Elecciones en Francia
La fragilidad del presidente
Con 350 de los 577 escaños, Emmanuel Macron posee la clara mayoría que necesitaba. Tiene cinco años por delante para llevar a cabo su programa de reformas. Este programa promete un cambio radical, desde la reforma del mercado de trabajo y la liberalización de la economía hasta la reducción del déficit, la mejora de la prestación de servicios sociales, la moralización de la vida pública y la profundización del papel de Francia en la Unión Europea. Y todo ello, de forma ambiciosa, creando una nueva manera de hacer política. Éste parece un momento transformador, pero ¿en qué se fundamenta? ¿Hasta cuándo puede durar?
Estas elecciones han dado al movimiento de Macron el 53% de los escaños en la Asamblea Nacional. Es un mandato claro, pero también frágil, ganado en un contexto de abstención récord, de un 51% y un 57% en ambas votaciones. Macron tiene que llegar no sólo a los 7,8 millones que votaron por su movimiento el domingo, sino a casi 40 millones que se abstuvieron o votaron por otros partidos. No será fácil disipar la impresión de que su mayoría está construida sobre una base frágil que no representa lo suficiente del electorado francés.
El éxito de Macron ha redibujado los contornos del paisaje político francés, tomando elementos de la izquierda y de la derecha convencionales para llegar a un nuevo centro, rompiendo así el predominio de los partidos tradicionales del gobierno. Pero hay que ser cautos antes de concluir que estamos ante un cambio profundo y duradero. Hace unos 40 años, otro joven presidente intentó redefinir los contornos de la política francesa alrededor de un nuevo centro hegemónico. Al final de la presidencia de Giscard en 1981, Francia volvió a un paisaje más polarizado que nunca entre una izquierda socialista y una derecha neogaullista que se alternarían en el poder desde entonces.
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