Guerra civil en Libia
Las mujeres libias cinco años después de la caída de Gadafi
Las libias han pasado de ser vulnerables a ser invisibles
Cinco años después de la muerte del dictador Muamar Gadafi, Libia sigue sumida en el caos más profundo. Las pésimas noticias que llegan desde el país norteafricano perfilan una imagen de“Estado fallido” en las que la violencia, los yihadistas y las mafias se fortalecen, mientras las de democracia y libertad se desvanecen ante tal inseguridad. “La seguridad es el reto más importante en la nueva Libia, no sólo para las mujeres también para nuestros hombres. Finalmente, ha llegado la igualdad en Libia”, explica con ironía la joven Nada Elatrash, una ingeniera nuclear de Trípoli. Sin embargo, en este último lustro las mujeres no sólo han perdido en protección, sino también en derechos humanos. “Estábamos muy emocionadas de que tras la revolución todo cambiaría a mejor. Nos equivocamos. Hemos pasado de ser vulnerables a ser invisibles”, indica Elatrash desde Madrid, una de las invitadas por la Fundación Promoción Social de la Cultura (FPSC) a un seminario sobre la mujer libia.
Naima Gebril es toda una pionera. Fue la primera magistrada y la primera que entró de funcionaria en el Ministerio de Justicia. Su lucha comenzó desde que era una adolescente, pues llegar hasta dónde ella lo ha hecho no fue un camino fácil. En la Libia de Gadafi había mucha discriminación. Aunque se les “regaló” el derecho a voto en 1961, por no ser hombre a ella no le dejaron entrar en Justicia nada más terminar la carrera. Siempre elegían a un candidato a juez para no llamar la atención, por seguir las anquilosadas tradiciones. Por fin, en 1975, Gebril entró en el Ministerio. Ahora ve con tristeza cómo en su país se quiere prohibir directamente que las mujeres libias sean juezas o fiscales. Durante una entrevista con LA RAZÓN esta magistrada, que también es miembro de la Comisión Nacional para el Diálogo en Libia, explicó el preocupante rumbo que está tomando el país: “Tenemos mucho miedo”.
Al preguntarle si en términos de derechos las mujeres están peor que hace cinco años, ella contesta que “estamos empezado a estarlo: hay muchos signos inquietantes”. Y es que en opinión de la jueza, “se hace demasiado caso a las fatuas (pronunciamiento legal en el islam) de Sadiq Al Garyani, el gran mufti (la máxima autoridad religiosa) de Libia y a los extremistas”. “Se fomenta que las mujeres vayan con velo (ella se niega a pesar de ser musulmana practicante) y cada vez desde más temprana edad. Incluso a la escuela. Además, ya han comenzado a separar a las niñas de los niños en los colegios y en la Universidad de Derna han puesto un muro entre las chicas y los chicos”, señala como signos alarmantes. “Estamos empezando a perder nuestros logros, por los que luchamos de un modo incansable”. Y es que la mujer libia comenzó a luchar por su derechos a finales del siglo pasado. Otro de los problemas es que quieren que la fuente legal de la Constitución sea la "sharía"(ley islámica), pero “no la que promueve, como en el Qoran, que los hombres son iguales que las mujeres”, sino una interpretación. “Ahora se busca que los hombres se puedan casar con más de una mujer, que se permita la poligamia”.
En cuanto a la violencia y al imperio de las milicias, Gebril explica que esto, unido a todas las trabas que se le han impuesto a la mujer para que sea independiente, que no pueda viajar sola -ni dentro del país ni al extranjero- sin un padre, un marido, un hermano (o incluso un hijo de 18 años) ha generado que muchas libias se estén casando muy jóvenes por estar protegidas o por movilidad. También las activistas están en el punto de mira de los extremistas. “Las mujeres eran muy activas en los medios de comunicación y en las protestas, fueron de las que más gritaron para que cayera el régimen de Gadafi. Ahora, por temor a que las maten, se mantienen al margen”. No es una exageración, el año pasado, la activista Salwa Bugaighis, una de las abogadas más importantes del país y miembro del Consejo Nacional de Transición, fue asesinada en su casa de Bengasi. Meses antes, a Intissar al Hasaari, otra cara conocida del activismo en Libia, la mataron junto a su tía en plena calle en Trípoli. De hecho, Gebril recuerda que en la época de Gadafi había muchas mujeres dentro de las Fuerzas de Seguridad del Estado. “Teníamos una escuela especializada para las mujeres militares y otro de policías. En total, unas 8.000 libias. Tras la revolución, se cerraron ambas escuelas y las pidieron que se quedaran en casa”. Lo bueno es que hemos empezado a ver algunas policías ya en Bengasi. Gebril es bastante optimista con las mejoras en la ciudad costera al este de Libia. “En Bengasi, ya tenemos Ejército y apenas quedan milicias allí. Los barbudos y “allahu akbars” se han ido y ahora volvemos a ver a chicas en las cafeterías, incluso por la noche y con el pelo suelto, sin cubrir”. Pero en Trípoli y otras ciudades las milicias, los extremistas y los Hermanos Musulmanes tienen demasiado poder.
Pero que quede claro que la magistrada no echa nada de menos a Gadafi y que en el fondo tiene esperanza en su país. “Gadafi ha regido Libia durante cuatro generaciones, por lo que muchos de los “minigadafis” aún guardan poder, armas y dinero. Y lo usan en su favor, no en el del pueblo”. Sobre la democracia que no llega, Gebril recuerda que “durante más de cuarenta años no se educó al pueblo libio a ser democrático, no se avanzó en las instituciones, ni en la independencia estatal ni en la sociedad civil. Estamos a cero, queda un camino largo por recorrer”. Y es que “tenemos que ser realistas, no se pasa de una dictadura a un Estado democrático de un día para otro. Hacen falta tiempo y mucha educación”. La productora libia Huda Abuzeid recuerda asimismo cómo muchas mujeres no querían tener una vida social o un trabajo visible “por temor a que uno de los Gadafi o su manos derecha se encapricharán de ti y después te matarán a ti o a los tuyos”.
Abandono de la comunidad internacional
“Siempre que veo a Federica Mogherini [la jefa de la diplomacia europea], le digo que menos palabras y discursos y más pasar a la acción sobre el terreno”, reconoce Gebril, que ya se ha reunido dos veces con ella. “Nos han fallado tres veces. En 2011, bombardearon todos y después se fueron. No nos han ayudado a reconstruir el país, la Constitución y las instituciones. Nos sentimos abandonados. Tienen que apoyar nuestras instituciones y favorecer de verdad el diálogo. Si no, Libia se romperá en dos. En segundo lugar, cuando los islamistas no aceptaron el resultado de las elecciones parlamentarias y bombardearon el aeropuerto y los pozos petrolíferos. ¿Qué hicieron? Cerrar sus embajadas y marcharse de Libia. En tercer lugar, durante las conversaciones. Al principio nos respaldaron un montón para que Tobruk y Tripoli estuvieran presentes. Pero ahora no apoyan al Gobierno de unidad. Tienen que apoyar nuestras instituciones y favorecer de verdad el diálogo; si no, Libia se romperá en dos”. Gebril apostilla que aún hay bombas por todo Bengasi, en las cocinas, en las neveras... Necesitamos los instrumentos para poder desactivarlas”.
El Estado Islámico
“Están en Sirte. No sólo vale con bombardearlos. Está bien acabar con sus campamentos, donde guardan los arsenales, pero no es la única solución. Hay que mirar por qué se han convertido en terroristas: su condición social y económica, su educación, la pobreza, la falta de empleo... Hasta compran a tunecinos para venir a Libia y ser del Daesh. Tenemos a Boko Haram en Nigeria, Al Shabaab en Somalia... Por lo que no es sólo una cuestión de bombardear ciudades porque se mata a niños, se destruyen colegios y se genera una nueva oleada de odio que no teníamos. Los yihadistas son de Sirte, no tenían una vida normal allí, no tienen oportunidades ni entretenimiento”.
Crisis de los refugiados
Libia es el país más cercano para llegar a Europa (Italia) desde que se cortara la ruta de Turquía a Grecia. Decenas de miles de personas parten desde las costas libias en barcazas hacia Sicilia. No todos lo consiguen y en lo que va de año ya se ha superado el triste récord de 2015: 3.740 vidas. Con el año más mortífero aún sin terminar (3.800 personas muertas) y ante la saturación del Gobierno de Italia para gestionar la crisis, el foco también se pone en Libia. “Miles de personas se están muriendo. El pescado que comemos ahora es malísimo. ¿Qué comen los peces ahora en el Mediterráneo? Cadáveres, cuerpos, restos humanos. Odio comer el pescado, sabe fatal. En Libia no se puede comer pescado, de verdad. La comunidad internacional y la UE deben parar esto y ayudar a Libia”, sentencia la jueza Gebril.
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