Venezuela

La derrota de la política de represión y miedo

La Razón
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Dos noches han pasado desde que con una sutil mezcla de angustia y curiosidad esperábamos los resultados de la votación para las elecciones parlamentarias de Venezuela. Tanto habíamos esperado, tanto habíamos sufrido para conseguir que este evento se llevase a cabo, que casi habíamos perdido las esperanzas de que se celebrara en la fecha correspondiente. El presidente Maduro intentó buscar cómo pasar por alto la obligatoria convocatoria a este sufragio. Muchas protestas y algunas huelgas de hambre le obligaron a ponerle fecha definitiva, estirando la lejanía tanto como pudo hasta el 6 de diciembre. Muchas razones existieron para pensar en una suspensión a última hora por cualquier motivo, como la amenaza de eventos muy serios en la frontera con Colombia. La paciencia popular ya estaba colmada. Maduro no tenía más alternativas que continuar con el calendario anunciado por lo que tanto él como Cabello optaron por una única estrategia, sembrar el miedo en los electores para disuadirles de asistir al sufragio. Tradicionalmente, unas elecciones parlamentarias no conseguían más de un 50% de participación, y si se les asustaban, tal vez podrían verse reducidos a un 30 o 40%, una cifra que podrían alterar con alguna movilización o incluso reubicación arbitraria de electores. La realidad arruinó este plan, pues el deseo de cambio fue superior al temor implantado. Una masa inimaginable antepuso su deseo de libertad y justicia a su comodidad y asistieron más del 74% a la cita ciudadana.

Era previsible que a mayor afluencia de votantes las posibilidades de éxito se incrementarían para el segmento opositor, la Mesa de la Unidad Democrática. Así fue y para nuestra muy grata sorpresa vimos cómo todas las predicciones del mejor escenario se superaban muy rápidamente. Hoy se logró, después de diecisiete años controlar la Asamblea Nacional con más de 103 diputados, lo que equivale a una mayoría cualificada de tres quintos. Acostumbrados a perder, costaba creer lo que conseguimos. Somos mayoría, sin dudas ni temores a las trampas electorales. Empezamos una nueva etapa que nos compromete a hacerlo bien, a recuperar el futuro a organizar el presente. Una etapa que tiene el reto de imponer el orden desde el Poder Legislativo a un régimen populista que centraliza en el Poder Ejecutivo todos los poderes con un nivel tal que bien califica de autocracia, una dictadura blanda que mediante el despilfarro del patrimonio logró comprar voluntades y corromper la sociedad. Ganamos y hemos sido reconocidos. Ahora el dilema es qué agenda llevaremos para esta nueva etapa Propongo, sólo a beneficio de inventario, algunas tareas realizables con los votos ya reconocidos: exigir rendición de cuentas de todos y cada uno de los ministros, sancionar a quienes no demuestren pulcritud y eficiencia en el manejo de patrimonio público, vetar a aquellos funcionarios que incumplan u nombrar y renovar los poderes ciudadanos y electoral. Por ultimo, pero como primera tarea, devolver la libertad a todos los presos políticos mediante la promulgación de una ley de amnistía. Se abre una nueva etapa de tolerancia, unidad y libertad, que ofrecerá a Venezuela la posibilidad de recuperar su futuro en paz y progreso.

*Padre del preso político Leopoldo López