Europa

Hungría

«Lo importante es que la gente sienta el valor añadido de pertenecer a Europa»

Paul Schmidt, editor de “Europa. Visiones desde las capitales”, constata que la opinión sobre Europa ha mejorado entre los ciudadanos por el fracaso del Brexit y la incertidumbre internacional

Los sondeos prevén una fuerte fragmentación en el próximo Parlamento Europeo. Foto: Reuters
Los sondeos prevén una fuerte fragmentación en el próximo Parlamento Europeo. Foto: Reuterslarazon

Paul Schmidt, editor de “Europa. Visiones desde las capitales”, constata que la opinión sobre Europa ha mejorado entre los ciudadanos por el fracaso del Brexit y la incertidumbre internacional

En palabras de Paul Schmidt, uno de sus editores, “Europa. Visiones desde las capitales” (Palgrave Macmillan), es una “guía de viaje sobre el paisaje político europeo”. A través de sus 32 capítulos (uno por cada Estado miembro de la UE más Turquía, Islandia, Noruega y Suiza) se obtiene una fotografía general de proyecto europeo y de sus retos más importantes (Brexit, inmigración, populismo, etc).

La respuesta a dichos desafíos dependerá en gran medida de la composición del Parlamento Europeo que salga de las urnas el próximo mayo. Unos comicios que, según anticipan los sondeos, dibujarán una Eurocámara mucho más fragmentada que la actual a consecuencia de la crisis de los partidos tradicionales y el auge de los grupos populistas y eurófobos. “A diferencia de 2014, ya no serán suficiente los votos de populares y socialistas para que el candidato del partido más votado sea elegido presidente de la Comisión Europea”, constata Paul Schmdidt, secretario general de la Asociación Austriaca de Asuntos Europeos. “Van a necesitar a los liberales o a Los Verdes, lo que significa que el candidato del partido más votado no sea necesariamente el presidente a la Comisión”, advierte.

Para Ignacio Molina, investigador principal sobre Europa en el Real Instituto Elcano y autor del capítulo dedicado a España, los partidos populistas han adoptado la estrategia de moderar sus posiciones euroescépticas para aumentar su influencia política. “No quieren irse de la UE, sino replantearse el euro o imponer barreras a la inmigración”, explica Molina, que expresa sus dudas sobre “si serán capaces de ponerse de acuerdo” tras las elecciones o formar un grupo propia en la Eurocámara dado las enormes diferencias que les separan.

A la vista de la experiencia en Austria, donde en diciembre el canciller conservador Sebastian Kurz gobierna en coalición con la extrema derecha del Partido Liberal (FPÖ), Schmidt constata que “algunos partidos antieuropeos una vez que entran en el Gobierno se moderan. En Austria se moderan porque la opinión pública es pragmática”.

Sin embargo, en otros países como Italia o Hungría ocurre justo lo contrario. Matteo Salvini y Viktor Orban utilizan sus ataques a Europa para legitimarse internamente. El caso italiano es paradigmático. Este país fundador de la UE ha pasado en poco tiempo de exhibir un fuerte europeísmo a encabezar el desencanto por el proyecto comunitario. Según el último Eurobarómetro, solo el 44% de los italianos se siente satisfecho con sus pertenencia a la Unión Europea, frente al 66% de la media comunitaria. Molina lo atribuye “a los últimos veinte años de estancamiento económico”. “No ven que el euro les haya traído prosperidad. Los adultos tienen la memoria de que en los años cincuenta y sesenta a Italia les iba muy bien, mientras que los jóvenes ven poco futuro y existe un enorme éxodo”, explica el investigador de Elcano.

El país transalpino es así una excepción en medio de un paulatino aumento de la confianza en el proyecto europeo ante la caótica salida de Reino Unido de la UE y la creciente incertidumbre internacional (Trump, la agresividad rusa o las crisis en Oriente Medio). “La gente prefiere afrontar esos retos en común que por cuenta propia”, constata Schmidt. “Sienten que el Brexit no ha llegado a buen puerto. En Austria, no quieren eso y se ve en los sondeos que la opinión ha mejorado con respecto a Europa”. A su lado, Molina lo resume en que “el Brexit ha servido para saber que, aunque nada es perfecto, fuera hace mucho frío”.

Pero el divorcio británico también ha convencido al resto de socios de que no se puede avanzar en el proyecto europeo con países que constantemente colocan palos en las ruedas para impedir su avance. “Tendremos diferentes niveles y velocidades de integración. Lo importante es que la gente sienta el valor añadido de estar en Europa”, constata Schmidt.

Precisamente, uno de los mayores logros de la UE, la libre circulación de personas, se encuentra amenazado por la recuperación de los controles fronterizos por algunos gobiernos. Según Molina, “desde 2015, los controles que debían ser muy especiales se están consolidando. Se dan pasos para restablecer la confianza para en algunos países la frontera se está convirtiendo en un hecho político nacional”. En este sentido, Schmidt incide en que “existe un relación muy estrecha entre lo que algunos países hacen con sus fronteras y el discurso sobre seguridad que luego siembra intranquilidad entre la gente”.