Política

Crisis política en Italia

Italia se prepara para la elección de su próximo jefe de Estado

El emblema presidencial de Giorgio Napolitano ya no ondea en el palacio del Quirinale, lo que anuncia un periodo de “sede vacante” en la Presidencia de Italia que el primer ministro, Matteo Renzi, quiere zanjar inmediatamente para evitar que el país se suma de nuevo en la incertidumbre política. Exhausto y anciano, Napolitano renunció oficialmente hoy al cargo de presidente de la República para el que fue reelegido en 2013 y que aceptó a regañadientes, cuando un fragmentado Parlamento fue incapaz de encontrarle un sustituto.

Ahora se abre un periodo sobre el que planea lo ocurrido en aquella ocasión y que, de no solucionarse en breve, sería de nuevo visto como un nuevo ejemplo de indecisión política, el segundo en el área mediterránea de la Unión Europea después del caso griego.

La presidencia temporal de Italia recae, por mandato constitucional, en el presidente del Senado, el magistrado antimafia Pietro Grasso, mientras que la convocatoria de la sesión conjunta que elegirá al nuevo jefe de Estado es competencia de la presidenta de la Cámara Baja, la periodista Laura Boldrini.

Ella tendrá que llamar, en el plazo de 15 días, a los encargados de la elección, los 1009 grandes electores, entre diputados, senadores, representantes de la regiones y senadores vitalicios -entre estos últimos Napolitano- para que voten por un candidato mediante el temido voto secreto.

Temido porque en estas ocasiones es cuando salen a relucir los denominados en el argot político como “francotiradores”, integrantes de una determinada fuerza política que primero dicen sí a su líder y después votan lo que quieren o lo que acuerdan.

El primer ministro asegura tener los números de su parte y ha “apostado”, en sus propias palabras, que Italia tendrá un nuevo presidente de la República en la cuarta votación y que su partido dará “un solo candidato” socialdemócrata.

“No creo que sea posible elegir al presidente en la primera ronda (...) El voto bueno es de la cuarta en adelante, apuesto que a la cuarta lo elegimos”, dijo Renzi recientemente en el programa de análisis “Otto e Mezzo”, de La7.

La Constitución republicana, aprobada en 1947, establece que la “fumata blanca” tendrá lugar siempre y cuando un candidato recabe dos tercios de los escrutinios en las tres primeras votaciones mientras que, en la cuarta, bastará la mayoría simple.

Ahora los medios especializados ya han comenzado con su particular quiniela y en los últimos meses, desde que Napolitano dejara ver sus intenciones, han especulado sobre el nombre del futuro presidente de la República.

Una de ellas era la exministra de Asuntos Exteriores con Enrico Letta, Emma Bonino, pero esta semana anunció que ha iniciado la quimioterapia para superar su cáncer de pulmón, o el exsindicalista Franco Marini, que ha dicho “no” a su candidatura después de fracasar en el último “cónclave”.

Otros nombres que circulan son los de la senadora Anna Finocchiaro, el profesor y expresidente Giuliano Amato, el también ex primer ministro y expresidente de la Comisión Europea Romano Prodi, el actual ministro de Economía, Pier Carlo Padoan o el exalcalde de Roma, Walter Veltroni.

Resta por conocer el papel que jugará el siempre polémico Movimiento 5 Estrellas, la sorpresa en los últimos comicios generales y que, en la actualidad, lejos del anterior esplendor, se encuentra marcado por las divisiones.

En las elecciones de 2013 propusieron el nombre del jurista Stefano Rodotá en las puertas de la Cámara de los Diputados, se manifestaron y jalearon todo tipo de proclamas pero todo fue en vano y su poder finalizó aguado por la fuerza y el acuerdo de los partidos tradicionales, que recurrieron a Napolitano.

También deberá conocerse la posición del ex primer ministro y condenado por la justicia Silvio Berlusconi y su partido, Forza Italia, que según los medios apoyarían al candidato de Renzi siempre y cuando “no sea demasiado hostil” a la figura del líder conservador.

De cumplirse los vaticinios de Renzi, en torno al primero de febrero el Quirinal lucirá un nuevo estandarte presidencial y acogerá a un nuevo huésped que ocupará la sede, antigua casa de los papas, durante los próximos siete años.

Y lo hará para asistir al ambicioso programa de reformas impulsado por el primer ministro, atrapado en el sempiterno trámite parlamentario, y para comprobar si Italia encara la recuperación económica y, de una vez por todas, se desprende del fantasma de la recesión.