Uruguay

La termitas se ceban con la majestuosa sede presidencial de Paraguay

El majestuoso Palacio de López, sede de la Presidencia de Paraguay y superviviente de una guerra que hizo temblar sus cimientos, se enfrenta ahora a un enemigo tan letal como silencioso, las termitas que están carcomiendo la mitad del histórico edificio.

Desde el exterior, el Palacio sigue deslumbrando como la postal más emblemática de Asunción, una construcción plena de historia y obra del personaje más trágico de la historia de Paraguay: el mariscal Francisco Solano López, el presidente del país muerto en 1870 en combate con las tropas brasileñas.

Sin embargo, la realidad en su interior es otra. Su ala oeste, que equivale al 40 % del flamante edificio, es un nido de xilófagos que tienen un suculento festín en sus entresuelos y techos originales de madera.

"Está dañada toda su estructura de madera, entresuelos y cubiertas que actúan como soporte del Palacio", dijo a Efe Gustavo Glavinich, arquitecto del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC).

Además, anotó el técnico, otra parte del Palacio, la correspondiente a sus sótanos y antiguas caballerizas, también está invadido por las termitas y por otro habitante indeseado, los murciélagos.

"Funcionan como depósitos y están muy abandonados. En total un 60 % del Palacio está afectado", acotó Glavinich.

Según el funcionario, el problema que hace peligrar la salud del lado oeste del Palacio es el mismo que tenía en su ala este, pero que fue atajado en 2012 con una intervención.

"Se invirtieron unos cinco millones de dólares para salvar esa parte del Palacio, donde está el despacho presidencial, el gabinete militar y un salón para la presentación de cartas credenciales", explicó Glavinich.

Sin embargo, la ausencia de una segunda partida presupuestaria es la que está dejando a merced de las termitas el este.

Lo mismo pasa en la iglesia de Yaguarón, a unos 52 kilómetros de Asunción, una de las gemas patrimoniales de Paraguay, culminada en 1752 por los franciscanos españoles.

Desde hace años, las termitas se están dando un banquete en la parte trasera de su valioso retablo, donde urgen terapias de choque que se extiendan también a sus techos y pilares de madera para evitar que se conviertan en serrín.

"Yaguarón corre un gran peligro. Hace tres años el MOPC elaboró un proyecto para salvar la iglesia, con un coste de cinco millones de dólares. Desde entonces seguro que la situación se ha agravado", dijo Glavinich.

Si bien la urgencia de eliminar las termitas del Palacio de López no parece ser tan perentoria como la de Yaguarón, la sede presidencial tiene otros males añadidos que a la larga pueden postrarle en la unidad de cuidados intensivos.

El Palacio, ubicado a espaldas del río Paraguay, ha sobrepasado con creces los usos de la idea original de Solano López, que lo concibió como residencia y así se lo comunicó al húngaro Francisco Wisner, el diseñador del plan, y a su ejecutor, el arquitecto británico Alonso Taylor.

Junto a ellos, llegaron a Asunción artistas italianos y franceses que esculpieron las estatuas y pintaron las decoraciones florales que Solano López había admirado durante sus visitas a las cortes europeas.

El mariscal no llegó a asistir a su inauguración. Murió, sable en mano, en los estertores de la guerra de la Triple Alianza, que entre 1864 y 1870 enfrentó a Paraguay con Brasil, Argentina y Uruguay.

En 1869 el Palacio quedó severamente dañado por los bombardeos de la escuadra brasileño-argentina, que también saquearon a placer todos sus tesoros.

Fue pacientemente restaurado en el periodo de paz, cuando se constituyó en sede de la Presidencia.

"Cuando se construyó nunca se pensó que por el Palacio transitarían unos cien funcionarios por día, ni que se instalarían oficinas, sistemas de aire acondicionado e informáticos sin estudiarse el impacto ambiental. Si aguanta es porque tiene una estructura muy bien consolidada", apuntó Glavinich.

Para evitar desperfectos mayores, Glavinich recomienda, además de la guerra sin cuartel a las los isópteros, que las oficinas se trasladen a un edificio anexo al Palacio, y que este permanezca exclusivamente para asuntos de protocolo.

De esta manera, el Palacio podría ser abierto al público, como se hizo en agosto de 2003, una ocasión excepcional que atrajo a unas 60.000 personas en un fin de semana, prueba del interés que despierta.

"Es un icono cargado de mucha historia y significado que merece ser conocido por todos los habitantes del país", concluyó el arquitecto.