Reino Unido
Juncker sentencia: «Fuera es fuera»
El presidente de la Comisión Europea despeja cualquier tipo de duda al asegurar no habrá más negociaciones con Reino Unido tras la consulta. Londres «ha obtenido lo máximo» de la UE, dice
El presidente de la Comisión Europea despeja cualquier tipo de duda al asegurar no habrá más negociaciones con Reino Unido tras la consulta. Londres «ha obtenido lo máximo» de la UE, dice
Londres, Bruselas y París están de acuerdo. Tanto David Cameron como Jean-Claude Juncker y François Hollande han querido dejar claro a los ciudadanos británicos, horas antes de que depositen su voto en las urnas, que el proceso es irreversible. «Fuera es fuera», zanjó ayer el presidente de la Comisión Europea tras recordar que los Veintiocho ya ofrecieron «lo máximo» al «premier» en el acuerdo tomado en el mes de febrero en el que, entre otras contrapartidas, permitieron la discriminación en las ayudas sociales a los ciudadanos comunitarios residentes en Reino Unido. Una serie de contraprestaciones que se tendrán que legislar detalladamente, siempre y cuando los británicos digan «sí» al proyecto europeo, pero que se desvanecerán en caso de apoyo al Brexit. El propósito es que Londres no crea que puede forzar un proceso sin límite en el que seguir construyendo una relación a la carta con sus socios europeos, teniendo en cuenta que Reino Unido no forma parte de la moneda única y ha mantenido durante estos años, como Dinamarca e Irlanda, una cláusula de excepcionalidad («opt-out», como se denomina en la jerga comunitaria). Esto les permite no participar en la política de Justicia e Interior y descolgarse, por ejemplo, del esquema de reparto de refugiados.
No es la primera vez que Bruselas encuentra una salida alternativa a un mal resultado en un referéndum. Los «noes» a la Constitución europea en Francia y Países Bajos en 2005 se saldaron con un minitratado que dio origen al Tratado de Lisboa, en el que se rescataron los ejes principales de la fracasada Carta Magna y que en la mayoría de los países tan sólo tuvo que ser ratificado en los Parlamentos. Irlanda votó en referéndum en contra de este tratado en 2008, pero, tras una serie de garantías adicionales, la consulta volvió a repetirse con resultado positivo. Ahora, este tipo de estratagemas parecen imposibles y todo indica que Reino Unido estará abocado a la aplicación del artículo 50 que da un plazo de dos años (ampliable por unanimidad) para ser considerado un país tercero.
Juncker realizó ayer estas declaraciones ante las insistentes preguntas de los periodistas tras entrevistarse con el canciller austriaco, Christian Kern. El presidente de la Comisión Europea, fiel a la consigna vigente en Bruselas desde hace meses, no quiso hacer declaraciones ni sobre posibles planes de emergencia ni sobre el rumbo que deberá tomar la Unión para impedir el auge del euroescepticismo. Bruselas no quiere dar munición con cualquier traspiés comunicativo a los partidarios de la salida.
Por su parte, el presidente francés, François Hollande, también aseguró ayer que el futuro del bloque comunitario «está en juego» e hizo algunas advertencias sobre las consecuencias que tendría para los británicos quedar fuera del mercado interior. Para el inquilino del Elíseo, «la salida de un país que geográfica, política e históricamente está en la Unión Europea tendría forzosamente consecuencias de extrema gravedad». El mandatario francés también apuntó a la irreversibilidad del proceso. «Yo mismo, al día siguiente del voto británico, tendré que tomar iniciativas con el conjunto de nuestros socios». Berlín también se ha pronunciado. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, considera que Europa debe cambiar. «Tras el referéndum, Europa no puede seguir haciendo lo mismo que ha hecho hasta ahora, porque entonces la gente dirá que no hemos entendido». El tiempo dirá cuál es la respuesta de Berlín. El propio Schauble alertó hace unas semanas que el momento no es el propicio para dar un salo adelante en el proceso de integración.
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