Finanzas

La Bolsa se desploma un 10% y agrava la crisis argentina

Las limitaciones cambiarias impuestas por el Gobierno para frenar la crisis reviven el fantasma del «corralito» de 2001.

Un hombre lee en un bar frente a una pizarra con el valor del dólar y del real en otra jornada de incertidumbre en Argentina
Un hombre lee en un bar frente a una pizarra con el valor del dólar y del real en otra jornada de incertidumbre en Argentinalarazon

Las limitaciones cambiarias impuestas por el Gobierno para frenar la crisis reviven el fantasma del «corralito» de 2001.

La Bolsa de Buenos Aires sufrió ayer un duro golpe tras las recientes limitaciones cambiarias impuestas por el Gobierno de Mauricio Macri para frenar el desplome del peso argentino, en medio de una crisis de confianza por la incertidumbre política antes de las elecciones de octubre, ante la probable victoria del kirchnerismo.

Así, el índice bursatil Merval se derrumbó un 10,2% y se situó en su mínimo en dos años. Las más afectadas fueron las empresas energéticas. La congelación de tarifas de servicios básicos como el gas y la electricidad decretada por el Gobierno está causando estragos en estas compañías que, por otro lado, fueron las grandes beneficiadas durante la gestión del actual Gobierno.

La otra cara de la moneda mostró una ligera recuperación del peso argentino, que ganó fuerza frente al dólar, hasta situarse en los 55,75 pesos por cada «billete verde», desde los 60,5 pesos por los que se cambiaba el lunes. Aunque la depreciación del peso se ha frenado, la divisa del país austral todavía no se ha recuperado del impacto del pasado 12 de agosto, cuando cayó tras la victoria de Alberto Fernández, candidato del partido opositor Frente de Todos, en las elecciones primarias del país, imponiéndose así al actual presidente, el conservador Mauricio Macri.

En Buenos Aires se volvieron a ver ayer escenas del pasado en una mezcla extraña. La Casa Rosada preside imponente la Plaza de Mayo, pero en cuanto se recorren las calles de la City el ambiente cambia. Luces de neón que anuncian el precio del dólar frente al peso y gente, los denominados «arbolitos», que ofrecen cambio en las calles. A pocos metros, la sede del Banco Central, con sus enormes columnas románicas, la misma fachada que en el 2001 recibió piedras y huevazos de una muchedumbre enardecida que no podía recuperar su dinero.

Si bien es difícil que la situación se repita hasta los mismos extremos de la crisis del «corralito», los síntomas se parecen. Incluso las imágenes, con largas colas en los principales bancos de gente que quiere recuperar su dinero. Desde el lunes, los argentinos tienen que pedir autorización para retirar más de 10.000 dólares de las entidades. Con este nuevo cepo se pretenden parar la sangría y no llegar a un «default» por lo menos hasta las elecciones del 27 de octubre.

Después de que el Gobierno impusiera ésta y otras restricciones cambiarias, muchos argentinos se pasaron horas esperando en medio del frío frente a los bancos para poder retirar ahorros en dólares. «Saqué mi plata del banco por precaución, creo que es un momento en donde nos estamos llevando muchas sorpresas. Mañana nos podemos levantar y ver que todo cambió, prefiero ser precavida y no arrepentirme después», comentó Catalina Pedace, una empleada y estudiante universitaria de 25 años.

Miedo e incertidumbre

Habituados a los descalabros económicos y a perder sus ahorros, los argentinos son capaces de oler una crisis a distancia y las medidas anunciadas por el Gobierno fueron para muchos una señal de alerta. «La inestabilidad y la poca información generan miedo, y creo que muchos estamos actuando por ese miedo que nos genera el no saber qué es lo que puede pasar», agregó.

En las crisis de 1989 y de 2001, muchos ahorradores perdieron su dinero por el congelamiento y confiscación de depósitos, recuerdos que aún están muy vivos en las calles de Buenos Aires. En otro banco cercano al Central Hispano los empleados sirven café y medialunas a los clientes que aguantan resignados la fila. «Yo ya perdí 30.000 dólares en el 2001 cuando me los reconvirtieron a pesos, no quiero que la historia se repita, prefiero tenerlos debajo del colchón», afirma Juan, un comerciante de avanzada edad.

En un país en plena inestabilidad financiera, golpeado por la alta inflación –55%– y el crecimiento de la pobreza, del 33%, nadie quiere perder. «Yo no tengo depósitos en dólares. Tengo ahorros en dólares que no están depositados porque hace dos años atrás empecé a oler un poquito mal esta situación, pero me preocupa y me apena ver a toda esta gente fuera de los bancos esperando que les reintegren sus depósitos», contó Liliana Ibarra, una jubilada de 60 años que pasea por Recoleta.