Guerra en Irak

En la última trinchera de los peshmerga

Combates en el puente de Al Khasar

Sobrevivir. Los peshmerga se alimentan de arroz y conservas y apenas tienen munición. Además, llevan meses sin cobrar sus sueldos, pero saben que está en juego su futuro como pueblo.
Sobrevivir. Los peshmerga se alimentan de arroz y conservas y apenas tienen munición. Además, llevan meses sin cobrar sus sueldos, pero saben que está en juego su futuro como pueblo.larazon

A lo largo de la carretera que conecta Erbil con Mosul sólo se ven enormes extensiones de tierra desértica y pequeñas poblaciones disipadas a lo lejos. La geografía del lugar explica cómo funciona la guerra. Los peshmerga (fuerzas kurdas) han levantado decenas de puestos avanzados en los límites con la capital del autoproclamado califato islámico. La última de las posiciones está a sólo 700 metros de los lindes del califato. Los combatientes yihadistas han ocupado las madrasas (escuelas) de las aldeas deshabitadas para transformarlas en centros militares. En una pequeña colina junto al puente de Al Kashar, destruido por los yihadistas hace unos meses, se halla un puesto. Al otro lado del puente hay un puesto militar de los asyish (Policía del Kurdistán iraquí). Dos hombres uniformados pero con chanclas están sentados bajo una pequeña lona de plástico en la entrada del puente para vigilarlo. Sólo llevan un kalashnikov.

Desde la posición en la colina se puede avistar a lo lejos la urbe de Mosul. Sólo cinco kilómetros nos separan del infierno del Estado Islámico. En este puesto militar están destacadas varias docenas de peshmerga que pasan allí entre cinco días y una semana, bajo durísimas condiciones, hasta que son remplazados por el siguiente grupo. Duermen en una especie de barracones de adobe sin apenas ventilación y con colchones de lana sobre la tierra ardiente. En otro cobertizo, cubierto con una lona, los soldados descansan en sus ratos libres, comen y cocinan. Los víveres son escasos, ya que no tienen manera de refrigerar los alimentos, por lo que su dieta se reduce a arroz y conservas.

Durante las tórridas horas vespertinas y la mañana, la actividad disminuye en ambos frentes. Hace demasiado calor para la guerra. Algunos peshmerga matan el tiempo fumando cigarrillo tras cigarrillo y tomando tragos de café que mantienen caliente en un termo. Otros intentan echar una siesta o pulen la culata del kalashnikov.

«Los yihadistas suelen atacar nuestras posiciones por la noche. Nos disparan con mortero; a con cohetes Katiusha o misiles Grad», nos explica el capitán Ramadan. «Nuestra misión es resistir e impedir que los yihadistas avancen. Estamos aquí para proteger el Kurdistán del Estado Islámico», añade. «Necesitamos más ayuda de la coalición internacional y más material militar. En esta posición tenemos sólo un mortero y nuestros fusiles», se queja Ramadán.

Un helicóptero de combate la coalición internacional sobrevuela el terreno.

«Siempre pasa lo mismo. Hacen vuelos de reconocimiento pero nunca bombardean», critica el cabo Hashim. Según explica,los yihadistas suelen utilizar automóviles en lugar de vehículos militares para desplazarse o transportar armas: «En la madrugada hemos visto un convoy de cuatro vehículos que se han detenido en la madrasa del pueblo de aquí abajo. Está claro que eran yihadistas. Siempre se reúnen allí, pero la coalición no ataca».

Estos peshmerga, equipados con viejos uniformes del Ejército de EE UU, llevan más de cinco meses sin cobrar su salario de 400 dólares mensuales. El Ministerio de los Peshmerga no puede pagarles porque desde hace dos años Bagdad tiene congelado el presupuesto militar para la región autónoma del Kurdistán. «Nuestra obligación es defender nuestra tierra. Aunque mis hombres no cobren, siguen y seguirán luchando para liberar Mosul y toda la provincia de Nínive del Estado Islámico», declara vehemente el general Dedawan Khorshed, que comanda un batallón de mil hombres desde la base de Hazil. «Estamos luchando contra demonios. Esta guerra es una guerra irregular. Son un ejército terrorista. Nuestro enemigo mata a sangre fría a civiles con coches bomba, o suicidas que se hacen estallar en lugares llenos de mujeres y niños», espeta el general, mientras el televisor de su despacho arroja la cifra de 2.070 civiles muertos en Mosul desde hace un año, según el canal Kurdistan TV. «El Gobierno iraquí es débil porque está dividido. Esta división ha sido una de las causas para que el EI se haya hecho fuerte. El Ejército es chií y los suníes temen al Ejército y a sus milicias chiíes, por eso perdieron Mosul, y ahora Ramadi –insist–. Los peshmerga, sin embargo, sí estamos unidos».