Europa

Bruselas

España también se la juega en las urnas

Angela Merkel le muestra a Mariano Rajoy el Parlamento alemán, al fondo, durante una visita a Berlín en el año 2008
Angela Merkel le muestra a Mariano Rajoy el Parlamento alemán, al fondo, durante una visita a Berlín en el año 2008larazon

Los 2.300 kilómetros que separan Berlín de Madrid parecen hoy un suspiro y algunos incluso contendrán el aliento cuando, pegados al televisor, escuchen los primeros resultados oficiales de las elecciones de hoy, en las que los alemanes elegirán a los al menos 598 miembros del Bundestag, su parlamento federal. Y esta expectación habla a las claras no sólo de hasta qué punto las economías globalizadas imponen la existencia de distintas sociedades, sino, sobre todo, del estatus de preeminencia que Alemania ha adquirido en Europa, un liderazgo que –gracias también a la debilidad de Francia y a la parálisis que aqueja a las instituciones comunitarias– impone que la manera de salir de la crisis en España, Grecia, Portugal, Italia e Irlanda se diseñe en el gabinete del ganador –casi segura ganadora en este caso– de las elecciones de hoy.

Alemania no ha accedido a este puesto hegemónico desinteresadamente. Sus políticos –como sus industriales, sus banqueros y el pueblo en general– saben bien que la Unión Europea es el marco político en el que el país ha podido desarrollar todo su potencial –y no sólo el económico– sin despertar inquietudes en aquellos que recuerdan las décadas de inestabilidad que desató, en el complejo equilibrio de poderes europeo, la unificación de 1871.

Tras la reunificación de 1989 nada de esto ha sucedido y es el ámbito institucional que proporciona la UE el que lo ha hecho posible. Un mercado, además, que aporta a Alemania el 40% de sus exportaciones y el 85% de su superávit comercial, precisamente el núcleo en el que se basa su modelo económico. Alemania, aislada de Europa, no podría hablar de tú a tú con China, India, Brasil u otras economías emergentes.

Preguntado al respecto, Íñigo Méndez de Vigo, secretario de Estado para la Unión Europea y, por tanto, uno de los altos funcionarios del Gobierno de España que mejor conocen las mecánicas del poder en Bruselas, no duda en señalar el papel preponderante de esta orgullosa nación de 82 millones de personas: «Alemania es el país más poderoso económicamente de la Unión Europea, son los que tienen más diputados en el Parlamento y más votos en el Consejo. Por lo tanto, lo que pase en Alemania afectará a la Unión Europea». No obstante, Méndez de Vigo no piensa que del resultado de las elecciones que se celebran hoy en Alemania deba esperarse un cambio de paradigma: «No creo que sean unas elecciones determinantes. Recuerdo, en los años 80, aquellas elecciones entre Giscard D'Estaing y Mitterand en las que se hablaba de un cambio de modelo de sociedad. Cuando ganó Mitterand parecía que iba a haber un viraje de 180 grados. Yo no creo que ése sea el caso en Alemania en estos momentos». E insiste: «Sea cual sea el resultado, Alemania no va a cambiar de forma decisiva la política europea que ha llevado a cabo durante la última legislatura».

Tras veinte años de austeridad y sacrificios para reflotar económicamente la extinta República Democrática, Alemania se ha convertido en el principal motor económico de Europa. Y es precisamente la dura receta que se aplicó a sí misma durante ese periodo la que quiere exportar: férreo control de gasto público, reformas estructurales –especialmente la laboral– para mejorar la competitividad y pacto fiscal que permita a la Comisión vigilar la implementación de todo lo anterior y castigar a los que no cumplan. Éste es el modelo para superar la crisis que esgrime la previsible ganadora de las elecciones, Angela Merkel, y no es casual que este sea también uno de los principales motivos por los que el electorado alemán no le haya dado la espalda tras ocho años en el poder. Los alemanes confían en ella para que Alemania mantenga su fuerza y para velar por sus intereses en los cuatro años que comenzarán mañana, cuatro años que se prevén cruciales para rematar el proceso de integración europea.

«Hay que avanzar», dice Méndez de Vigo al respecto, «en el diseño final de la Unión Europea, ese que el presidente Van Rompuy establece en unión bancaria, fiscal, presupuestaria y política. Probablemente haya que ir más rápido en algunos de estos temas de lo actualmente estamos yendo, pero yo creo que el diseño está claro. Y sobre todo creo que los resultados están empezando a aparecer, lo cual es un signo de esperanza».