Opinión

¿A qué estamos esperando?

Hasta hace unos días la posibilidad de un embargo no se planteaba, pero desde Alemania parecería ser que se podría llegar a aceptar un embargo al petróleo

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der LeyenKenzo TribouillardAgencia AP

No deja de ser sorprendente la hipocresía de la clase política europea en lo que a Rusia se refiere. Mientras muchos se rasgan la camisa en su denuncia de las atrocidades cometidas por las tropas rusas contra el pueblo ucraniano, se niegan a su vez a establecer un embargo energético contra Moscú. Rusia es, hoy por hoy, el país al que se ha sometido a mayores sanciones económicas, y, sin embargo, seguimos enganchados a sus hidrocarburos. Desde que empezó la guerra le hemos entregado casi cincuenta mil millones de dólares al régimen de Putin a cambio de gas y petróleo. Esto echa por tierra todo esfuerzo de ayuda a Ucrania, donde ven como el dinero europeo es utilizado para apuntalar al régimen que les está matando.

Hasta hace unos días la posibilidad de un embargo no se planteaba, pero desde Alemania parecería ser que se podría llegar a aceptar un embargo al petróleo. Del gas no se habla ya que es justamente Alemania uno de los países que más dependen del gas ruso. Esta dependencia ata a Berlín a los designios de Moscú y les impide realmente ejercer presión sobre Putin que sabe que tiene en Alemania, Italia, Hungría o Eslovaquia un seguro contra la sanción que más daño podría hacerle.

Desde el incidente de Fukushima, Berlín decidió cerrar sus centrales nucleares acrecentando así su dependencia de Moscú. Mientras algunos países europeos como Estonia, Letonia o Lituania decidieron apostar por la diversificación construyendo la infraestructura necesaria para recibir gas natural licuado, Alemania apostó por Rusia, y carece hoy de opciones. Por nuestra parte nos encontramos ante una oportunidad, si nuestros socios europeos quisieran contar con nosotros. Y es que España tiene 9 de las 14 plantas de regasificación de la Unión Europea. Podríamos convertirnos en el puerto de entrada de la alternativa. ¿A qué estamos esperando?