Reino Unido

Johnson abandona Downing Street, pero deja la puerta abierta a un regreso

“Esto es todo amigos”, fue la frase con la que se despidió el ya ex ‘premier’ británico, y se comprometió a ayudar al nuevo Gobierno de Truss “en cada uno de sus pasos”

Boris Johnson siempre recurre a los clásicos en los momentos claves de su carrera haciendo gala de su licenciatura en Oxford, donde ya mostraba sin tapujos sus profundas ambiciones. Siempre fue un cómico tremendamente serio cuando hablaba de poder. Y toda su vida se había estado preparando para interpretar un solo papel, el de primer ministro británico, pero en el mismo acto de asegurarlo, lo perdió para siempre. Tras su dimisión el pasado mes de julio, forzada por sus propias filas tras una serie de escándalos, al excéntrico político le tocaba este martes abandonar definitivamente Downing Street.

“Esto es todo amigos”, recalcó ante la famosa puerta negra, donde se comprometió a ayudar al nuevo Gobierno de Liz Truss “en cada uno de sus pasos”. Su papel debía limitarse a pasar el relevo, cerrar una etapa. Y por un momento parecía que se estaba ajustando al guión: “Permítanme decir que ahora soy como uno de esos cohetes propulsores que ha cumplido su función y ahora estaré entrando suavemente en la atmósfera y aterrizando invisiblemente en algún rincón remoto y oscuro del Pacífico”.

Pero luego llegaron los clásicos. Y su mención a Cincinato, el gobernador de la Antigua Roma, estaba cargada de intencionalidad. “Como Cincinato estoy volviendo a mi granja”, matizó la ambición rubia. El romano es la encarnación de la humildad, asumiendo el puesto de poder más alto en un momento de necesidad solo para renunciar luego voluntariamente para volver a trabajar sus campos. George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos que renunció a su escaño, estableciendo la tradición de la transición pacífica, fue comparado con él por sus contemporáneos. Pero lo que Johnson no mencionó es que el mandatario romano regresó por segunda vez al puesto principal cuando lo llamó el deber.

¿Estaba dando a entender un posible regreso? Sus últimas palabras en la Cámara de los Comunes el pasado mes de julio ya fueron de lo más comentadas: “Hasta la vista, baby”, haciendo alusión a las películas de Terminator.

Por otra parte, antes de viajar hasta Balmoral para presentar oficialmente a Isabel II su dimisión, el excéntrico político hizo un recordatorio de su legado. Sería injusto no reconocerle sus logros y quedarse solo con los escándalos. Ganó la mayoría conservadora más grande desde 1987, ejecutó el Brexit tras años de parálisis en Westminster, durante la pandemia orquestó la campaña de vacunación más exitosa de Europa y ante la guerra de Ucrania tuvo un gran papel de liderazgo.

El problema es que no entendió que aquellos que dominan gran parte del mundo tienen como primera tarea asegurarse de tener el control de sus propias filas. Johnson creyó que su aplastante mayoría en las urnas en 2019 exigía obediencia de sus diputados. Se comportó como si creyera que podía ignorar a sus parlamentarios o tratarlos como idiotas útiles, enviándoles repetidamente a defender políticas indefendibles para luego dejarles tirados cuando, ante la indignación del electorado, protagonizaba uno de sus característicos volantazos. Y se equivocó.

A pesar de las grandes especulaciones ante un posible regreso, como en su día hizo su principal héroe Winston Churchill, su ex asesor Will Walden aseguró a la BBC que no creía que estuviera entre sus planes regresar a la primera línea política. “Eso es por dos razones. No creo que el Partido Conservador vaya a cambiar de opinión en tan poco tiempo y ante todo porque [Johnson] necesita ganar dinero y seguir adelante”, matizó.

Los problemas financieros de la ambición rubia -padre de, al menos, siete hijos reconocidos- no son ningún secreto. Salieron a relucir tras el “Wallpapergate”, uno de los muchos escándalos que marcó su carrera, cuando se reveló que Lord Brownlow, uno de los donantes del Partido Conservador, financió inicialmente la lujosa reforma del piso donde vivían en Downing Street. No es fácil mantener su alto nivel de vida.

Son muchas las teorías que se escuchan estos días sobre el futuro del ya ex primer ministro. Incluso se ha llegado a comentar que muchos conservadores de peso están haciendo campaña para convertirle en el próximo secretario general de la OTAN.

De momento, a corto plazo, parece que va a seguir los pasos de su predecesora inmediata, Theresa May, permaneciendo en la Cámara de los Comunes como diputado raso. Podría compaginarlo con su lucrativa carrera como escritor. Solo con la columna semanal que tenía en The Telegraph -cuyos textos, siempre polémicos, llegaron a comprar a las mujeres musulmanas que llevan burka con “buzones de correo”- se embolsaba anualmente 325.000 euros.

Por su parte, la editorial “Hodder and Stoughton” todavía está esperando un manuscrito sobre la vida de William Shakespeare, cuya publicación estaba prevista para coincidir con el 400 aniversario de la muerte del “Bardo” en 2016. El acuerdo del libro se adjuntó a un anticipo de 104.000 euros, pero el editor más tarde acordó que se retrasaría “hasta un momento más adecuado”, después de que la ambición rubia fuera nombrado ministro de Exteriores.

Y, por supuesto, estarían sus esperadas memorias que, según su círculo cercano, podrían estar terminadas a tiempo para Navidades. Las que en su día publicó Tony Blair, “A Journey”, le hicieron ganar más de 5 millones de euros.

Otra opción sería que retomara su papel realizando discursos. Ya antes de ser primer ministro llegó a cobrar más de 50.000 euros por intervención. Según The Telegraph, el banco estadounidense JP Morgan le habría ofrecido un 2,5 millones de euros por seis intervenciones al otro lado del Atlántico en los próximos dos años.