Corea del Norte
Familias separadas en Corea: Más de seis décadas de lágrimas
Tres años después del último acto de reunificación familiar permitido por el régimen de Pyongyang, cientos de coreanos separados por la Guerra de Corea (1950-53), volvieron a reencontrarse por primera vez en 65 años
Tres años después del último acto de reunificación familiar permitido por el régimen de Pyongyang, cientos de coreanos separados por la Guerra de Corea (1950-53), volvieron a reencontrarse por primera vez en 65 años.
Seis décadas después, Han Shin Ja, a sus 99 años, abrazó de nuevo a sus hijas de 71 y 72 años sin dejar de llorar. Los tres solían vivir en Heungnam cuando en 1950 estalló la guerra de Corea y dejó a Han y a sus hijas en lados diferentes de una frontera infranqueable. «Cuando escapé de la guerra...», intentó explicar ayer, antes de que se le rompiera la voz de la emoción. «Esta es mi última oportunidad de conocer a mi sobrino», dijo Lee Kwan Joo, de 93 años. «Me llevo a mi hijo por una razón: tendremos que reunirnos para realmente convertirnos en una familia incluso después de morir. Esto es algo que solo puede suceder en un país dividido», agregó con lágrimas en los ojos.
Lee Keum Seom, de 92 años, también rompió a llorar cuando vio a su hijo de 71 por primera vez en décadas. «¿Cuántos hijos tienes?», le preguntó, estrechándole las manos. Lee no sabe cuántos nietos tiene, no conoce nada de los que quedaron atrás, porque las comunicaciones entre los coreanos del norte y el sur están prohibidas.
89 surcoreanos, en su mayoría de edad avanzada, se encontraron con unos 180 familiares que viven en Corea del Norte. El primero de una serie de encuentros que sumarán once horas, tuvo lugar en Mount Kumgang, un complejo hotelero en la costa oriental del régimen comunista.
Kim Choon Sik, de 80 años, abrazó a sus dos hermanas mientras lloraban en sus brazos. Kim huyó de su ciudad natal y llegó al sur con sus padres y su hermano menor durante la guerra, pensando que la evacuación sería temporal. Sus hermanas menores se quedaron con sus abuelos en el norte. «Durante el resto de sus vidas, mis padres nunca mencionaron a mis hermanas ni a su pueblo natal. Probablemente fue porque les resultaba demasiado doloroso», explicó su hermano menor, Kim Choo Young, a la Prensa.
Las reuniones familiares son un tema humanitario apremiante en la península dividida, ya que la mayoría de los miembros de la familia son muy mayores y desean ver a sus parientes perdidos antes de morir. El más mayor de los participantes ayer fue Baik Sung Gyu. Acompañado por su hijo del sur, el hombre de 101 años entró en la sala de reuniones en una silla de ruedas. Baik llevaba de regalo treinta pares de zapatos y veinte juegos de cucharas y palillos para sus parientes perdidos. «Traje muchas cosas porque será mi última visita», reconoció. Las dos rondas de reuniones familiares derivan de un acuerdo alcanzado por los líderes de Corea del Sur y del Norte en abril. Se espera que se reúnan nuevamente en Pyongyang el próximo mes.
Charmaine Willis, investigadora de la Facultad Rockefeller de Políticas Públicas de la Universidad de Albany, aseguró a LA RAZÓN que la reunión de familias «es un símbolo de la división de la península de Corea, que ha estado en curso durante casi 70 años. Como a Kim Jong Un le gusta decir, los coreanos son una sola persona. Las reuniones sirven como un recordatorio de este hecho y quizás brinden alguna esperanza para la reunificación en el futuro». Los dos países permanecen técnicamente en guerra, ya que el conflicto de Corea terminó con un armisticio y no con un tratado de paz.
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