Estados Unidos

Estados desunidos de América

La primera potencia mundial se encuentra inmersa en su propia «revolución francesa» con una sociedad polarizada y unas instituciones incapaces de adaptarse a los cambios

La Razón
La RazónLa Razón

La primera potencia mundial se encuentra inmersa en su propia «revolución francesa» con una sociedad polarizada y unas instituciones incapaces de adaptarse a los cambios

Después de una interminable campaña en la que se han batido todos los récords de negatividad y patetismo, los estadounidenses acudirán este martes a las urnas para decidir sobre su futuro político. Las elecciones no sólo servirán para determinar quién será el presidente durante los próximos cuatro años, sino que ayudarán a tener una radiografía social y política de la primera potencia del mundo. Estados Unidos ha cambiado mucho en los últimos años. Demográficamente, el país es cada vez más diverso y con mayor peso de las minorías, especialmente la hispana, lo que implica importantes desafíos que todavía están por resolver.

Estados Unidos no está al margen de la influencia del populismo. La candidatura del magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad, Donald Trump, se nutre de los mismos elementos de los movimientos populistas que triunfan en Europa y que tienen diferentes expresiones políticas e ideológicas según las peculiaridades culturales de cada país. El discurso del miedo, el de unos frente a otros y el de soluciones fáciles a problemas complejos forman la base del programa de estos actores políticos que han crecido rápidamente en los últimos años bajo la etiqueta de «nuevos», pero que en esencia son tremendamente viejos.

Las razones de la irrupción de estas alternativas son muchas: la escasez de liderazgo, el abuso de la tecnocracia, la visión cortoplacista en la acción de gobierno, la incapacidad de diagnosticar correctamente los cambios, los problemas y las amenazas y, cómo no, la falta de visión de unas élites políticas encerradas en sí mismas desde hace demasiados años. Todo ello, junto con las consecuencias de la crisis económica y de un mundo en constante cambio, produce un cóctel explosivo. Frente a este panorama desolador, el mejor antídoto es la fortaleza de las instituciones y la reivindicación de los valores que fundamentan la democracia. Pero para ello se necesitan verdaderos líderes que, como decía Winston Churchill, sean capaces de pensar en las próximas generaciones y no, en las próximas elecciones. En este contexto, muchos ciudadanos de Estados Unidos se sienten desorientados en esta atípica elección. Consideran que las excentricidades, las salidas de tono y el estilo faltón del candidato republicano son incompatibles con el carácter presidencial que se requiere para liderar un país como Estados Unidos, pese a que en la última etapa sus asesores se han esforzado en explotar una imagen de hombre de Estado que no ha terminado de calar entre el electorado.

Pero tampoco sienten una motivación especial por votar a la demócrata Hillary Clinton, al considerarla como un producto de esa clase dirigente política que poco tiene que ver con el ciudadano de a pie. Por ello, la decisión que los estadounidenses tienen que tomar no es fácil, y esto explica por qué la campaña está tan abierta a pocas horas de que se cierren las urnas. La ligera ventaja de la candidata demócrata sobre Trump sigue siendo insuficiente para una victoria clara.

El mundo está muy pendiente de lo que suceda el próximo martes. El resultado influirá no sólo dentro del país, sino en todo el planeta. Por ello, independientemente de quién gane, Estados Unidos debe seguir siendo el gran referente de estabilidad internacional. El mundo necesita a Estados Unidos. Especialmente, porque vivimos tiempos en los que muchos cuestionan abiertamente la democracia y sus valores y pretenden imponer otros sistemas que han sido (y son) nefastos para el ser humano.

Por todo ello, las elecciones del próximo martes son un paso más de un debate global sobre qué tipo de sociedad queremos para el futuro. Si queremos reformar y mejorar aquellos aspectos de la democracia que no están funcionando (que son muchos) o, por el contrario, queremos emprender otros caminos que no está claro hacia dónde pueden llevarnos.

*Presidente del think tank «The Hispanic Council»