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Entre Júpiter y el «rey Sol»

La cita en el palacio del siglo XVII busca restablecer la «grandeur» institucional

La Razón
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La cita en el palacio del siglo XVII busca restablecer la «grandeur» institucional.

Emmanuel Macron lo lleva diciendo desde hace meses, incluso desde que era un candidato con pocas posibilidades de convertirse en presidente de la República. Para él, un jefe del Estado debe ser alguien que «sin estimarse la fuente de todo, debe conducir la sociedad a base de convicciones y de acciones». Al contrario de François Hollande, que creía en un presidente «normal», él se declina como «presidente jupiteriano» porque si no Francia corre «un riesgo político e institucional» y también «un riesgo psicológico colectivo». A mitad de camino entre el presidente de la anécdota como su antecesor y el presidente de la distancia como De Gaulle o Mitterrand, Macron sueña con «una autoridad reconocida porque no necesita ser demostrada».

Esa «autoridad democrática» que exhibe el mandatario es criticada especialmente por Francia Insumisa, que habla de «la dimensión faraónica de la monarquía presidencial», como François Ruffin, que forma parte de los diputados que decidieron boicotear ayer el Congreso de Versalles para evitar «escuchar al nuevo rey Sol». El líder del partido, Jean-Luc Mélenchon, definió el discurso de Macron como «falso mármol, bonapartismo excesivo, europeísmo balante, aburrimiento mortal».

El mandatario les recordó desde la tribuna de Versalles que los que no aprecian «la consideración y la benevolencia hacia el Parlamento» que se desprende de su presencia ante diputados y senadores es «sin duda», porque «tienen de su rol de parlamentario y del rol del presidente de un concepto vago que enmascara mal la arrogancia doctrinaria o el sectarismo».

Pero la intervención de Macron, con sus invectivas a los medios de comunicación, a sus antecesores, a los diputados que se resisten a sus reformas, el hecho de proceder a legislar por ordenanzas, el negarse a la entrevista tradicional con varios periodistas en la fiesta del 14 de Julio, o el haber dejado que «birlaran» a la oposición el puesto de administrador en la Asamblea Nacional que les correspondía por tradición, son detalles que revelan un gusto particular de «servir a Francia».