Política

Amenaza nuclear

Irán vota, los ayatolás deciden

Una mujer iraní sostiene un cartel electoral del candidato ultraconservador Said Jalili tras asistir a un mítin en Teherán
Una mujer iraní sostiene un cartel electoral del candidato ultraconservador Said Jalili tras asistir a un mítin en Teheránlarazon

Cinco candidatos de línea dura y un reformista se disputan a partir de hoy el sillón presidencial iraní, que dejará vacante Mahmud Ahmadineyad tras dos legislaturas consecutivas. Bajo el ojo escrutador de los Guardianes de la Revolución y de su guía, el ayatolá Ali Jamenei, la campaña electoral se ha caracterizado por la defensa a ultranza de los valores impuestos por los clérigos gobernantes. A sus 73 años, el líder supremo de la República islámica goza de una autoridad que ningún círculo de poder se atreve a cuestionar. Así pues, con la oposición laica proscrita y la eliminación de los principales oponentes al sector ultraconservador del régimen teocrático, sólo un leal a Jamenei podrá ganar las elecciones presidenciales que, casi con toda probabilidad, se dirimirán en una segunda vuelta, fijada para el próximo 21 de junio.

Jamenei no ha dudado en descalificar las candidaturas que pueden mermar su poder. Por eso, los analistas prevén una victoria del ala ultraconservadora y auguran un endurecimiento de la política exterior, especialmente el enrocamiento en la defensa del programa nuclear que tantos quebraderos de cabeza provoca en la comunidad internacional a Teherán. Entre los sectores liberales del país, los jóvenes universitarios y los empresarios de las grandes ciudades, cunde el desánimo y la frustración. «Las elecciones son una píldora muy amarga», declara la joven Golnar a LA RAZÓN. «Siempre he pensado que no va a cambiar nada», lamenta esta joven residente en la capital. Aun así, nada hace pensar que se repetirán las protestas masivas que se vivieron en los comicios presidenciales de 2009 para denunciar el fraude electoral. Aquellos que apoyaron hace cuatro años al llamado «Movimiento Verde» del ex candidato presidencial Mir Husein Musavi, hoy bajo arresto domiciliario, han aprendido a palos en qué consiste la represión policial. Además, en esta ocasión los Guardianes de la Revolución han sacado a los antidisturbios y las milicias «basij» a las calles para prevenir las manifestaciones.

La crisis, el gran problema

Las medidas de seguridad y los llamamientos a la participación fueron la tónica ayer, víspera de unos comicios que sólo despiertan entusiasmo en los dirigentes del régimen de los ayatolás. Los reformistas, debilitados y preocupados por la posible deserción de su electorado, han pedido a sus partidarios no boicotear la jornada electoral. Mientras, a los iraníes lo que realmente les preocupa no es cómo encarará el futuro presidente el pulso nuclear con Occidente sino la crisis financiera.

Las sanciones internacionales en represalia por la falta de transparencia de su programa atómico, agravadas por la mala gestión interna, han puesto al país al borde del precipicio, con una moneda que perdió el 80% de su valor en 2012, una inflación del 32% y una tasa oficial de paro que supera el 15%.

«Los iraníes estamos bajo una fuerte presión económica debido a las sanciones y a la mala gestión del actual Gobierno. La gente espera que después de las elecciones la situación pueda cambiar y el nuevo presidente logre eliminar estas sanciones», anhela Ali Faragi, comerciante de Isfahan.

«La mayoría cree que no son los iraníes quienes eligen al presidente, sino que ya está seleccionado por los clérigos gobernantes. Los candidatos reformistas no pueden hacer nada, no tienen ninguna posibilidad», agrega Faragi. No le falta razón, el movimiento reformista está en crisis desde 1999, durante la primera legislatura del ex presidente Mohamed Jatami (1997-2001). Según explica a LA RAZON Manuel Llinás, especialista en Asuntos de Irán, «el cierre del diario reformista «Al Salam» en julio de 1999 provocó unos enfrentamientos entre seguidores de Jatami, la Policía y grupos radicales islámicos en la Universidad de Teherán, insólitos desde el triunfo de la Revolución». «La represión de intelectuales, estudiantes y periodistas hace muy difícil que puedan expresarse», señala Llinás, tras puntualizar que los sectores liberales que viven en los núcleos urbanos «no representan más del 30%» del electorado y el 70% restante «seguirá votando a los conservadores». Conviene tener en cuenta, asimismo, la complejidad de la estructura política iraní, en la que el cargo de presidente de la República no tiene el poder político suficiente para acometer reformas. Su fuerza radica principalmente en que representa la voluntad popular al ser elegido mediante sufragio universal, pero por encima de él estáel Consejo de Guardianes de la Revolución, que vigila la ortodoxia islámica de su actuación política y el líder de la Revolución, que controla las Fuerzas de Seguridad del Estado.

En las presidenciales de 2009, más del 80% de los inscritos para votar lo hizo, pero la ola de entusiasmo que precedió a las elecciones llegó abruptamente a su fin para muchos iraníes cuando el presidente Mahmud Ahmadineyad logró su segundo mandato envuelto en la polémica. Desde entonces, el optimismo se ha reducido casi tanto como el nivel de vida de los iraníes.