Elecciones
Las sospechas de fraude afean la victoria de Khan
El ex jugador de críquet llama a la unidad y tiende la mano a sus rivales, que aceptan la derrota.
El ex jugador de críquet llama a la unidad y tiende la mano a sus rivales, que aceptan la derrota.
El vencedor de los comicios, Imran Khan, promete reformas profundas y extiende la mano a la oposición para investigar unas acusaciones de pucherazo que la comisión electoral niega.
Apelando al admirado fundador de Pakistán, Ali Jinnah, y prometiendo una amplia batería de reformas sociales, económicas y diplomáticas para conseguir el país que él siempre había soñado. Así fue como, en su primera aparición pública tras las polémicas elecciones celebradas el miércoles en Pakistán, el líder del Movimiento para la Justicia (PTI), Imran Khan, consagró la victoria de los suyos y preparó el camino para ser primer ministro.
A falta del recuento final de votos, que se está alargando mucho más de lo previsto por culpa de un colapso en el sistema electrónico de la Comisión Electoral, pero con más del 70% de sufragios escrutados, el PTI rondaría los 100 escaños, una cifra que le coloca cerca de una mayoría absoluta cuyas llaves le podrían entregar candidatos independientes y partidos pequeños. De esta forma, Khan podría evitar pactar con la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N) y el Partido Popular (PPP), los dos partidos tradicionales y grandes derrotados de la contienda, logrando un mayor margen de maniobra para aplicar reformas.
«Prometo que introduciré un sistema que es para la mayoría, todas las políticas serán para la gente y no para la élite», aseveró el ex capitán de la selección nacional de críquet, dando así continuidad a la retórica populista que le ha catapultado hasta la cima más de dos décadas después de lanzar su carrera política. «Hasta ahora hemos visto que todos los que llegan al poder, cambian», siguió, pero «eso no sucederá conmigo», prometió. Indicó además que quiere una relación «beneficiosa para ambos» con EE UU y que le «encantaría» establecer unas fronteras abiertas con su vecino Afganistán, «como la Unión Europea».
En la otra cara de la moneda, la PML-N solo habría cosechado alrededor de la mitad de escaños que el PTI, un desenlace controvertido y nefasto para un partido que hasta ahora ostentaba el poder. Respondiendo con hastío a los primeros resultados que trascendían, el presidente de la formación, Shahbaz Sharif, los rechazó por completo, y denunció que miembros de su partido habían sido expulsados durante el escrutinio de algunos centros electorales por los soldados que los custodiaban, una recriminación a la que se sumó el PPP y que, de confirmarse, se añadiría a la larga lista de intromisiones que los militares han hecho durante todo el proceso electoral para ayudar a Khan, su candidato predilecto.
«No he visto el tipo de malas prácticas realizadas ayer después de que el tiempo de votación expirase en toda mi carrera política», cargó a través de su perfil de Twitter Sharif, quien tildó las elecciones de «amaño absoluto». «El mandato de millones de personas que salieron a votar ha sido humillado», continuó, y alertó que tras reunirse con el resto de cuadros de su partido decidirán». Sin embargo, el agua no llegó al río. Tras reunirse la dirección del PML decidió aceptar su derrota.
La Comisión Electoral, por su parte, rechazó rotundamente las alegaciones y acusó a Sharif de no tener «ninguna prueba sustancial» y achacó a un problema ténico el restraso del escrutinio.
Khan, en su turno, fue aún más allá y calificó las elecciones de ser las «más justas de la historia de Pakistán», aunque al mismo tiempo prometió que colaboraría a la hora de investigar las acusaciones de la oposición, que en cualquier caso no parecen poner en riesgo el que sería el segundo traspaso de poder de un Gobierno civil a otro en los 70 años de historia del país.
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