Tenemos sólo que confiar en la fe, en el Señor, en Cristo y en el Evangelio. Y rezar», admite el cura italiano con la mirada perdida. «Tratamos de hacer simplemente lo que podemos», declara a este periódico Loredana, psicóloga voluntaria de la Cruz Roja italiana.

Blandino, de 72 años, nació en Amatrice. Trabajó en Alemania durante 37 años, lugar en el que pudo hacerse amigo de muchos trabajadores españoles de Volkswagen, empresa para la que siempre trabajó, con la idea de que, un día podría comprarse su casa con vista a los Apeninos. Con el tiempo terminó casándose con su mujer, Giulia, con quien hoy sigue compartiendo su vida.

La noche del terremoto, se despertaron sin preaviso: «Es indescriptible la sensación de ver todo moverse de un lado al otro. Suerte que pudimos salir corriendo enseguida», detalla. Por suerte, todos los vecinos del edificio, incluso los más ancianos, no tuvieron problemas para escaparse a tiempo a lo largo de los dos larguísimos minutos de seísmo. A él le da cierta apuro hacer uso de las instalaciones de la Protección Civil: «Tengo mi hermana a cinco kilómetros de aquí», reconoce Blandino. Y añade: «Aunque parezca mentira, no se trata sólo de haber perdido la vivienda en sí, sino los objetos que son parte de tu vida». «Como los libros», añade su mujer. «Unos libros que, por el momento, no podemos ni siquiera coger», dice soltando alguna tímida lágrima. Tras el retrato, la veterana pareja se vuelve a emocionar, como no podría ser de otra manera, frente a la fuerza simbólica de una fotografía que resume cómo, en 142 segundos, Blandino y Giulia volvían a partir de cero.