Referéndum en Reino Unido

La integración de la UE, en vilo

La Razón
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Desde un punto de vista formal, el referéndum no es convincente, pero no haberlo realizado habría supuesto un suicidio político tanto para el Gobierno como para el Parlamento británico, ya que se trata de una promesa electoral. Dicha promesa utiliza el proceso legal de cómo salir de la Unión incluido en el tratado de Lisboa, lo cual no se está realizando, por otra parte, nada al margen de lo establecido legalmente. El partido conservador de David Cameron se vio obligado a seguir el peligroso y populista camino hacia el referéndum del Brexit encontrando, finalmente, una solución a este compromiso y su excusa para defender la permanencia. Dicho compromiso constaba de un referéndum que tiene el objetivo de examinar las preferencias de los votantes y al mismo tiempo una negociación exitosa con las instituciones europeas. Sin embargo, esta consulta ha hecho que el partido conservador explosione. La mitad de sus diputados y cinco ministros están a favor del «Brexit» y defienden, por un lado, que la UE impone demasiados controles sobre las políticas nacionales, y por otro lado, que Reino Unido es uno de los contribuyentes más importantes de la Unión en el ámbito de las aportaciones financieras, pero después no recibe de la Unión ningún beneficio importante. El resto del partido está con Cameron y respaldan que lo más correcto políticamente y lo que proporcionaría más estabilidad es mantenerse dentro de la Unión Europea.

La campaña más importante a favor del «Brexit» es, desde hace algunos años, la del partido de ultra-derecha, populista y xenófobo, UKIP, de Nigel. Farage. El UKIP fue la formación política euroescéptica más votada (con un 27% de los votos) en las elecciones para el Parlamento Europeo en 2014. Desde entonces, ha entrado por primera vez en el Parlamento Nacional de Reino Unido con el 12,6% de los votos en 2015, con sólo un diputado (debido al efecto desproporcional del sistema electoral del «first past the post»).

Pero, realmente, qué consecuencias podría acarrear el escenario de un Brexit. Al ser Reino Unido uno de los principales miembros de la UE, y siendo el primer caso de una posible salida en la historia de la integración europea, está claro que hay diferentes niveles de análisis que se deberían considerarse. En tiempos de inestabilidad, poco crecimiento económico y desequilibrios internacionales, el efecto negativo menos deseado reside, en el equilibrio europeo, en una escala diferente: nacional y supranacional.

Primero, hay consecuencias a nivel nacional. El «Brexit» podría conducir a un proceso de fragmentación tanto de las políticas británicas como de la política en sí, tal y como la conocemos hoy en día. Los movimientos independentistas podrían ganar fuerza de nuevo en Escocia e Irlanda, también utilizando su voluntad de seguir siendo miembros de la UE para presentar su candidatura de adhesión individualmente. De igual manera, Gales podría seguirles. Se podría decir que el proceso de devolución de competencias iniciado por Tony Blair era simplemente una solución a medio plazo al problema político de los “nacionalismos insatisfechos” en Reino Unido (se transfirieron cada vez más competencias de nivel central a regional a fin de proporcionar más autonomía a las regiones y acallar los movimientos independentistas existentes), y, en un nivel menos prosaico, una manera de salir del pozo de un partido Laborista que había perdido el consenso.

En segundo lugar, el «Brexit» afectaría en varios ámbitos a los Estados miembros de la UE. Sin que exista el riesgo real de que se produzca un efecto dominó, sí existe preocupación tanto por los países que tienen una mayor cantidad de conexiones económicas con Reino Unido (como Irlanda, Holanda y los países escandinavos), como los que cuentan con una gran cantidad de deuda pública, por el riesgo de especulación en medio del compromiso de reducir la deuda que rige el pacto fiscal (Grecia, Portugal y, en menor medida, Italia). Asimismo, el «Brexit» avivará movimientos euroescépticos en otros Estados miembros, que ya éstos están aumentando debido a la incapacidad de las políticas de la Unión de superar el principal problema en la UE: la crisis migratoria y el lento crecimiento económico. Estas fuerzas políticas están utilizando un populismo que, a menudo, cobra sus dividendos en este tipo de crisis. De derecha a izquierda, de norte a sur, el euroescepticismo está ganando terreno.

En tercer lugar, a nivel supranacional, la UE en conjunto podría experimentar un gran desorden a nivel financiero y político, en gran parte negativo. ¿Es Reino Unido fundamental por su tradicional rol de equilibrar el poder en Europa, o es Reino Unido un impedimento para profundizar en la integración europea por su preferencia por una comunidad económica con poco contenido político? Se debería considerar que el excepcionalismo de Reino Unido siempre ha implicado cierto grado de falta de confianza en cuanto a su contribución poco entusiasta al proyecto europeo, dividido en sus tres círculos de intereses políticos internacionales: la herencia de la Commonwealth, la relación especial que tiene con Estados Unidos y la integración europea. En el asunto de la inestabilidad financiera, Mario Draghi ya ha comenzado a poner remedio insistiendo en la necesidad de actuar con rapidez para defender la estabilidad de la zona euro. A nivel político, un estancamiento o incluso un incremento de la incapacidad política para salir de la crisis podrían ser consecuencias del “Brexit” para la Unión Europea. Sin embargo, hay esperanza. El proceso de integración europea siempre ha pasado por periodos difíciles cuando el proyecto en sí estaba en juego. Sin embargo, en esos momentos, el liderazgo de la UE ha encontrado siempre la manera de seguir. La urgencia por unas políticas estatales más cohesivas, por una cooperación conjunta para profundizar en el proceso de integración europeo y por la implementación (en cierto grado) de un sistema fiscal común, podría fortalecerse con esta crisis. No obstante, esta vez el problema tiene más profundidad y toca niveles estructurales de una forma nunca vista en la organización, y, además, la falta de liderazgo político es aterradora.

Finalmente, una posible solución interpretativa de la crisis debería ser un llamamiento a las políticas básicas necesarias para propagar los principios y valores de la UE. En la Unión Europea, así como en numerosos países de la comunidad internacional, hay procesos de división que separan el capitalismo del mercado libre. Este dúo conceptual debería reunirse de nuevo a fin de crear ese par ganador de democracia consolidada y de calidad y libre mercado también para la Unión Europea. La creación y el mantenimiento de un espacio de seguridad, justicia y libertad comunes es todavía el objetivo único y principal que la Unión Europea debe continuar realizando a fin de mantener vivo el proceso de integración europeo.