Política

Elecciones europeas

Guerra abierta por el reparto de poder en la UE

Los altos cargos serán renovados tras las elecciones y hay prisa por cerrar el debate: Tusk ha convocado una cumbre el 28 de mayo.

Guerra abierta por el reparto de poder en la UE
Guerra abierta por el reparto de poder en la UElarazon

Los altos cargos serán renovados tras las elecciones y hay prisa por cerrar el debate: Tusk ha convocado una cumbre el 28 de mayo.

«Spitzenkandidat». Todo indica que puede convertirse en una palabra maldita y no sólo por su difícil pronunciación y ortografía. Significa «lista más votada» en alemán y hace alusión al método de elección del presidente de la Comisión Europea, siguiendo el criterio del cabeza de lista de las familias políticas que concurren a los comicios el 26 de mayo. El propósito de este método reside en que los ciudadanos conozcan a sus representantes, se organice una campaña con temas exclusivamente europeos y su consiguiente debates. Pero ni los más optimistas pueden negar que aún falta mucho para que los candidatos sean conocidos por los 500 millones de europeos.

El Tratado de Lisboa sólo obliga a que los estados europeos «tengan en cuenta» el resultado de las elecciones, pero el texto resulta lo suficientemente ambiguo para permitir maniobras en la sombra. Cuando la legislatura toca a su fin, estos juegos de poder más o menos maquiavélicos se han convertido en el pasatiempo favorito de la rumorología bruselense. Hay que tener en cuenta que no sólo está en juego la presidencia de la Comisión Europea, sino también el resto de altos cargos: presidente permanente del Consejo, alto representante de la diplomacia comunitaria, presidente del Parlamento Europeo y presidente del Banco Central Europeo.

El actual presidente permanente del Consejo, Donald Tusk, quiere debatir la renovación de la cúpula europea como un «paquete» en el que se respete el equilibrio geográfico, y entre hombres y mujeres e ideológico. Ha convocado una cumbre extraordinaria para el día 28 de mayo (48 horas después de las elecciones) y se espera que la decisión definitiva llegue en la cumbre de junio. Tusk quiere un proceso lo más corto y menos doloroso posible.

Pero todo indica que no será fácil. Hay dos posiciones antagónicas en el ecosistema comunitario: la de la Eurocámara y la de las capitales representadas en el Consejo. «Hay algunos que parece que no se leen los tratados. Cuando Juncker salió como candidato más votado, la conferencia de presidentes del Parlamento proclamó que sería su candidato. Merkel no pudo arreglar nada porque no había nada que arreglar», asegura una alta fuente comunitaria de la primera institución. El Europarlamento debe refrendar por mayoría absoluta el candidato de los Estados y tiene capacidad de bloqueo y de forzar que, en el plazo de un mes, las capitales pongan otro nombre en la mesa. A pesar de esto, el sentir mayoritario en Bruselas prevé que la mayoría de los eurodiputados puedan sufrir presiones de los gobiernos. «Si el ''spitzenkandidat'' no tiene recorrido y no garantiza la estabilidad institucional, el Consejo es soberano y tomará su responsabilidad», defiende un alto cargo que recuerda que «tan legítimo es el Consejo Europeo o incluso más que el Parlamento. De hecho, a los gobiernos en las elecciones nacionales les suele votar más gente», en alusión a la baja participación en las europeas (por debajo del 40%).

Dentro del «spitzenkandidat», los candidatos con más posibilidades son los del PPE, el alemán Manfred Weber, y por los socialistas, el neerlandés Frans Timmermans. Parten con una desventaja: por primera vez en la historia del club comunitario las dos fuerzas no superarían el 50% de los escaños, lo que les obligará a buscar el auxilio de liberales y verdes para hacer frente a los euroescépticos y, también ser elegidos. Este resultado les otorga una legitimidad democrática menor.

Las capitales están divididas. Francia y Luxemburgo boicotean sin disimulo el «spitzenkandidat»; Angela Merkel apoya a su compatriota sin un excesivo entusiasmo (Berlín amaga con hacerse con la presidencia del BCE y dos alemanes sería demasiado en aras del equilibrio geográfico); España apoya a Timmermans, pero guarda ases en la manga; Italia amenaza con veto y el austriaco Sebastian Kurz parece el único que defiende el método sin ambages. Como posible alivio, no es necesaria la unanimidad y tan sólo se requiere mayoría cualificada. Fuentes diplomáticas recuerdan que Juncker fue elegido con el voto en contra de Reino Unido y Hungría; Tusk contó con el veto de Polonia. Ante una UE fragmentada, se tolera la disensión como única forma de avanzar.

El gran enemigo es Emmanuel Macron, ya que en la legislatura actual no está representado en ningún grupo de la Eurocámara y ha batallado, sin éxito, por la puesta en marcha de listas trasnacionales. De hecho, los liberales (el grupo del que Macron quiere formar parte) no han presentado un cabeza de lista al uso sino varios nombres. Entre ellos, destaca la comisaria de Competencia Margrethe Vestager, aunque no cuenta con el apoyo del Gobierno danés. Como otro gran tapado bastante destapado, Michel Barnier, el actual negociador jefe de los Veintisiete en el Brexit.