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La clemencia de Trump con el sheriff racista

Joe Arpaio fue condenado por desacato al inclumplir una decisión judicial y seguir deteniendo a los latinos por el color de su piel

Joe Arpaio vestido con su uniforme de sheriff del condado de Maricopa en Anthem, Arizona.
Joe Arpaio vestido con su uniforme de sheriff del condado de Maricopa en Anthem, Arizona.larazon

Joe Arpaio fue condenado por desacato al inclumplir una decisión judicial y seguir deteniendo a los latinos por el color de su piel.

Joe Arpaio, 85 años, sheriff del condado de Maricopa durante 25 años, y otros tantos como agente de la DEA, presumía de que en Arizona la ley era igual para todos. Allí, solía repetir, «las sentencias hay que cumplirlas». Qué suerte, entonces, que el presidente Trump lo haya indultado. Gracias a la intervención de la Casa Blanca evitará la cárcel el sheriff más controvertido del Oeste. Fue condenado por desacato, tras negarse a cumplir la provisión judicial que le obligaba a no detener a nadie basándose en el color de su piel. Unas prácticas que Arpaio justificaba como imprescindibles para frenar la inmigración ilegal, y que el juez, en su sentencia, había calificado como «racista». Su mejor argumento para defender el espíritu de la Ley SB1070, la normativa de inmigración de Arizona, resultó inservible cuando el Tribunal Supremo desguazó por inconstitucionales sus aspectos más controvertidos.

«No lo perdonaré esta noche», dijo Trump durante el mitin que ofreció esta semana en Arizona, «porque no quiero causar controversia. Pero voy a hacer una predicción. Estará bien». Dicho y hecho. Mientras el país contemplaba las imágenes del huracán Harvey, impactando contra las costas de Texas, el presidente, casi de incógnito, aprovechó para indultar a Arpaio.

Nacido en 1932 en Springfield, Massachusetts, fue elegido sheriff de Maricopa, que comprende Phoenix, la ciudad más poblada de Arizona, entre 1992 y 2012. Entre sus iniciativas más comentadas está la de levantar un campamento/prisión en una avenida de Phoenix, donde «alojaba» a los sospechosos de ilegales, así como su costumbre de obligarles a vestir ropa interior rosa y monos a rayas, de reducir el número de comidas diarias y de repartir alimentos podridos, restringir el acceso a la atención médica y mantener a los presos a temperaturas que en verano excedían los 50 grados centígrados. Por lo demás Arpaio y su departamento acumulaban amonestaciones del FBI y el departamento de Justicia, así como denuncias de Amnistía Internacional, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) y la Liga Antidifamación por su incapacidad para cerrar correctamente los casos, el posible desvío de fondos públicos, los frecuentes abusos de poder, etc.

El comunicado de la Casa Blanca explica que «hoy, el presidente Donald J. Trump otorgó un indulto presidencial a Joe Arpaio, ex sheriff del condado de Maricopa, Arizona. La carrera de Arpaio, que comenzó cuando tenía 18 años y se alistó en el Ejército después del estallido de la Guerra de Corea, constituye un ejemplo de servicio público desinteresado. Tras servir en el Ejército, Arpaio se convirtió en un oficial de policía en Washington D.C. y Las Vegas, y más tarde sirvió como agente especial para la DEA. Después de 25 años de trabajo admirable, Arpaio dirigió la rama de la DEA en Arizona. En 1992 los problemas de su comunidad lo sacaron de su retiro y regresó a la policía. Ganó las elecciones para convertirse en sheriff del condado de Maricopa. Durante el tiempo que fue sheriff continuó trabajando para proteger a la gente del crimen y la inmigración ilegal. El sheriff Joe Arpaio tiene ahora ochenta y cinco años de edad, y después de más de cincuenta años de servicio admirable es un digno para obtener el perdón presidencial».

Como la justificación institu-cional acaso sonaba plana, Trump añadió en su Twitter que «acabo de otorgar un perdón completo al sheriff Joe Arpaio, un patriota estadounidense de 85 años de edad. ¡Mantuvo a Arizona a salvo!». «Gracias Donald Trump», respondió Arpaio en Twitter, «por comprender lo que era mi condena: una caza de brujas de la gente del departamento de Justicia de la Administración Obama».

La aspirante a senadora republicaba por Arizona, Kelli Ward, aplaudió «al presidente por ejercer su autoridad para perdonar y contrarrestar el ataque contra los heroicos esfuerzos del sheriff Joe para hacer cumplir las leyes de inmigración». Su rival en las primarias, el senador Jeff Flake, respondió que «respecto al indulto de Arpaio, habría preferido que el presidente honrara el sistema judicial y dejara que este siguiera su curso». «Nadie está por encima de la ley», ha comentado el senador John McCain, «y los individuos con el privilegio de ser oficiales deberían de mantener un compromiso irreprochable hacia las leyes que juraron servir».

La noticia del perdón de Arpaio coincidió con la salida del gobierno de Sebastian Gorka, consejero en cuestiones de terrorismo del presidente y miembro del Grupo de Iniciativas Estratégicas de la Casa Blanca. Antiguo editor de Breitbart, Gorka era una presencia continua en los platós de televisión, donde destacaba por sus coloristas y encendidas filípicas a favor del presidente. Todo hace indicar que su caída ha sido provocada por el general John Kelly, nombrado jefe de gabinete en sustitución de Reince Priebus. El ex marine sigue empeñado en limpiar el gabinete de cualquiera que abandone el guión y/o parezca sospechoso de estar demasiado cerca del «establishment» republicano. Heterodoxo por naturaleza, Gorka orbitaba alrededor del representante de la «alt-right» Steve Bannon. Con cada nueva defenestración se hace más y más difícil delimitar el perímetro con el que lindan las políticas trumptianas. Lo único claro es que nadie está salvo de la ira del presidente. Ni los electrones libres como Bannon, Gorka, o Sacaramucci, ni los fieles a la ortodoxia republicana como Priebus, o Sean Spicer. Tarde o temprano todos acaban expulsados de unos círculos de poder en los que ya sólo pían Trump y familia mientras los generales Kelly, Jame Mattis, y H.R. McMaster imponen sus reglas.